Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

lunes, 19 de agosto de 2013

Capitulo 11


Los ruidos de la fiesta acompañaron a Lali mientras pulsaba el botón del ascensor con manos temblorosas. No sabía por qué estaba tan nerviosa, si por lo que iba a ocurrir después o por la conversación que había tenido con Gaston. Seguramente fuese por ambas cosas.

–¿Cuándo vas a volver a Brasil?
–No voy a volver –respondió él, y a Lali se le cayó el alma a los pies–. El trato está cerrado, pero me marcharé en cuanto acabe aquí. Voy allí donde esté el trabajo, y el noventa por ciento de las veces está a miles de kilómetros de aquí.
Lali soltó un suspiro de alivio tan fuerte que cerró los ojos, avergonzada.
–¿Respuesta equivocada? –preguntó él en tono jocoso.
–¿Sonaría muy malvado si dijera que es la respuesta correcta?
–Un poco –admitió él con una sonrisa, y la estrechó entre sus brazos para acariciarle la espalda–. Pero resulta que me gustan las mujeres malvadas...
Las puertas del ascensor se abrieron con su particular sonido. Peter bajó las manos hasta sus nalgas, la levantó y la metió en el ascensor. Antes de que las puertas se cerraran, había pegado los labios a su cuello y le buscaba con los dedos el escote del vestido.
Aquello era lo único que importaba, pensó Lali. No las dudas y las vueltas a la cabeza.
El aliento de Peter le puso la piel de gallina.
–Aunque no sea muy propio por mi parte admitirlo, estoy impaciente por saber cómo es la auténtica guarnición...
–¿Y eso?
–Finalmente voy a ver tu casa.
Lali abrió los ojos. ¡El vestido de novia! Seguía colgado de la silla de la cocina. No se había molestado en guardarlo, como si meterlo en el armario fuese la prueba definitiva de propiedad.
Rápidamente, se quitó el zapato y con el dedo del pie pulsó el botón de emergencia. El ascensor se detuvo con una sacudida tan fuerte que Lali se agarró a la chaqueta de Peter como si fuera un salvavidas.
En el repentino silencio que siguió, los frenéticos latidos de su corazón resonaban por encima de sus alientos mezclados.
No sabía cómo iba a explicarle lo del vestido a Peter, pero cuando lo vio sonreír y arquear las cejas sintió un inmenso alivio. Como una inyección de calor en un frío día invernal.
Entonces, con un gruñido salvaje, él la apretó de espaldas contra la pared del ascensor y ambos empezaron a recorrerse mutua y desesperadamente con las manos. Él le bajó la falda y ella hizo lo mismo con su pantalón. Un segundo después la estaba penetrando y haciendo gritar de placer. Lali se pasó una mano por los ojos mientras se dejaba colmar por una maravillosa sensación de plenitud.
Pasara lo que pasara, durase lo que durase, los dos estaban hechos para ello y ninguno podía negarlo.
Las sensaciones palpitaban por todo su cuerpo, como una tormenta perfecta descargando su fuerza torrencial sobre los músculos apretados. El placer aumentó hasta que no pudo aguantarlo más y, con un grito que debió de oírse en todo el edificio, la tensión estalló en una incontenible ola de calor extático, seguida pocos segundos después por la explosión liberadora de Peter.
Las increíbles sensaciones se fueron apagando lentamente y Lali apoyó la frente en el pecho de Peter, dejando que su respiración rítmica y profunda la calmase.
Cuando finalmente levantó la cabeza, se lo encontró con los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Las luces del ascensor proyectaban sombras bajo sus cejas y realzaban las arrugas alrededor de los ojos, los pelos de la mandíbula y la protuberancia de la nuez.
Era tan fuerte y varonil que a Lali se le contraía el pecho solo de mirarlo.
Él abrió los ojos, le dedicó una pequeña sonrisa y le colocó un mechón tras la oreja. Y Lali tragó saliva al reconocer la verdad. Aún no estaba lista para poner distancia. Por lo que sentía cuando estaban juntos y a solas. El trabajo, la familia, Cande... nada le importaba. Él sosegaba su espíritu y hacía que todo fuera fácil, permitiéndole vivir el momento.
Levantó la mano y le acarició la mejilla con los nudillos. Le pasó el dedo pulgar por el labio inferior y le alisó un pelo de la ceja. Y él se lo permitía. Sus ojos no delataban nada, pero las aletas de la nariz se le ensancharon al tocarlo.
El sentimiento que invadía a Lali llegó a hacerse tan fuerte que le impedía respirar. Se clavó las uñas en las palmas y se apretó contra la pared para que ambos pudieran desenredarse y volver a colocarse la ropa.
–Es usted toda una revelación, señorita Esposito...
–¿Acaso pensabas que era una chica buena?
Sus miradas se encontraron y mantuvieron durante tanto rato que a Lali se le formó un nudo en la garganta.
–No –respondió él mientras pulsaba el botón de emergencia.
Lali soltó una carcajada alegre y despreocupada, aunque en el fondo sabía que aquella sensación era muy peligrosa.
Lali siguió pulsando insistentemente el botón, pero el ascensor no se movía. Al final desistió y se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta para sacar el móvil y pedir ayuda. Pero el móvil no estaba en su bolsillo.
–El flamenco... –dijeron los dos a la vez, y Lali se rio tanto que le dolieron las costillas.
–No tiene gracia. Tengo a cien personas en la fiesta.
–Y solo hará falta que una se marche temprano para descubrir que el ascensor no funciona –Lali se llevó un dedo a los labios–. Aunque ya sabemos cómo se comporta este ascensor en los momentos más inoportunos.
La expresión de Peter le dejó claro que no estaba para bromas. Lali lo apartó y abrió el compartimento donde estaba el teléfono de emergencia. Tampoco funcionaba. En la próxima reunión de vecinos iba a desahogarse a gusto con el trasero de Sam.
Peter se pasó una mano por el pelo y miró frenéticamente a su alrededor, antes de posar la mirada en las puertas.
Y a Lali la asaltó una inquietante posibilidad...
–Peter, ¿sufres claustrofobia?
Él se tiró del cuello del jersey.
–Claro que no. Pero tampoco me gusta quedarme atrapado en un cubículo durante mucho tiempo –bajó la voz a un gruñido mientras aporreaba el panel de control, sin obtener el menor resultado.
Lali no pudo seguir conteniendo la risa.
–Esto es genial... El ascensor no solo la tiene tomada conmigo, y eso que parecía haber caído bajo tu hechizo.
Peter la miró con ojos entornados. Al fin y al cabo, era ella la que había pulsado el botón...
El silencio se alargó entre ellos, tan solo interrumpido por los ocasionales crujidos del ascensor. Lo único que se podía hacer era esperar.
–¿Y ahora qué? –preguntó ella, cruzándose de brazos.


