Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

viernes, 16 de agosto de 2013

Capitulo 10

Lali sintió la presencia de Peter un segundo antes de oír su voz grave y varonil.
–Señorita Esposito... qué bien que haya venido.
Tomó un rápido sorbo de champán y se dio la vuelta.
–Pues claro, ¿cómo iba a perderme esta fiesta?
Con un pantalón de pijama y nada más, Peter Lanzani era la fantasía de cualquier mujer. Pero vestido con aquella chaqueta de raya diplomática, jersey de cachemira azul marino y vaqueros negros, ofrecía un aspecto más apetecible y peligroso que nunca.
Se inclinó para besarla en la mejilla y Lali tuvo una idea bastante acertada de lo que deberían de ser los síntomas por falta de oxígeno en el cerebro.
–Para ti –le dijo, mostrándole la pequeña caja que llevaba–. Un regalo para tu nueva casa.
Peter aceptó el paquete con el ceño fruncido, y ella se sintió ridícula por haberle llevado algo.
–Pensándolo bien, quizá no combine con tu nueva decoración... –intentó arrebatárselo, pero él lo mantuvo fuera de su alcance.
–Veo que te has dado cuenta.
–Es mi trabajo. Y, por cierto, ha quedado muy bien.
Él ladeó la cabeza en señal de agradecimiento, antes de llevarse la caja a la oreja y sacudirla ligeramente.
–Mientras no sea un cojín para el sofá, seguro que es perfecto.
Ella se encogió de hombros, sintiéndose cada vez más ridícula por el regalo que le había hecho. Era una baratija absurda, pero evidenciaba el enorme impacto que Peter ejercía en ella. Pero, entonces, pensó en los cambios que él había hecho por ella en su apartamento y ya no supo qué pensar.
Peter abrió la caja y la sorpresa se reflejó en su rostro al ver el flamenco rosa.
–Para tu teléfono –explicó ella. Introdujo la mano en el bolsillo interior de la chaqueta, sabiendo que allí llevaba siempre el móvil, y sacó el aparato para colocarlo en la pata doblada del flamenco. Movió la cabeza para invitar a Peter a seguirla y dejó el soporte con el móvil en la encimera de la cocina.
–Así no se te llenará de migas de dónuts.
Peter parpadeó con asombro al ver la cursilada rosa en su elegante y oscura cocina. Entonces miró a Lali y ella se sintió como Lois Lane ante la visión con rayos X de Superman.
–Es una tontería... –murmuró para quitarle importancia.
–Es perfecto –repuso él con una mano en el corazón–. Gracias.
–No hay de qué –en realidad, no cabía en sí de gozo.
Los empujones de la multitud la arrojaron sobre él, quien la sujetó con uno de sus fuertes brazos y la abrasó con su calor corporal a través del fino vestido. Una vez más, se preguntó cómo había podido estar tanto tiempo sin un hombre.
Muy fácil. Porque nadie le había hecho sentir nunca lo mismo que Peter.
–Vámonos de aquí –le murmuró él.
–Pero la fiesta acaba de empezar –objetó ella, riendo.
–¿En serio? A mí me parece que empezó hace una eternidad.
Lali miró por encima del hombro de Peter.
–¿No tienes que...?
–No.
Lo miró a los ojos y se encontró con su mirada encendida, ardiendo de deseo por ella. Si no la hubiera estado sujetando, se habría derretido a sus pies.
–Pero tienes que quedarte, Peter... –insistió, poniéndole las manos en el pecho.
Él sacudió lentamente la cabeza.
–Lo que tengo que hacer quiero hacerlo contigo.
Por Dios... Lali se lamió los labios e intentó explicarle por qué debía quedarse en la fiesta, pero no le salían las palabras. Lo único que pudo hacer fue morderse el labio para detener sus temblores, mientras él la observaba atentamente. Los fuertes latidos que sentía bajo sus palmas terminaron de minar su resistencia.
–Está bien. Vamos.
