Tendría que acabar con la costumbre de hablar sola en casa...
Él se acercó aún más, respirando profundamente. Y Lali supo entonces que no habría dónuts aquella noche.
Con una última zancada, Peter cubrió la distancia que los separaba, la agarró del pelo y pegó su boca a la suya. Y toda la tensión acumulada estalló en el vientre de Lali, propagando por todo su cuerpo una ola de calor que nada tenía que ver con la calefacción.
También ella le agarró el pelo. Le rodeó la pierna con la suya y se arqueó para fundirse con él. Sintió cómo sonreía mientras la besaba, una sonrisa de triunfo y conquista y, sin pensarlo, le mordió el labio inferior.
Él se quedó inmóvil, expectante, calculando su próximo movimiento. Su calor corporal le abrasaba la piel a Lali, y las pulsaciones de sus venas latían al mismo ritmo que su desbocado corazón. La espera se hizo insoportable y se frotó contra él, muy suavemente, pegándose a su erección. Deslizó las manos por su nuca y le lamió el labio, saboreando el punto que acababa de morder.
Aquello era lo que tanto necesitaba. Desahogo y placer. Sin promesas ni compromisos.
Peter siguió besándola apasionadamente, colmándola de sensaciones, a cada cual más intensa y ardiente, hasta hacerle olvidar el sabor de su propia boca.
Le encontró el punto erógeno debajo de la oreja derecha y lo succionó con avidez, para luego recorrerle la base del cuello con la lengua y seguir hasta el borde del sujetador. Todo el cuerpo le vibraba y era incapaz de pensar en nada.
Gimió con frustración cuando él interrumpió el beso, pero, acto seguido, le deslizó un brazo bajo las piernas y la levantó como si no pesara nada. Ella le rodeó los hombros con los brazos y se agarró fuertemente mientras soltaba una risita.
Pero, cuando sus ojos se encontraron, la risa murió en su garganta y una corriente de placer la recorrió de arriba abajo.
Él abrió con el pie lo que debía de ser la puerta del dormitorio. Y entonces se detuvo en seco, tan bruscamente que ella tuvo que agarrarse para no salir despedida.
–Maldita sea –masculló, seguido por una retahíla de improperios.
–¿Qué ocurre?
Él la dejó de pie en el suelo, la agarró por los hombros y la hizo girarse hacia la habitación.
Era inmensa, la mitad de su apartamento. Tenía bonitas molduras y cornisas, y otros elementos decorativos en el centro del techo. A Lali le costó unos segundos imaginarse una lámpara en la mesita y una butaca en el rincón. Una mesa para el portátil bajo la ventana. Cortinas oscuras cayendo hasta el suelo... No había nada de eso.
Ni siquiera había una cama.
Un gemido de desesperación escapó de sus labios al ver las mantas amontonadas en el suelo.
Maldijo entre dientes, pero la risa que oyó a sus espaldas le confirmó que una vez más había vuelto a hablar en voz alta.
Él le rodeó la cintura con la mano, se la deslizó bajo la camiseta y ella se derritió contra la dureza que le apretaba el trasero. Peter le apartó el pelo y le mordisqueó suavemente el hombro, y, si ella no hubiera tenido los muslos fuertemente apretados, habría tenido un orgasmo allí mismo.
Se giró en sus brazos y le puso las manos en el pecho. Su cuerpo le llenaba el campo visual y bloqueaba toda luz que pudiera colarse entre ellos. Tenía el rostro en sombras, la piel le ardía y exhalaba un intenso olor a testosterona pura. Lali se echó por instinto hacia atrás y chocó contra el marco de la puerta.
–Peter...
La mano de Peter se posó en el marco, por encima de su cabeza. Lali expulsó el aire en una lenta y temblorosa exhalación hasta quedarse sin fuerzas. Ni siquiera podía sentir los pies. Solo sentía los latidos de Peter en las palmas de las manos, y como reverberaban hasta sus rodillas.
Un nudo en el pecho le impedía respirar. No sabía cuánto tiempo podría resistir, pero, si se retiraba en esos momentos, más le valdría comprarse un gato y olvidarse de los hombres para siempre.
