Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

sábado, 22 de junio de 2013

Capitulo 29

El agente del FBI se llamaba Webber, Nick Webber, y llamó a Cande a las cuatro de la tarde del noveno día.
—Es posible que tengamos algo.
—Le escucho.
—Creo que hemos encontrado su bolso. No hay identificación alguna, pero tenía un localizador de GPS en el forro y la gente de seguridad nos ha dicho que Lanzani le había puesto uno.
—No sé si podré reconocerlo, pero quedemos en alguna parte. No quiero molestar al señor Esposito ahora.
—Muy bien.

—¿Dónde lo han encontrado?
—En Jersey, junto al puente GW.
—Eso no significa nada. Podrían tenerla en cualquier parte.
—Pero es un comienzo.
—Nos encontraremos dentro de veinte minutos en Sarabeth. ¿Sabe dónde está?
—Sí.
—Hasta entonces.
Cande colgó. Estaba tan nerviosa, que apenas podía respirar, y muy preocupada por Nico. El padre de Lali se estaba derrumbando. No comía y sólo dormía cuando le inyectaban tranquilizantes. Hasta ella había empezado a tomarlos.
Intentaba convencerse de que todo saldría bien. Pero no lo conseguía. Los secuestradores no habían llamado por teléfono y los días pasaban sin noticia alguna, sin esperanzas.
En cuanto al bolso, no significaba nada; podían haberlo tirado en cualquier parte. Sólo era un bolso, nada más.


Peter abrió la puerta, pero no salió. Se limitó a poner la oreja contra la madera y escuchar durante treinta segundos. Intentaba discernir si el ruido que oía era la televisión o una conversación apagada.
Eran las dos y veinte. Durante los primeros días, Ed y sus hombres permanecían despiertos hasta altas horas de la madrugada. Pero ahora se acostaban pronto, y Jazz y Charlie dormían tan profundamente, que no se despertaban ni con los anuncios.
Abrió la puerta con cuidado y se asomó. Jazz no estaba. Charlie roncaba en el sofá preferido de Martini, con la boca abierta.
Odiaba a su hermano por lo que había hecho, pero estuvo a punto de despertarlo para que se levantara. Si su jefe lo encontraba allí, le cortaría el cuello.
Lamentablemente, la ausencia de Jazz no significaba nada bueno. Cabía la posibilidad de que hubiera ido a la cocina a comer algo y no podía arriesgarse a que lo encontraran. Así que volvió al camarote, cerró la puerta y se quedó allí, pensativo.
—¿Piensas estar de pie toda la noche?
Peter se sobresaltó.
—¿Qué haces despierta?
—Te estaba observando, superespía. Como anoche. Y la noche anterior.
Peter sonrió y caminó hacia la cama.
—No deberías espiar a los espías.
—Eh, tú no eres el único que puede hacer esas cosas. ¿Has averiguado algo?
—Sólo he visto a Charlie, pero nunca lo dejan solo y he preferido quedarme aquí. Volveré a probar dentro de un rato.
—¿Qué entiendes por dentro de un rato?
El se sentó y la acarició.
—Me encantaría hacer el amor otra vez, pero no es buena idea. Nos estamos acercando a Gran Caimán y necesitamos conseguir un plano del barco o...
—¿O qué?
—O nada. Lo conseguiré. Pero debo estar alerta.
—Podría ayudarte.
—No, tú debes dormir.
—Vamos, Peter. Lo único que hago aquí es quemar calorías con el sexo. Y si ni siquiera quieres acostarte conmigo...
—¿Quién ha dicho que no quiera?
Ella suspiró.
—Está bien... ¿Qué pasará cuando lleguemos?
—Ed te sacará del barco, probablemente en un bote, y tendrás que ir al banco.
—¿Y qué te pasará a ti?
—Ya me ocuparé de ese asunto. No te preocupes.
Ella se sentó y lo miró con seriedad.
—Lo volveré a preguntar. ¿Qué te pasará a ti?
—Cuando ya no puedan usarte como escudo, tendré las manos libres para...
—Para matar.
—Si es necesario, sí.
—¿Charlie incluido?
—Si es necesario.
—Pero tienen armas.
—Y yo.
—¿Dónde?
El se encogió de hombros.
—He salido de situaciones mucho más difíciles.
—Pero...
Peter le pasó un brazo por encima de los hombros.
—Hablemos un poco de ti, ¿quieres? Hay ciertas cosas que quiero que practiques mientras estamos en el barco, antes de que te saquen.
—¿Como respirar y no desmayarme?
Peter sacudió la cabeza.
—Lo harás bien, ya lo verás. De hecho, lo has llevado extraordinariamente bien y no hay motivo para que eso cambie.
—Pero no estaré contigo.
—No importa.
Ella lo miró a los ojos.
—¿Bromeas? Por supuesto que importa. Si sigo viva es por ti.
—Es posible que mi presencia te haya dado confianza, pero casi todo el trabajo lo has hecho tú. Ni siquiera sudas cuando traen la comida.
—Claro que sí.
—Pues no se nota.
Lali suspiró.
—No he cambiado tanto, Peter. Aquí estamos en una burbuja y fingir es fácil. Pero cuando salga del camarote... si quieres contar conmigo, será mejor que te lo vuelvas a pensar.
—Ahora no te preocupes por eso. Además, el plan sólo saldrá bien si crees en él. Hay demasiadas cosas que desconocemos y no puedo ser muy específico.
—Muy bien, soy todo oídos. Si no me desmayo ahora, es posible que tampoco lo haga en el banco.


