Peter se quedó a la izquierda de la puerta, esperando. Se había vendado la mano derecha y se la había atado a la espalda con una toalla. Era una situación bastante ridícula, pero no podía arriesgarse a tenerla delante. Sería un objetivo demasiado fácil.
Además, no esperaba que la pelea fuera larga. Jazz entraría, él le dejaría sin sentido y le quitaría la pistola.
Su única preocupación era Lali. Estaba sola y Ed había sido muy inteligente al ordenar a su esbirro que le rompiera la mano. Lali no estaba acostumbrada a ese tipo de tácticas. No podía estarlo. Y no sabía si él estaría a la altura de las circunstancias. Había estado tan obsesionado con su seguridad, que durante el trayecto en el barco sólo había conseguido que lo derribaran dos veces. Si en el Ejército se hubiera comportado de ese modo, no habría durado dos días.
Entonces oyó un ruido y supo que el momento se acercaba. Tomó aliento y se inclinó para golpearlo con más fuerza. Jazz perdería el sentido. Y si antes sentía más dolor de la cuenta, mejor que mejor.
La puerta se abrió. Peter esperó a que entrara. Lamentablemente no era Jazz, sino Charlie. Lloraba como un niño, pero le apuntó al pecho con una pistola con silenciador.
Lali abrió los ojos. No sabía dónde estaba ni quién era el hombre que estaba con ella. Sintió miedo y notó que la habían tumbado en un sofá. Pero Ed no estaba muy lejos.
—Tenemos que llamar al hospital —dijo el desconocido.
—No, no es necesario —declaró Ed. —Se recuperará enseguida. Está desorientada, eso es todo. Ha pasado una mala noche en el barco.
—Sólo tardaré un momento en...
—No, gracias. Pero le agradecería que nos dejara unos minutos a solas.
—Como quieran. Estaré fuera por si me necesitan.
—Muchas gracias.
Ed sonrió de un modo tan sincero que el pulso de Lali se aceleró otra vez.
En cuanto se quedaron a solas, el comportamiento de Ed cambió radicalmente. Se volvió violento, brutal. La agarró de los brazos y se acercó tanto a su cara, que pensó que cualquiera habría pensado que iba a besarla.
—Tienes una oportunidad más. Saldrás de aquí y firmarás esos documentos. Si vuelves a jugármela, tu novio morirá. ¿Entendido?
Ella asintió.
—No lo he hecho a propósito. Por favor, no le hagan daño.
—Ya se lo han hecho. Y no creas que dudaría en pedirle a Jazz que lo mate.
—Lo sé.
Ed volvió a sonreír.
—Perfecto. Sabía que lo entenderías. Así que vamos a firmar esos papeles y luego nos relajaremos un poco en la playa. ¿Qué te parece?
—Genial.
Lali no podía dejar de temblar. Lo intentaba, pero no podía. Incluso cuando volvieron al despacho del presidente y le ofrecieron los documentos para que los firmara, fue incapaz de ocultar el temblor de sus manos.
—Si quiere esperar hasta que se sienta mejor... —dijo Granger. —Por nosotros no hay ningún problema.
Lali miró a Ed y luego al banquero.
—Gracias, señor Granger, pero tardaría demasiado en recuperarme. Padezco agorafobia. ¿Sabe lo que es?
—Sí. Miedo a los espacios públicos, ¿verdad?
Ella asintió.
—Sé que tengo que firmar estos papeles en persona, pero en este momento me cuesta bastante. Siento haberles causado tantas molestias.
—No es ninguna molestia. De hecho, sólo necesito que firme una copia más y nosotros nos encargaremos del resto. Ya tenemos toda la información, así que le diré a Joseph que dé a su tío el nuevo número de cuenta.
Granger levantó el auricular del teléfono. Mientras él se encargaba de hacer los preparativos, ella firmó donde se lo había indicado. Transferirían cincuenta millones a la cuenta de Ed y eso sería todo. Aunque finalmente los apresaran y Martini acabara en la cárcel, el banco no podría revertir el proceso. A fin de cuentas estaban en las islas Caimán, un paraíso fiscal, y todo se había hecho conforme a las leyes locales.
Pero el dinero le importaba muy poco. Ahora quería terminar cuanto antes e intentar impedir el plan de Peter. Si obedecían las órdenes de Ed, tal vez fuera clemente con ellos.
—Por dios, Mikey, no quiero hacerlo. Soy tu hermano...
—Pues baja la pistola.
—No puedo hacerlo. El me matará.
