— Nada de importancia —contestó.
Sin embargo, mientras se iba a la cama, se detuvo brevemente frente a la puerta de la habitación en la que dormía Lali, recordando las noches que habían pasado juntos. No
Habían sido muchas. Incluso entonces Peter había sabido que estaba librando una batalla perdida por conseguir sus afectos. A ella le gustaba el hermano mayor de Nico desde hacía mucho tiempo, pero Peter nunca se había sentido intimidado. Había dado por sentado que tendría todo el tiempo del mundo para convencerla de que amar a un hombre que la amaba a su vez era mucho mejor que idealizar a un amigo de la familia que nunca había mostrado ningún interés por ella. Entonces, había aparecido Benjamín Amadeo y lo había cambiado todo...
Peter hizo un gesto de dolor al recordar la noche en la que había tratado de convencer a Lali para que se quedara con él. La noche que le había pedido que se casara con él. Ella habría podido convertirlo en un hombre honrado.
«Estuve cerca», pensó. Entonces, se dirigió a su dormitorio. Si la decisión de Lali hubiera sido diferente, podría ser que el niño que llevaba en las entrañas en aquellos momentos fuera de él. Desgraciadamente, aquello no sonaba tan mal como a Peter le hubiera gustado...
Lali miró el techo completamente atónita, preguntándose dónde estaba. Observó atentamente el dormitorio y entonces lo recordó todo. Estaba en la granja de la abuela Hatfield, con Peter Lanzani, el tipo que había arruinado su reputación antes de que ella arruinara su vida. A sus padres no les había agradado que se comprometiera con Benjamín. Su único consuelo había sido que, al menos, no había terminado con Peter Lanzani.
Se tapó los ojos y lanzó una triste risotada. La ironía del destino había hecho que terminara con Peter porque él había sido más compasivo que sus propios padres. Sin embargo, no se quedaría con él mucho tiempo. Encontraría un trabajo y se mudaría. Tal vez estuviera embarazada y siguiera soltera, lo que la convertía en carnaza para las chismosas, pero iba a volver a levantarse.
Con aquella firme decisión, se levantó de la cama. Cuando se miró en el espejo de la cómoda, vio que tenía el corto cabello de punta, unas profundas ojeras y que estaba muy pálida. Se volvió a sentar en la cama. ¿A quién estaba tratando de engañar? Nadie iba a contratar a una mujer que parecía enferma y que no podía estar de pie mucho tiempo. No podía trabajar en la biblioteca, ni en el supermercado, ni siquiera en el Arctic Flyer. ¿Cómo iba a sobrevivir hasta que diera a luz?
Con cierto resentimiento, pensó que Benjamín debería estar ayudándola. Era tan responsable de su situación como ella misma, pero el adjetivo responsable sería la última palabra que alguien utilizaría para hablar de Amadeo. Lo único que podía esperar era que se mantuviera alejado de su vida. Si regresaba con él, se pasaría el tiempo esperando en el pequeño apartamento que tenían en San Francisco, preguntándose si la irían a echar de allí mientras él estaba esnifando cocaína o persiguiendo a otras mujeres. Había caído muy bajo, pero no tanto como para regresar a aquella vida.
Se sobresaltó al oír que alguien llamaba a la puerta. Dio por sentado que era
Peter y no se sentía con fuerzas para enfrentarse a él a la luz del día.
—¿Sí?
—Peter me ha pedido que te traiga esto — dijo Stefano mientras entraba con una bandeja que contenía cereales, tostadas y mermelada y con Bruiser pisándole los talones—. Tenemos que irnos a trabajar. Yo trabajo para Peter. Arreglo coches —añadió, como si no lo hubiera mencionado antes.
—Eso es maravilloso. ¿Crees que le vendría bien un poco más de ayuda en el taller?
— ¿Quieres arreglar coches? —preguntó Stefano, asombrado.
— En mi situación, sería capaz de hacer cualquier cosa.
— Yo cambio el aceite, los filtros del aire y las bujías. Podría enseñarte cómo se hace...
— Sólo estaba bromeando —dijo ella—. No creo que pueda meterme debajo de un coche durante mucho tiempo.
— Oh —replicó Stefano. La miró algo asombrado, pero no preguntó nada más. Se limitó a observarla muy atentamente.
—¿Qué es lo que pasa?
—Peter me dijo que te dijera... que te dijera que las llaves del viejo Buick de
Hatty están en la encimera de la cocina —contestó Stefano, con gran concentración
. Por si quieres ir a algún sitio.
—Es muy amable por su parte.
— Peter nunca me ha pegado. Ni siquiera una vez.
Aquella inesperada declaración hizo que Lali se preguntara cómo lo había tratado su padre, pero no quiso preguntar. No estaba segura de poder escuchar la respuesta en aquellos instantes.
— Stefano, nos vamos —lo llamó Peter, desde la planta baja.
—Dale las gracias a Peter de mi parte — dijo Lali.
—Claro que sí. Se lo diré.
Stefano le dedicó una sonrisa antes de marcharse y salió del dormitorio seguido de Bruiser. En el exterior, el motor de la furgoneta de Peter se puso en marcha. Lali se asomó por la ventana y vio cómo el perro saltaba en la parte trasera y se marchaban. Entonces, desayunó y se duchó.
Dobló cuidadosamente la ropa que él le había prestado la noche anterior. Se preguntó si su madre habría salido a buscarla la noche anterior. Si lo había hecho,
¿Por qué no habían llamado a Peter? Estaba segura de que su madre lo había visto. Si sus padres se preocuparan por ella, habrían llamado para ver si...
Un trabajo. Necesitaba un trabajo. Apartó el pensamiento del doloroso comportamiento de sus padres. Si no se centraba en las consideraciones prácticas, el dolor que le había producido su rechazo la inmovilizaría rápidamente.
Abrió la maleta grande y trató de decidir qué ponerse. Había tenido que vender la mayoría de su ropa y de sus zapatos. Afortunadamente, no necesitaba mucho en Dundee, pero tenía que ganarse la vida. Cuanto antes encontrara trabajo, antes podría elegir lo que ponerse.
Desgraciadamente, las noticias de su embarazo ilegítimo viajarían muy rápido, lo que tendría un impacto negativo en sus oportunidades de encontrar empleo, especialmente en un pueblo tan conservador y tan pequeño.
Con la esperanza de derrotar a los rumores, se puso un sencillo vestido negro para no tener un aspecto tan ridículo con las sandalias, que eran los únicos zapatos de los que disponía. Entonces, se peinó y se puso algo de maquillaje. A continuación, fue a buscar las llaves del Buick.
—Bienvenida a Dundee —susurró.
noveeeeeeeeeeeeeeeeeeee
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