Peter volvió al camarote a las tres menos veinte de la madrugada. La luz del ojo de buey fue suficiente para que Lali notara, por su expresión, que la escapada no había sido provechosa.
—¿Qué ha pasado?
El se acercó y empezó a desnudarse por el camino.
—Que Charlie me ha mentido otra vez.
—Oh, no.
—Oh, sí. Pensé que no había nadie y estaba a punto de abrir la cerradura del armario donde probablemente guardan las armas cuando oí que se acercaba un tipo del que mi hermano no había dicho nada. Es gigantesco. Menos mal que me escapé antes de que me viera. Me habría destrozado.
—Menos mal... pero ahora debes descansar.
Lali dio un golpecito en la cama, a su lado.
—Deja que me lave antes.
Peter entró en el cuarto de baño, se refrescó y se cepilló los dientes. Después, regresó y se metió en la cama.
—No debes salir más. Es demasiado peligroso.
—Tengo que llegar a las armas, Lali.
—Pues encuentra otra forma. No soportaría que te pasara algo malo.
El la abrazó.
—No me pasará nada.
Lali quiso creerlo, pero no podía. Su temor crecía a medida que se acercaban a las islas.
—En serio, no te preocupes.
Ella asintió y él le besó larga y dulcemente.
—¿Te sientes mejor?
—Sí.
—Magnífico, porque necesito que me eches una mano.
—¿Con qué?
—Con tus braguitas.
—¿Mis braguitas? Créeme, no te quedarían bien.
—Qué graciosa.
—No me digas que nunca te ha dado por probar algo diferente y atrevido —se burló Lali.
—¿Poniéndome unas bragas? En absoluto.
—Cobarde... seguramente estarías adorable.
—Lo último que quiero parecer en este mundo es eso.
—Ya. Lo que pasa es que no te atreves.
—¿Quieres que me atreva a algo diferente?
—No me importaría.
Peter no tuvo que insistir mucho. Se desnudaron rápidamente y empezaron a acariciarse. Ella tomó la iniciativa y le tocó el pecho. Él le introdujo una mano entre las piernas y empezó a prepararla.
Pero en determinado momento, él bajó el ritmo como si ocurriera algo malo.
—¿Qué pasa, Peter?
El la miró con seriedad.
—¿Peter?
—Yo nunca te haría daño.
—Lo sé.
—Pero quiero decirlo de todas formas. Echo de menos mi antigua vida... el ritmo, la adrenalina. Era bueno para mí y yo era bueno en lo que hacía. Pero cuando te conocí...
Lali se estremeció. No sabía qué decir. Aunque de todas formas tampoco habría sido capaz de pronunciar palabra.
—Cuando te conocí, todo cambió. Pero necesito que entiendas algo.
—¿Sí?
—Voy a sacarte de este lío. Y cuando vuelvas a tu vida normal, no serás la misma persona. Serás distinta, más fuerte, mejor.
Peter la miró a los ojos con una intensidad sorprendente, hasta el punto de que la asustó. No había dicho lo que esperaba que dijera. No sabía cómo lo sabía, pero lo sabía.
—Voy a echarte de menos. Pero quiero que sepas que haré que tengas la vida que mereces. La tendrás. Podrás viajar, y por mucho que me duela, podrás salir con todos los hombres que desees. El mundo será tuyo. Sólo tendrás que alcanzarlo.
—¿Crees que podría salir con todos los hombres que quisiera?
—Claro que sí. Eres preciosa, y la belleza es sólo una de tus virtudes. Sin embargo, hazme caso. No elijas a nadie que no sea el mejor. Cualquier hombre sería afortunado por el simple hecho de estar contigo. Y no digamos de amarte.
Lali no habría podido contener las lágrimas aunque su vida hubiera dependido de ello. Su sinceridad era estremecedora, por desgracia. Le estaba diciendo que su historia de amor había terminado pasara lo que pasara, que al final se marcharía.
Ella no quería separarse de él, pero hasta una mujer que había pasado casi toda su vida en una prisión de oro sabía que Peter no estaba hecho para ser guardaespaldas de nadie.
—¿Lali?
—¿Sí?
—Todavía estamos juntos.
El la miró con una inmensa dulzura.
—Gracias, Peter. Gracias por ser mi refugio. Por ver tantas cosas en mí. No te olvidaré nunca.
—Será mejor que no.
Peter la tumbó y se introdujo entre sus piernas. Después, entró en su cuerpo tan profundamente como había entrado en su corazón.


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