Se quitó el mono y se remangó la camisa. Entonces, se enjabonó las manos y los brazos y utilizó un cepillo para quitarse la grasa. Además del Mustang y de un Nissan, había estado trabajando también en el coche de Lali, que había remolcado hasta el taller a primera hora de la mañana.
Sentía la tentación de seguir trabajando toda la noche, pero sabía perfectamente que tenía que regresar a su casa para descansar Si no lo hacía, estaría demasiado agotado para trabajar al día siguiente.
En aquel momento el teléfono comenzó a sonar. Había sonado también sobre las diez, cuando estaba debajo del Mustang, pero no había querido hablar con nadie ni interrumpir lo que estaba haciendo. Tal vez era Stefano, que no había conseguido que nadie lo llevara a casa como solía ocurrir cuando Peter no estaba con él. Se dirigió a la pequeña oficina.
— ¿Sí? —preguntó, tras apoyarse el auricular contra el hombro para poder secarse las manos.
—¿Va todo bien?
No era Stefano, sino Lali. Algo sorprendido, Peter arrojó la toalla de papel a la basura.
—¿Porqué?
—Pensé que tal vez había habido una emergencia.
— No.
— Entonces, ¿qué has estado haciendo? Trabajando.
—¿Sólo trabajando?
— ¿Y qué esperabas?
— ¿No se te ocurrió llamarme para decirme que no ibas a venir a casa esta noche?
— ¿Acaso tenía que llamarte?
— Bueno, yo había dado por sentado... Hice... No importa —susurró.
—¿Qué?
—Nada. Olvídalo —replicó ella. Entonces colgó.
Peter observó atónito el teléfono. Entonces, la llamó, pero Lali no respondió. Se frotó las sienes y suspiró. Un día. Lali sólo llevaba allí un día y ya era demasiado, por varias razones.
Peter sacudió la cabeza cuando terminó de leer la nota que Peter había colocado sobre el frigorífico.
Hay comida en el frigorífico si tenéis hambre. L.
— Aquí huele muy bien —dijo Stefano.
Peter abrió el frigorífico. En su interior, vio una enorme lasaña, una ensalada, una barra de pan de ajo y una jarra de limonada. A juzgar por el número de cacerolas que había secándose sobre el escurreplatos, Lali se había tomado muchas molestias.
Se sintió un poco culpable por no haberse molestado en decirle que no iba a ir a cenar. Había pensado en llamarla, pero se había negado a sentirse como si tuviera que darle explicaciones. No le debía nada. Hacía dos años, Peter le había pedido que se casara con él. Ella lo había rechazado de pleno y se había marchado del pueblo con otro hombre. Aquello no lo obligaba a nada.
—Hay comida en el frigorífico si te apetece cenar —le dijo a Stefano.
Éste estaba alimentando a Bruiser y dándole un poco de agua. A continuación, sacó la lasaña del frigorífico. Por su parte, Peter se dirigió al salón para ver un rato la televisión. Quería hablar con Lali, averiguar si había hablado con sus padres o había tomado alguna decisión sobre el futuro. Admitía que la joven estaba en una situación muy difícil, situación de la que culpaba exclusivamente a Amadeo. Sin embargo, estaba decidido a no implicarse de nuevo con Lali... a ningún nivel, lo que significaba que tenían que resolver la situación lo antes posible.
Vio que la televisión estaba encendida y que proporcionaba la única luz del salón. Se dio cuenta de que Lali estaba tumbada sobre el sofá, pero, al acercarse un poco, vio que estaba dormida. Estaba decidiendo si despertarla o no cuando el teléfono comenzó a sonar. ¿Quién podría llamar a medianoche?
—¿Sí? —preguntó, tras descolgar el teléfono.
Fuera quien fuera la persona que estaba al otro lado de la línea, colgó inmediatamente.
— ¿Eran mis padres? —quiso saber Lali, medio dormida.
— Tal vez —respondió Peter colgando el teléfono—. ¿Por qué? ¿Acaso estabas esperando que te llamaran?
Ella parpadeó. Tenía el rímel corrido, el estampado del sofá marcado sobre el rostro y el pelo de punta. Tenía muy mal aspecto, pero a Peter no le importó. Inmediatamente, su mente conjuró el tacto de sus dulces labios contra los suyos y la expresión que apareció en su rostro cuando le acarició por primera vez un seno...
Se lamentó de cómo habían pasado los años y se recordó que lo que había habido entre ellos se había terminado. Para siempre.
— En realidad no —contestó Lali mientras trataba de atusarse el cabello—. Yo... Yo... Sólo pensé que tal vez quisieran ponerse en contacto conmigo. Ya sabes, sólo para saber cómo estoy.
La frágil sonrisa que se dibujó en sus labios y el tono de su voz no sonaron sinceros, pero Peter se negó a sentir simpatía alguna por ella. Necesitaba librarse de ella tan rápidamente como le fuera posible, antes de que los recuerdos acabaran con los progresos que había hecho en los últimos dos años.
—Tal vez deberías llamarlos por la mañana — sugirió.
— Si quisieran hablar conmigo, ya me habrían llamado, ¿no te parece?
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