Peter no necesitó más estímulo. La agarró de la mano y se abrió camino a través de la multitud, como la hoja candente de un cuchillo atravesando la mantequilla derretida.
–¡Peter! –lo llamó una voz.
Lali se esperaba que acelerara el paso, pero él la sorprendió deteniéndose tan bruscamente que ella chocó con su espalda. Él la rodeó con un brazo para sujetarla y se volvió hacia un hombre apuesto y atractivo al que Lali nunca había visto.
–¿Y ahora qué? –preguntó con irritación.
El hombre le sonrió pacientemente y miró a Lali.
Peter suspiró.
–Gaston Dalmau, te presentó a Lali Esposito.
Gaston sonrió y le ofreció la mano.
–La usuaria del infame ascensor... Es un placer.
Lali se rio con asombro y miró a Peter, que estaba fulminando a Gaston con la mirada. Le había hablado de ella a su amigo, mientras que ella no le había dicho ni una palabra a Cande.
–Una cosa más antes de que te vayas –le dijo Gaston a Peter–. Deberías ir a saludar a los hombres de gris que están junto a la ventana.
–En otro momento –masculló Peter.
Lali sintió la atención de Gaston fija en ella, aunque seguía mirando a Peter con unos ojos engañosamente risueños.
–No hay otro momento. Tiene que ser ahora. Los necesitamos para el... acuerdo.
Peter apretó con fuerza a Lali, pero en vez de llevarla hacia la puerta se disculpó por el imprevisto y se alejó.
–Lo siento –le dijo Gaston a Lali, y parecía lamentarlo de verdad–. Los negocios son los negocios, ya sabes.
–No pasa nada –respondió ella, aunque no entendía nada de nada. Apenas sabía a qué se dedicaba Peter, aparte de que siempre estaba viajando y con el teléfono en la mano.
–Soy su socio en Bona Venture –dijo Gaston–. Y, por tu expresión, parece que no te ha hablado de mí.
–No, lo siento –tampoco habían hablado mucho del trabajo de Lali, la verdad.
–Si no fuera tan especial...
–¿Cómo?
Gaston se frotó la nuca y miró en dirección a Peter y los hombres de gris.
–Peter. Es único en su trabajo. Puede oler una inversión a medio mundo de distancia y no hay negociación que se le resista. No hay nadie como él, lo cual puede ser en ocasiones un auténtico quebradero de cabeza.
Alternó su astuta mirada entre Peter y Lali y esbozó una sonrisa de autosuficiencia. Y a Lali se le puso la carne de gallina aunque no sabía qué se le pasaba por la cabeza al socio de Peter.
–Si tienes alguna influencia sobre él... –empezó a decirle Gaston, pero ella levantó y agitó frenéticamente las manos.
–No tengo ninguna influencia sobre él. De verdad que no. Somos... amigos, nada más.
La expresión de Gaston le dejó muy claro que no se lo creía. Lógico. Ni siquiera ella se lo creía.
–Te pido disculpas... Pero estoy desesperado.
–¿Por qué?
–Por conseguir que Peter se quede.
Lali sintió que el suelo se abría bajo sus pies.
–¿Peter está pensando en quedarse?
–Dímelo tú.
Lali tragó saliva con dificultad. Peter y ella no habían hablado de su marcha, ya que no estaban saliendo juntos ni eran pareja. Entre ellos solo había... sexo. No podía haber nada más. Ella necesitaba que se fuera. La única razón por la que se estaba arriesgando con él era porque su relación tenía fecha de caducidad.
En esos momentos, Peter la miró desde el otro extremo del salón. Y Lali sintió la conexión entre ambos a pesar de la distancia que los separaba. Peter sacudió la cabeza, como asegurándole que no tardaría mucho. ¿O quizá le estaba advirtiendo que no se enamorara de él?
Lali no se había equivocado al protegerse a sí misma de las consecuencias que podría tener aquella aventura. El único problema era que... no le había servido de nada.

Si puedo les subo mañana, si no nos leemos hasta el lunes(?) 

4 comentarios:

Comenta