Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

miércoles, 3 de julio de 2013

Capitulo 3

Se puso a toser, horrorizada por sus pensamientos. Él no era lo que había estado pensando al decidir que se arrojaría en brazos del primer hombre que le sonriera. No, ella necesitaba algo más cómodo y seguro que aquel espécimen de virilidad y testosterona, anchos hombros y una alborotada melena castaña. A lo que había que añadir unos ojos claros semiocultos por los párpados, una barba incipiente cubriendo el recio mentón y unos labios perfectos que se curvaron ligeramente hacia arriba mientras el hombre se guardaba el teléfono en el bolsillo interior de la chaqueta.

La había pillado mirando, y Lali sintió que le hervía la sangre bajo la piel.
–Gracias por esperar –le dijo el desconocido con una voz intensa y profunda.
–No hay de qué –respondió Lali. Lo miró a los ojos y vio como arqueaba casi imperceptiblemente las cejas. El intento por impedir que entrara en el ascensor no había pasado desapercibido.
Cerró la boca y se apretó todo lo posible contra la pared del ascensor. Era un espacio minúsculo, como correspondía al original diseño del edificio, y aquel hombre lo llenaba con su presencia y con la fuerza que irradiaba su cuerpo. Cada vez que respiraba, a Lali se le ponían los vellos de punta. Cuanto antes llegara aquel hombre a su destino, mejor.
–¿Qué piso? –preguntó él.
–Octavo –dijo ella con voz grave, señalando con el dedo el botón iluminado con el número ocho.
El desconocido se pasó una mano por la nuca y volvió a esbozar una media sonrisa, y Lali contuvo la respiración mientras sus hormonas se revolucionaban y sus rodillas se convertían en gelatina.
–Ha sido un largo vuelo –dijo él. Su voz reverberó a través del suelo del ascensor y subió por las piernas de Lali–. Todavía no he aterrizado del todo.
¿Que todavía no había aterrizado del todo? Un centímetro más de él y Lali se fundiría con la pared.
El desconocido se inclinó para pulsar el botón que cerraba las puertas y un intenso hormigueo recorrió la piel de Lali. Aspiró profundamente y reconoció el olor a cuero, a madera recién cortada, a aire marino, a un sudor que no era el suyo...
Afuera hacía un frío invernal, pero Lali se quitó la bufanda del cuello y pensó en helados y bolas de nieve para contrarrestar el sobrecalentamiento. Si bien los ojos de aquel hombre le hacían pensar que ni siquiera una nevada sería suficiente.
Él se echó hacia atrás y gruñó cuando el ascensor no se movió.
–Oh, no, no –dijo Lali–. Es inútil apretar ese botón. O cualquier otro. Este ascensor hace lo que quiere, sin la menor consideración por...
En aquel momento, las puertas se cerraron, la cabina dio una ligera sacudida y, al cabo de un segundo, empezó a subir. Sin salir de su asombro, Lali miró el indicador sobre las puertas, donde los números se iban iluminando en orden secuencial mientras subían suavemente hacia el cielo.
–¿Qué decías? –le preguntó el hombre.
Lali lo miró a los ojos y encontró un destello de humor en su mirada, como si fuera a sonreír de un momento a otro.
–Parece que el ascensor la tiene tomada conmigo –dijo con el tono más despreocupado que pudo–. ¿Te interesa un puesto de ascensorista? Te pagaría yo misma.
La expresión del hombre se tornó más cálida y amable. O mejor dicho... ardiente, como si el destello de su mirada hubiese prendido una mecha en sus duras facciones.
–Gracias, pero ya tengo bastante trabajo.
¿Se había acercado más a ella? ¿O solo estaba cambiando de postura? En cualquier caso el ascensor pareció encogerse aún más.
–Bueno... Tenía que intentarlo.
El bonito labio superior empezó a curvarse y Lali fijó la mirada en el indicador sobre la puerta.
–¿Vives en el edificio? –le preguntó él.
Lali asintió, mordiéndose el labio para que no le temblara.
–Eso explica tu... relación con el ascensor.
Lali respiró profundamente y, una vez más, se llenó con aquel olor fresco y varonil. Tal vez no fueran alucinaciones suyas y aquel hombre fuese un piloto de combate, un leñador y un regatista. Tampoco era una posibilidad tan descabellada...
–Empezó poco a poco –dijo, con la misma voz que si hubiera corrido un kilómetro en medio minuto–. De vez en cuando se pasaba una planta y poco más. Pero ahora falla todo el tiempo. Y yo sigo pulsando el botón aun sabiendo que no servirá de nada, pues me niego a perder la esperanza de que algún día se comporte como un ascensor normal.