–¿Qué clase de nombre es Peter?
A Peter le dolían los muslos después de pasarse diez minutos en cuclillas, intentando arreglar el teléfono para que los sacaran de allí. Por desgracia, su especialidad era la contabilidad, no la ingeniería eléctrica.
–¿Solo Peter? ¿O es un diminutivo de Juan Pedro? –insistió Lali cuando él no respondió.
–Lo segundo.
–Qué bonito... –dijo ella, quien no parecía tan preocupada como él por la falta de oxígeno–.
Las rodillas de Peter crujieron al levantarse. Se volvió hacia Lali y la vio descalza, con un pie sobre el otro, el pelo recogido improvisadamente y la chaqueta arremangada. Y, a pesar del ambiente sobrecargado y asfixiante, su cuerpo volvió a reaccionar.
Rápidamente sofocó la excitación. Tenía que conservar el aire.
–¿Te diviertes con tus comentarios mientras yo intento sacarnos de este apuro?
–Mucho. Es agradable ver a alguien más quejándose del ascensor, para variar.
–Yo no emplearía la palabra «agradable» –murmuró él, mirando alrededor. No padecía claustrofobia, pero los deficientes rascacielos que había visitado por todo el mundo le habían dejado una muy mala impresión de los ascensores.
–Volviendo a tu nombre...
–Es un nombre familiar –espetó él, frotándose la agarrotada nuca.
–¿Por parte de madre o de padre?
–¿No tienes calor?
Lali lo miró sorprendida, se arrebujó con la chaqueta de Peter y negó con la cabeza.
–¿Cuándo se ha apagado el aire acondicionado? –preguntó él.
–No lo sé, pero podemos pasarnos varias horas aquí dentro sin problemas. Una vez leí que un tipo se quedó atrapado en un ascensor de Bruselas durante una semana. Sobrevivió a base de los desperdicios que encontraba en la moqueta. Creo que Hugh Jackman iba a hacer una película sobre él... Comparados con él, yo creo que estamos bastante bien.
–¿Con Hugh Jackman o con el tipo de Bruselas? –preguntó Peter, intentando no pensar en la posibilidad de quedarse encerrado en un ascensor durante varios días–. No, no respondas. Mejor aún, cállate de una vez.
Ella no se molestó en ocultar una sonrisa. Peter no se había dado cuenta de que fuera una sádica, pero parecía estar disfrutando mucho con su malestar. Para demostrarlo, deslizó un pie por la pared y lo apuntó sensualmente con la rodilla. El vestido se le subió por el muslo y ella respiró profundamente antes de hablar.
–Gaston parece un buen tipo. Tiene una buena melena... ¿y qué me dices de sus hoyuelos? ¡Son encantadores!
Peter apretó los dientes con fuerza.
–¿Me estás tomando el pelo?
Ella parpadeó varias veces.

4 comentarios:

  1. Mas!!! Que esta celoso.Peter!?!?!

    @laliteronfire

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  2. JAJAJAJAJA, pobre Peter! Y Lali que no para de hablar jajajajaja!
    Peter está celoso? Jeje ;)
    ME E N C A N T A ! ♥
    @susonrisa_pl

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  3. jajaja.Toda una provocadora!!!!!!

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