A las diez de una cálida noche de jueves, Peter Lanzani estaba sentado en su furgoneta, mirando la pequeña casa de alquiler en la que Lali Esposito
vivía. No dejaba de decirse que era
una locura estar allí. Él no era el tipo de hombre que pudiera pedir nada. Tenía por costumbre
no necesitar a
nadie. De niño había
aprendido que mostrarse como un ser vulnerable nunca
recibía recompensa.
No obstante, se había enterado de que Lali Esposito y Benjamín
Amadeo estaban
prácticamente comprometidos para casarse y que Lali iba a abandonar el pueblo
para marcharse con él. Peter sabía que, si lo hacía, estaría cometiendo una gran
equivocación. Benjamín
no cuidaría de ella del modo en el que él lo haría. Benjamín no la
amaría como la amaba
él. Benjamín tan sólo se amaba
a sí mismo.
Peter respiró profundamente y apagó el motor de la furgoneta. Entonces, descendió del
coche y se dirigió hacia la entrada de la casa. Había esperado que Lali
decidiera regresar con él.
Durante unas pocas semanas, habían compartido
algo
apasionado y embriagador. Estaba seguro de que ella sentía lo mismo que él. Sin embargo, la familia de Lali y la mayoría de sus amigos la habían convencido de que, si aceptaba a alguien como Peter, un hombre con un pasado criminal y sin demasiado futuro, estaría arruinando su vida. Por eso, estaba a punto de salir huyendo para casarse con otro hombre.
Tal vez terminara casándose con Benjamín, pero no iba a hacerlo sin saber lo que
Peter sentía por ella.
Él
ya tenía demasiadas
cosas de las que arrepentirse...
Tardaron varios
minutos en abrir la
puerta. Lo hizo Candela, la mejor amiga
de
Lali.
—Oh... mmm... Hola, Peter.
—¿Está en casa?
—Mira, no creo que...
Peter la interrumpió antes
de
que ella pudiera terminar la frase.
—La vi entrando en el garaje.
—Ah —comentó Candela, con una avergonzada sonrisa—. No estaba segura
de
que hubiera llegado, pero, si la acabas de ver, seguro que está en casa.Espera
un momento.
Mientras aguardaba, Peter sintió que el pulso se le aceleraba. Nunca le
había abierto
su corazón a ninguna mujer, por lo que no estaba seguro de por dónde debía
empezar. No se había permitido amar a muchas
personas.
«Eres un estúpido tan sólo por intentarlo. Eso ya lo sabes, ¿verdad? ¿Quién eres tú para decir que eres mejor que Benjamín? Al menos, él viene de una buena familia
y tiene un título universitario.
¿Qué tienes
tú que ofrecerle?», se decía.
Estuvo a punto de darse la vuelta para marcharse, pero, justo entonces, Lali
apareció en el
umbral de la puerta.
¿Peter? —preguntó. Parecía sorprendida al verlo allí. No se había puesto en contacto
con él
desde
que habían
tenido
aquella fuerte
discusión hacía varias semanas, cuando ella le había dicho que se había terminado todo entre ellos y que quería
empezar a
salir con Benjamín.
¿Podemos
hablar?
—No lo creo —respondió ella—. En realidad, no hay
nada que decir.
—Estás cometiendo un error,
Lali.
—Eso no lo sabes.
Tal vez Peter no lo sabía, pero lo sentía. Dejar que Lali se casara con otro hombre era
un error.
Había tardado
casi
treinta
años
en enamorarse, pero
el infierno en el que había vivido aquellas semanas sin Lali no le había dejado duda
alguna de sus
sentimientos.
— Lo que había entre nosotros
era
muy bueno.
— Yo... no puedo discutir sobre eso, pero... pero... —se interrumpió
Lali. Entonces, se metió un mechón de su largo cabello rubio detrás de la oreja, como si
estuviera nerviosa, y miró
por encima del hombro. Lo siento. Ya he tomado una
decisión.
Tenía una expresión torturada en sus enormes ojos marrones.
Peter sabía que
estaba dividida entre lo que pensaba, lo que sentía y lo que los demás le decían. Sabía que Lali tenía miedo de lo que él había sido en el pasado. Ni siquiera él mismo
desearía
que una
hija suya se casara
con un
ex presidiario.
No podía cambiar su pasado,
tan sólo su futuro...
— Lali... —susurró él. Entonces, extendió la mano y le acarició suavemente
la mejilla. Aquel breve contacto
le hizo desear abrazarla y ella pareció sentir algo
similar. Cerró los ojos y le apretó el pómulo contra la palma de la mano de Peter, como si estuviera deseando sentir sus caricias —.
Aún
sientes algo por mí. Lo sé.
Vuelve conmigo...
Bajo la tenue luz
del
porche, vio que los
ojos de Lali se llenaban de lágrimas.
— No —replicó
ella. Entonces,
apartó la
mano de
Peter—. No
me
confundas. Benjamín
me dice que, cuando lleve unos meses lejos de aquí, todo me
parecerá
diferente. Nos
vamos a casar, vamos
a tener una familia...
— Pero tú no amas a Benjamín. Ni siquiera te imagino con
ese
imbécil.
—Es un buen hombre, Peter. ¿Por qué? ¿Porque te ayudó a conseguir el dinero para cambiar el suelo del
club Elks?
— Eso fue algo muy importante. Sin él, probablemente no habría podido
crear el club de solteros.
— Sólo lo hizo para impresionarte.
¿Es que no te das cuenta?
— Peter, no quiero discutir sobre Benja. Estoy tratando de tomar la decisión acertada
sobre mi
futuro y también
sobre el
tuyo. Tengo que irme...
— Cásate conmigo, Lali —dijo él de repente, muy apasionadamente — .Sé que puedo hacerte feliz.
Lali abrió mucho los ojos. Sin que pudiera evitarlo, le cayeron dos lágrimas
por las mejillas.
— Peter, no puedo. Tú no estás listo para atarte a una esposa y a una
familia. Amas
demasiado tu libertad. Lo
supe desde
el primer
momento que
empezamos a salir.
— Lali, tal vez no habríamos llegado a
esto si...
— Lo siento, Peter —replicó ella, antes de que pudiera terminar la frase — Tengo que dejarte.
Con eso, le cerró la puerta en las narices.
Cuando echó el cerrojo, Peter supo
que
la había perdido.
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