Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

lunes, 28 de enero de 2013

Capitulo 14


Oyó  que  la  furgoneta  de  Peter  arrancaba  en  el  exterior.  «Mañana»,  se prometió, mientras él se alejaba. Seguramente se sentiría mucho mejor entonces.
— Ese viejo Cadillac funciona, pero no puedo prometerte por cuánto tiempo
—dijo Chase, a la puerta de la oficina de Peter.
Él levantó la mirada de su desordenado escritorio para mirar a su mecánico. Chase sólo tenía diecinueve años, pero tenía un verdadero talento para los coches.

— Es muy viejo. No podemos hacer nada más.
—¿Quieres las llaves?
— Sí.
Chase se las tiró. Peter las atrapó y se las metió en el bolsillo. Tal vez el Cadillac funcionara, pero el coche no iría a ninguna parte si él no conseguía que Lali se levantara de la cama.
—Empieza con la puesta a punto del todoterreno de Lila Bronwyn —le dijo a Chase. Entonces, apagó la radio y llamó a Lali. Dejó que el teléfono sonara unas veinte veces, colgó y volvió a llamar, pero ella no contestó — Responde, maldita sea—musitó. Estaba perdiendo la paciencia.
—¿Qué pasa? —preguntó Stefano mientras se limpiaba las manos con un trapo y entraba en  la  oficina seguido de Bruiser—. ¿Estás enfadado? ¿Estás enfadado conmigo, Peter?
—  No  estoy  enfadado  —dijo  Peter,  aunque  sí  estaba  empezando  a preocuparse.
Lali no  se  levantaba.  No  comía.  No  hacía  nada...  Pensó  en  sus  padres.
¿Debería haberles dicho que su hija no podía trabajar? ¿Habría supuesto aquella confesión un cambio en su actitud?
Sabía que tal vez él no era la persona más adecuada para ocuparse de aquella situación, pero no había nadie más que estuviera dispuesto a ayudarla. Lali había estado fuera demasiado  tiempo  y, aparentemente, no había mantenido contacto con sus amistades, lo que significaba que él era lo más cercano a un amigo para ella.
De repente,  el  flamante  coche  de  Pablo Martinez pasó  por  delante  del  taller. Recordó que todos los del pueblo le habían dicho que Lali llevaba enamorada de Pablo casi toda su vida. Un  día, ella misma le había confesado sin preámbulo alguno que quería casarse con Pablo Martines algún día. Nunca había visto que Pablo mostrara ningún interés por ella y, de hecho, no se los podía imaginar juntos. Sin embargo, Pablo era rico y una persona de fiar. Tal vez lo mejor que Peter podría hacer por Lali y su hijo era dejarlos sobre el regazo de Pablo. Un amigo era capaz de hacer algo como eso, ¿no?
Tomó el teléfono y llamó al salón de belleza para hablar con Eugenia.
—¿Sí?
—¿Puedo hablar con Eugenia?
— Hola, Peter —dijo una mujer. Por la voz, él supo que se trataba  de
Ashleigh Evans.
—¿Cómo te va?
—Bien. ¿Dónde has estado? Te he echado de menos.
El viernes anterior habían estado bailando en el Honky Tonk, pero Peter sabía que, si le decía el poco tiempo que hacía que se habían visto, ella le diría que había pasado una eternidad.
—He estado muy ocupado.
—Me prometiste llevarme a dar un paseo en tu moto, ¿te acuerdas?
— Ya me pasaré por el salón en alguna ocasión.
— Me muero de ganas...
El teléfono cambió de manos y, por fin, Peter escuchó la voz de Eugenia.
— Creo que le gustas.
—¿A Ashleigh?
— Sí.
Peter ya lo sabía. Se le había estado insinuando desde que rompió con su anterior novio. Incluso le había invitado a ir a su casa el viernes anterior, pero él se había resistido.
—Necesito un favor, Eugenia.
—¿De verdad? ¡Vaya! Nunca me has pedido nada. Debes de estar desesperado.
— Lali está buscando trabajo —dijo él, sin prestar atención a sus palabras.
— He oído que está embarazada.
— Es cierto.
—¿Por qué no me lo dijiste?
 —Me imaginé que lo averiguarías enseguida.
— Algunas tienen una suerte —suspiró Eugenia.
—Estoy seguro de que Lali se sorprendería mucho de oír cómo hablas de su situación — replicó él, al recordar cómo había visto a Lali la noche anterior.
— Sabes que yo haría cualquier cosa por tener un hijo, Peter, especialmente un hijo de Nico. Algunas veces lo amo tanto que ni siquiera puedo respirar y, sin embargo, no le puedo dar lo que los dos más deseamos en el mundo.
—Estás demasiado tensa, Euge.
—Casi tengo treinta y tres años.
— Muchas mujeres tienen hijos a los treinta y tres años.
— Y todas las demás van a tener uno también.
—¿Todas las demás?
— Delaney vuelve a estar embarazada.
—¿De verdad?
— No ha querido decírmelo porque esperaba que yo también tuviera buenas noticias, pero ha engordado últimamente y yo lo adiviné.
— Sólo tienes que seguir intentándolo —dijo Peter—. Estoy seguro de que a
Nico no le importa.
— No, esa parte le gusta. Lo que no le gusta son los disgustos que me llevo cuando no conseguimos nada.
— Lo que tienes que hacer es olvidarte del tema y, entonces, estoy seguro de que ocurrirá.
— Yo  no  creo  que  sea  así.  Voy  a  empezar  a  tomar  medicación  para  la fertilidad.
— Haz lo que creas necesario, China.
— Hay mucha gente que tiene problemas de fertilidad.
— Lo sé... Bueno, sobre lo de ese trabajo...
— Yo ya le he ofrecido a Lali un trabajo. Vino al salón hace un par de días, pero me dijo que no puede estar mucho tiempo de pie.
— Yo no estaba pensando que trabajara en el salón.
—Entonces, ¿dónde?
—¿Qué me dices del hotel?
—Estamos en invierno, Peter. Hay demasiado personal en el hotel, porque Conner y Delaney no quieren despedir a nadie. Están tratando de llegar así hasta el verano, pero me da la impresión de que la economía anda algo justa. Tienen que tener cuidado.
— ¿Crees que Nico y Pablo podrían tener alguna vacante en el rancho? Ella podría  ocuparse  de los libros o de responder a las llamadas de teléfono, ¿no te parece? Lali es una buena amiga de la familia. Estoy seguro de que ellos podrían ayudarla hasta que tenga al bebé.
— Seguramente  podrían  encontrarle  algo  que  hacer,  pero...  yo  nunca  lo habría  sugerido por ti. ¿Estás seguro de que quieres que Lali trabaje con Pablo, Peter?
— Creo que ya va siendo hora de que Lalie consiga lo que desea —replicó él.
—¿Y qué es lo que deseas tú?
— Yo ya tengo lo que quiero.
— Está bien —afirmó Eugenia, a pesar de que no parecía muy convencida—. Llamaré a Nico y volveré a llamarte a ti.
Peter se negó a marcharse.  Estaba  de pie al lado de la cama  de Lali, mirándola  con  desaprobación.  Cuando  eso  no  funcionó,  empezó  a  tirar  de  la manta.
— Déjame en paz —gruñó ella—. Estoy cansada.
—¿Cómo puedes estar cansada? Son casi las tres de la tarde y llevas dos días durmiendo.
— Creo que me ocurre algo.
— Se llama depresión.
— Yo nunca he tenido problemas con la depresión.
—En ese caso, levántate.
Lali se acurrucó para compensar el calor que había perdido cuando Peter le quitó las mantas.

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