Charlie se refería a Jazz, que estaba detrás con los brazos cruzados y una sonrisa de oreja a oreja.
—Te matará de todas formas, idiota.
—No, no, tú no lo entiendes. He llegado a un acuerdo con ellos. Ya he pagado lo que debía.
—Sabes demasiado, Charlie, no permitirán que te vayas. Podrías extorsionarlos más tarde.
—¿Estás loco? Es Ed Martini... nadie extorsiona a Ed Martini.
Peter dio un paso hacia su hermano.
—Porque nadie vive lo suficiente para contarlo. No saldrás con vida de este barco, Charlie. No volverás a pisar tierra firme.
—Cállate. Te crees muy listo, pero ni siquiera se te ocurrió que abriría tu caja fuerte, ¿eh? ¿Te acuerdas de aquella noche, cuando estaba enfermo? Creías que me había dormido, pero no fue así. Me escondí detrás de una puerta, te observé y apunté los números de la combinación.
—Fue bastante rastrero por tu parte, Charlie. Pero es verdad, me engañaste.
—Claro que sí. Me tomas por tonto, pero no lo soy. Yo planeé el secuestro.
—Papá estaría muy orgulloso.
—No hables de papá. Confiaba en ti. Se suponía que debías cuidar de mí y mira lo que has hecho. Eres el culpable de que ahora tenga que apretar el gatillo. No es culpa mía.
Peter se sintió tan inmensamente cansado y dolido, que casi deseó que disparara. Pero tenía que pensar en Lali. Y no quería darle la satisfacción a Jazz.
—Charlie, baja la pistola y te sacaré de este lío. Con vida. Jazz rió.
—Eres un mentiroso. Sólo quieres marcharte con tu novia rica.
—No se trata de ella, Charlie, sino de papá. De la promesa. No quiero hacerte daño. Y no quiero que ellos te hagan daño.
—El que tiene la pistola soy yo.
—Es cierto —dijo con suma tranquilidad—, pero no estás acostumbrado a este tipo de situaciones.
—¿Lo ves? ¡Ya estás otra vez! —exclamó. —¡No soy un idiota!
—0h, Charlie —murmuró Peter. —No sabía que estuvieras tan dolido.
¿Qué?
—Lo siento, hermano.
—Ahora es demasiado tarde.
—Lo sé, pero lo siento de todas formas.
Peter dio un paso atrás, le echó la zancadilla y le quitó la pistola. Mientras Charlie caía al suelo, Peter se echó a un lado y disparó al pecho de Jazz.
Charlie lo miró con asombro y dolor. Peter le apuntó.
—Lo siento. Lo siento mucho. Y disparó otra vez.
—Lo lamento, señorita Esposito, pero me temo que todavía no puede marcharse.
—¿Qué ocurre? —preguntó Ed.
—Antes de transferir una suma tan elevada de dinero, la señorita Esposito y usted tendrán que hacer unas declaraciones que guardaremos en nuestro archivo. Como miembros de la comunidad internacional, necesitamos documentos que demuestren que las actividades de nuestros clientes no guardan relación alguna con el lavado de dinero ni con una posible financiación de actividades terroristas —respondió Granger.
—Lo comprendemos perfectamente —dijo Ed. —Haremos lo que sea necesario.
—Excelente.
Granger dejó los documentos delante de ellos. Pero Lali notó que debajo de los suyos había algo. Miró al banquero y el hombre le hizo un gesto. Lali apartó cuidadosamente los papeles y descubrió una nota que decía: «¿Se encuentra en peligro?».
Deseaba responder afirmativamente. Pero lo miró, sonrió y negó con la cabeza.
El hombre asintió, ella firmó y terminaron. Por lo menos, la primera parte. Todavía tenía que regresar al barco, encontrar a Peter y ayudarle. Cada vez que pensaba en lo que le habían hecho, se ponía enferma. ¿Qué haría si lo habían torturado?
En el último momento, desvió la pistola. La bala se incrustó en el suelo, a escasos milímetros de la cabeza de Charlie.
Peter ni siquiera supo por qué lo había hecho. Pero se inclinó sobre él y le dio un golpe en la sien para dejarlo inconsciente. No podía arriesgarse a que lo traicionara otra vez y avisara a Danny o a los demás. Charlie se quedó tendido en el suelo, inmóvil.
Después, miró la pistola de su hermano. Era una Sig Sauer P-266, una de sus armas preferidas. Como sólo tenía una mano útil, tuvo que usar los dientes para sacar el cargador y comprobarlo. Estaba lleno, con excepción de las dos balas que ya había disparado.