Sus manos parecieron reaccionar ante la desagradable perspectiva y se movieron por los abdominales de Peter, sus musculosas caderas y sus duras nalgas. Él emitió un gemido gutural y volvió a besarla en la boca, esa vez sin la menor delicadeza. Sus labios y su lengua arrasaron cualquier resto de resistencia que ella aún pudiera ofrecer. Le quitó un tirante de la camiseta y se la bajó para exponer el sujetador. Le agarró un pecho a través de la tela y le acarició el pezón con el pulgar, provocándole un estremecimiento por todo el cuerpo. A continuación, bajó la mano hasta la cadera, le acarició el ombligo y, antes de que ella se diera cuenta, le estaba desabrochando los vaqueros y bajando la cremallera. Ella se agarró a sus caderas mientras él introducía la mano en sus braguitas y deslizaba un dedo a lo largo de la costura.
Un placer salvaje bloqueó cualquier otra sensación.
Peter volvió a besarla y le introdujo un dedo y luego otro. Lali dejó de tener control sobre su cuerpo. Todos sus músculos se le tensaron, la sangre se le agolpó en los oídos y ahogó un grito contra el hombro de Peter cuando el orgasmo la sacudió de la cabeza a los pies.
Estaba empapada en sudor y los labios le sabían a sal. Abrió los ojos a medias, justo cuando su camiseta volvía a su sitio y una uña le colocaba el tirante sobre el hombro.
No, no, no. ¿Qué significaba eso? ¡Aún no habían acabado! Ni muchísimo menos...
Enganchó los pulgares en la cintura del pantalón de Peter, pero él la detuvo y la miró con una expresión angustiosa.
–¿Tienes protección? –le preguntó, y ella sintió que el suelo se abría bajo sus pies.
Habían pasado meses desde la última vez que necesitó usar un preservativo o desde que lo incluyera en la lista de la compra. Tomaba la píldora, naturalmente, pero a aquel hombre lo acababa de conocer.
Su rostro debió de reflejar su decepción, porque Peter apoyó la frente en la madera y respiró profundamente sobre su hombro, poniéndole la carne de gallina.
–La farmacia más cercana está a tres manzanas –dijo ella.
–Si salgo en este estado, me detendrán.
–También está la chica del sexto...
Peter se apartó de la pared y la miró intensamente.
–¿Qué pasa con ella?
–Parece ser el tipo de chica que siempre tiene estas cosas en casa.
Peter se echó a reír.
–¿Qué clase de impresión les daría a los vecinos si llamo a su puerta a la una de la mañana con una erección para pedirles unos cuantos preservativos?
Preservativos... En plural. Santo Dios.
–Tienes razón –admitió ella, lamiéndose los labios resecos–. Aunque solo vayas a estar una breve temporada en la ciudad.
Él lo pensó un momento, pero la agarró de un dedo y la sacó del dormitorio.
–¿Peter?
Él la hizo callar con una mirada mientras recogía su chaqueta y su bufanda del sofá, la llevó al ascensor y allí la ayudó a recuperar un aspecto mínimamente decente.
–Por si acaso el ascensor se vuelve a detener en una planta equivocada –le dijo. El brillo de sus ojos le demostraba que no se había creído su excusa ni por un segundo–. No me gustaría que otro vecino se llevara una impresión errónea.
–Pero...
Las puertas se abrieron, él apretó la mandíbula y Lali creyó que iba a volver a besarla. Separó los labios y esperó con la respiración contenida, pero él la hizo girarse y le dio un pequeño empujón.
–Largo de aquí... antes de que empiece algo que ninguno de los dos pueda parar.
Comparado con su apartamento, el ascensor estaba congelado. Lali se cruzó de brazos para conservar el calor, el hormigueo que le recorría la piel y la maravillosa sensación que palpitaba entre sus piernas.
¿Qué podía decir? ¿«Lo siento»? ¿«Gracias»? ¿«Hasta la vista»? Al final ninguno dijo nada y se limitaron a mirarse mientras se cerraban las puertas.
Lali se derrumbó contra la pared. Sus piernas no podían seguir sosteniéndola. Se pasó una mano por los ojos y sacudió la cabeza. ¿Qué había ocurrido? Había puesto fin a su sequía, eso había ocurrido. ¡Y de qué manera! Mientras el ascensor la bajaba al vestíbulo y se detenía media docena de veces en una planta equivocada, estuvo reviviendo cada segundo de la increíble experiencia.
Cuando el ascensor la dejó finalmente en su piso, soltó un largo suspiro de alivio. Con un poco de suerte, su vida ya podría volver a la normalidad.
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ResponderEliminar@laliteronfire
K oportuno estar excitado y no tener preservativos.
ResponderEliminarChe quiero más que pasó??? Subi más plis!!!!
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