–La mujer y el ascensor... –dijo él con un brillo de regocijo en los ojos–. Como en una película de ciencia ficción.
A Lali se le escapó una carcajada que resonó en las paredes del minúsculo ascensor. Lo miró a los ojos y se encontró con una mirada tan intensa y penetrante que por unos momentos se olvidó de dónde estaba.
La única explicación a la reacción que estaba teniendo era su larga abstinencia. Aquel hombre no era su tipo, ni muchísimo menos. Normalmente, le gustaban los hombres de aspecto tan cuidado y presentable que casi resultaran transparentes. Hombres que no se sorprendieran si ella les presentaba un contrato para salir tres noches por semana, pagarlo todo a medias y sin promesas imposibles de cumplir.
Aquel hombre, en cambio, era de facciones duras y curtidas, enigmático y tan diabólicamente sexy que Lali tenía que refrenarse para no tocarlo y enterrar la cara en su cuello.
Una aventura con un hombre así sería como cambiar un paseo en poni por galopar a lomos de un semental en la Melbourne Cup. Pero ella no buscaba una relación. Tan solo necesitaba un trampolín para saltar de nuevo al mundo de las citas...
Extendió una mano.
–Lali Esposito. Del octavo piso.
–Peter Lanzani. Del doce.
–¿El ático? –aquel apartamento llevaba vacío desde que ella se mudó al edificio–. Entonces no has venido de visita...
–No.
–¿Lo has alquilado?
–Es mío.
Lali asintió, como si estuvieran hablando del mercado inmobiliario y no insinuando algo más.
–No sabía que lo hubieran vendido.
–No se ha vendido. He estado fuera y ahora he vuelto –no dijo por cuánto tiempo, pero el brillo de sus ojos hacía pensar que no iba a ser una corta temporada.
El ascensor emitió un pitido justo cuando Lali hacía acopio de valor para hacer algo tan imprudente como necesario, y las puertas se abrieron.
–Entiendo –murmuró ella, mirando el empapelado plateado de su piso. ¿Qué podía hacer además de salir?
Pasó junto a Peter y le rozó accidentalmente la muñeca con el dorso de la mano. Fue el contacto más ligero posible, pero la piel le chisporroteó mientras salía al pasillo y se daba la vuelta para invitarlo a un café. O para enseñarle las vistas de Melbourne. O para cualquier otro eufemismo que acabara de una vez por todas con su larga sequía de hombres.
Pero, entonces, él ocultó un bostezo con la mano, y Lali comprendió que el brillo de sus ojos se debía seguramente al jet lag, no a una especie de química extraordinaria y recíproca.
Si antes creía haberse puesto colorada, en esos momentos su cara debía de asemejarse a un camión de bomberos.
«Por favor», le suplicó al ascensor mientras los dos se miraban. «Ciérrate ya, solo por esta vez, por favor».
Sus ruegos fueron escuchados y las dos grandes puertas plateadas empezaron a deslizarse la una hacia la otra. La figura de Peter se fue haciendo más oscura, pero entonces rodeó con una mano el borde de una de las puertas para detenerla. El mecanismo de aquel ascensor no era rival para su fuerza.
–Hasta la vista, Lali Esposito, del piso octavo –dijo, antes de retirar otra vez la mano.
Y, justo cuando las puertas estaban a punto de cerrarse, sonrió. Fue una sonrisa letal, llena de promesas, que prendió hasta la última célula de Lali.
Un segundo después, desapareció.
Lali permaneció unos instantes en el pasillo, respirando por la nariz, con la imagen de aquella sonrisa grabada en su retina, incapaz de moverse.
El ruido metálico del ascensor ascendiendo la sacó de su ensoñación. Parpadeó y miró su reflejo en las impolutas puertas plateadas.
O, mejor dicho, miró la gran bolsa blanca que colgaba de su mano derecha... una mano derecha que ya nunca volvería a sentir igual. La bolsa de la que se había olvidado por completo.
La bolsa con las palabras escritas en rosa: ¡Vestidos de novia a precio de saldo!



Ha habido muy pocos comentarios:( si no les gusta la novela aun pudo cambiarla eso no es problema. Espero sus opiniones. Nos leemos mañana.

3 comentarios:

  1. si k hubo quimica.Jajaja ya me preguntaba dinde estaba la bolsa con rl teaje d novia.

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  2. Noii me encantaa esta buenisimaa

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