Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

viernes, 18 de enero de 2013

Capitulo 7



Lali se pasó la mañana buscando trabajo. Probó en la agencia inmobiliaria, en la agencia  de seguros, en el colegio, pero la respuesta fue la misma en todas partes. No necesitaban a nadie.
El restaurante de Jerry ocupaba el último lugar en su lista de opciones, pero, cuando había ido a la tienda de ultramarinos de Finley para ver si sabían de alguna vacante, Louise, la cajera, le dijo que hablara con Judy en el restaurante. Louise se había enterado de que la hija de Judy iba a dejar su trabajo en el video-club para volver a estudiar.

Tras aparcar el Buick en el único espacio libre frente al restaurante, Lali se bajó del vehículo.
— ¿No es ése el coche de Hatty?
Lali vio  que  Maria  Del Cerro estaba  de  pie  bajo  la  pequeña  pérgola  del restaurante.
—Hola, Merry.
Merry, que era sólo seis años mayor que Lali, andaba y hablaba como si se considerara reina perpetua del baile del instituto. En realidad, sólo era una mujer divorciada, con un hijo de once años, que se moría por cazar a uno de los solteros de oro de Dundee.
— No me digas que has vuelto con Peter — dijo Merry, sin dejar de mirar el
Buick.
Lali sabía que todos los que la vieran conduciendo el Buick iban a llegar a la misma conclusión. Sin embargo, sabía que no podía recluirse en la vieja granja de Hatty durante mucho tiempo.
— Peter y yo sólo somos amigos. El... él me está ayudando.
—Peter no es el tipo de hombre que hace favores sin pedir nada a cambio —
comentó Mary, con una sonrisa.
—¿Y cómo lo sabes tú? —replicó Lali.
Antes de que Merry pudiera responder, Pablo Martínez salió del restaurante. Estaba metiéndose  la  tarjeta  de  crédito  en  la  billetera. Al  ver  a  Lali,  el  rostro  se  le iluminó.
—¡Lali! No sabía que habías regresado. Cuando sólo era una niña, Pablo Martínez había vuelto loca a Lali. A pesar de que sólo tenía cinco o seis años, solía esperarlo a la entrada de su casa cuando él iba a repartir el periódico. Seguía siendo uno de los hombres más guapos que había  conocido en su vida. Sin embargo, por muy atractivo que fuera, era trece años mayor que ella. Siempre la había tratado como una hermana pequeña. Además, Lali había terminado con los hombres. Al menos durante unos cuantos años.
— Hola, Pablo —dijo ella—. ¿Cómo estás?
— Muy bien. ¿Qué te trae al pueblo?
Lali no quiso decirle que estaba embarazada y que se encontraba sin dinero, aunque él lo descubriría muy pronto.
— Regresé ayer —comentó, sin responder la pregunta.
—¿De verdad? Entonces, ¿has vuelto a casa para siempre?
— Sí.
— Eso es estupendo.
— Sí, es estupendo volver a estar aquí — mintió.
Entonces,  se  dio  cuenta  de  que  Merry  no  se  había  movido  y  que  estaba mirando a Pablo como si... como si... ¿como si estuvieran juntos?
— ¿Acabáis de almorzar juntos? —les preguntó.
— Así es —replicó Merry, mientras se alisaba un traje que no era ni la mitad de impresionante de lo que ella creía.
¿Habría comenzado Pablo a salir con ella cuando su hermano Nico la dejó para casarse con Eugenia? Aquel pensamiento hizo que Lali se sintiera enferma. Ya no le interesaba Pablo, pero no sentía simpatía alguna por Eugenia.
En aquel momento, Pablo se miró el reloj.
—Deberíamos irnos. Le prometí a Slinkerhoff que no entretendría a Merry más de una hora.
—¿Sigues trabajando en el bufete, Merry? — quiso saber Lali.
—Esta tarde vamos a tomar una declaración —comentó ella, como si aquello la convirtiera en alguien importante.
— ¿Quién se va a divorciar? —preguntó Lali. Todo el mundo sabía que
Slinkerhoff estaba especializado en casos de separación.
— No se trata de un caso de divorcio. Es un juicio criminal.
—¿Significa eso que Slinkerhoff se ha pasado al derecho penal?
— A su sobrino se le acusa de haber robado dos casas en tu antiguo barrio —
explicó Merry.
— ¿A su sobrino? —dijo Lali—. No sabía que tenía sobrinos.
— Probablemente lo hayas visto por aquí — comentó Pablo—. Debe de tener unos veintidós años.
—Oh...
—¿Piensas volver a trabajar en el salón de belleza? —quiso saber Pablo.
— No.  Estoy  buscando  otra  cosa  —mintió.  No  quería  enfrentarse  con  la reacción de Merry cuando supiera la verdad.
— Es una pena —dijo Pablo quitándose el sombrero — . Nadie corta el cabello tan bien como tú.
—Podría ir a tu casa a cortarte el pelo de vez en cuanto —sugirió ella. Cortar el cabello de vez en cuando no podría hacerle daño al bebé. Además, necesitaba el dinero.
— Eso sería estupendo —afirmó Pablo —. Llámame cuando te instales. De repente, Merry entornó los ojos y miró los pies de Lali.

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