Jazz descansaba al otro lado de la puerta. No tenía sangre en el pecho, pero eso no era extraño si la bala lo había matado en el acto. Peter habría preferido matarlo lentamente, pero no había surgido la ocasión. Así que pasó por encima de su cadáver y avanzó por el barco.
No estaba seguro del tiempo que tardarían Ed y Lali, pero debía terminar antes de que regresaran. Tal vez pudiera divertirse un poco con Ed Martini. Así aprendería que no debía meterse con la mujer de Peter Lanzani. Aunque por otra parte, Lali no soportaría más traumas. Ya había sufrido suficiente.
En el camarote principal no había nadie, pero sí al timón. El hombre de gran tamaño que había descubierto en una de sus escapadas nocturnas. Cuando vio a Peter, lo miró con sorpresa y cometió el terrible error de intentar desenfundar. Peter lo dejó seco y salió en busca de Danny.
El barco estaba anclado a bastante distancia de los yates más cercanos. Había gente en ellos, pero era dudoso que hubieran escuchado los disparos, sobre todo teniendo en cuenta que la pistola llevaba silenciador. En el mejor de los casos, les habría parecido que alguien estaba descorchando botellas de champán.
Siguió buscando y enseguida oyó que alguien silbaba una conocida canción francesa, Alouette. No le pareció que fuera Danny, así que supuso que era el cocinero. Un hombre de aspecto inocente, que por lo demás preparaba un salmón que estaba para chuparse los dedos. Pero nadie que trabajara para Ed Martini era inocente. Y todas las personas del barco iban armadas.
Peter penetró en el interior del yate, procurando no hacer ruido. Le dolía mucho el brazo derecho, pero se dijo que debía superar el dolor y olvidar esa mano. Era esencial que se concentrara en la pistola que llevaba en la izquierda.
Se acercó a la cocina y escuchó con detenimiento, intentando calcular la posición del hombre, el tamaño de la sala y la dirección que debía llevar la bala. No podía cometer un error.
Tomó aliento, saltó delante de la puerta y disparó. La primera bala arrojó al cocinero hacia delante, sobre las verduras que estaba cortando en ese momento. La segunda le atravesó la columna vertebral. O esa impresión tuvo cuando el desgraciado cayó al suelo.
Peter siguió avanzando por el barco. Descontando a Charlie, sólo debía de quedar una persona.
Ed se iba a llevar un buen disgusto.
Peter empezó a silbar Alouette y continuó la cacería.
Salieron del banco. Las calles estaban llenas de turistas con bolsas y vecinos de la ciudad. Había más coches que antes y Lali se preguntó si el índice de accidentes del lugar se debería a que los estadounidenses no estaban acostumbrados a conducir por la izquierda.
Ed la llevaba agarrada del brazo, pero ahora que era más rico, se comportaba de forma amable. Estaba segura de que sólo quería volver al barco y asegurarse de que no quedaría nadie que pudiera contar lo sucedido.
Esperaron a que el semáforo se pusiera rojo para los coches y cruzaron. Después, se dirigieron a la playa. Ed tenía intención de tomar un taxi acuático.
—No hay necesidad de que nos mates —declaró ella. —Ya tienes el dinero y nadie te lo puede quitar.
—Cállate.
—Deja que nos marchemos. Desapareceremos. No volverás a saber nada de nosotros. —He dicho que te calles.
Lali obedeció, pero a cada paso que daban se sentía más y más deprimida. Tenía miedo de lo que pudiera encontrar en el barco. Incluso miedo de sufrir un ataque de pánico y complicar la situación de Peter.
—Venga, camina.
Ed la agarró con fuerza.
—Me estás haciendo daño.
—Date prisa. Quiero volver cuanto antes. Esta noche lo celebraremos en el hotel Ritz. Aunque sospecho que sólo estaré yo y una botella de champán.
Lali se detuvo en seco. De repente estaba tan enfadada que no se podía controlar. ¿Que pensaba celebrarlo en el Ritz? Eso era demasiado. Antes, tendría que pasar por encima de su cadáver.
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Maaas novee
ResponderEliminarMaaas, quiero saber q pasaaa..
ResponderEliminarOtroo porfa
ResponderEliminarMaaas
ResponderEliminarQueremos maass
ResponderEliminar+++ novee
ResponderEliminarMaaaaas
ResponderEliminarOtroooooooo
ResponderEliminarEspero el proximo cap, ojala salga todo bieen
ResponderEliminarSube mas
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaassssssss
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