Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

miércoles, 9 de enero de 2013

Capitulo 3

— ¿Ocupado? —replicó Peter.
— Sí, bueno... es que lo atropello un tranvía — contestó ella, con una sonrisa para que él supiera que estaba bromeando.
Había esperado que él sonriera también, pero Peter permaneció muy serio. Lentamente, se colocó el palillo en el otro lado de la boca.
— Lo que quieres decir es que la vida en San Francisco no era el paraíso que te habías imaginado.
—Bueno, todos cometemos errores —musitó ella, justo cuando él aparcaba frente a la casa de sus padres.
Los dos se bajaron. Peter sacó con facilidad las maletas del asiento y las llevó hasta la puerta. Entonces, apretó el timbre. A continuación, se dio la vuelta y la dejó sola, sin siquiera despedirse de ella.
—¿Acaso no has hecho tú nunca nada de lo que te arrepientas? —le preguntó ella, antes de que se marchara. No tuvo tiempo de dar una respuesta. La puerta se abrió casi inmediatamente. Por primera vez en dos años, volvió a ver el rostro de su madre—. Hola, mamá —añadió,  esperando que Tami Esposito se mostrara más compasiva que Peter.
La expresión del rostro de su madre no resultó muy prometedora. Cuando vio a Peter, los rasgos de su cara se tensaron aún más.
— ¿Qué estás haciendo aquí?   
— Yo —susurró, rezando para que  Peter  no pudiera escucharlas. El dolor se apoderó de  ella. No podía recordar ni una sola palabra de la   disculpa  que había preparado durante el viaje yo … Sólo deseaba que su madre la abrazara- yo  necesitaba  regresar a casa, mama solo durante un tiempo...
— Ah, ahora quieres venir a casa -
— Sé que estás enfadada...
— Benjamín llamó. Te está buscando –la interrumpió Tami.
—¿Sí?
—Nos dijo que no os habíais casado. Entonces, —se cruzó de brazos y  se apoyó  contra el umbral de la puerta—. ¿Es eso cierto?
Sí, pero sólo porque...
—También dijo que estabas embarazada de cinco meses
Instintivamente,  Lali  se  cubrió  el  vientre  con  la  mano.  Aún  no  había engordado demasiado, por lo que no se notaba que estaba embarazada, sobre todo con la enorme sudadera de Benjamín.
— No... No fue algo que yo planeara, pero, cuando ocurrió, pensé que tal vez
Benjamín...
— No quiero escuchar nada más. Esta no es la educación que yo te di, Mariana Esposito. Eras una buena chica, la mejor...
— Sigo siendo la misma persona, mamá — afirmó ella.
— No, tú ya no eres la muchacha que yo conocí.
Lali no supo qué decir, por lo que decidió cambiar de tema.
— Benjamín no tenía derecho alguno a decirte nada. Fue él quien...
— Es un mentiroso, tal y como te dijimos. Tratamos de que lo comprendieras, pero tú no nos escuchaste. Ahora que te has forjado tu vida, lo mejor que puedes hacer es vivirla — concluyó su madre. Entonces cerró la puerta con decisión.
Lali parpadeó. Se sentía vacía, incrédula. Se había aferrado al pensamiento del hogar de  su niñez durante cientos y cientos de kilómetros. No tenía ningún otro sitio al que ir. Se había  gastado casi todo el dinero que tenía para llegar a Dundee. Sólo tenía veinte dólares en el  bolsillo. Ese dinero no le bastaría para poder alquilar una habitación. Ni siquiera podía ir al motel que había a las afueras del pueblo sin poner en peligro la vida de su hijo.
De repente, notó que Peter no se había marchado. Aquello significaba que, seguramente,  lo había escuchado todo. Mientras se daba la vuelta se apoderó de ella una vergüenza tan  poderosa que casi resultaba dolorosa. Efectivamente, él estaba en la acera, apoyado contra su  furgoneta, sin importarle que la lluvia lo estuviera empapando. La miraba fijamente, con sus brillantes ojos marrones.
El hecho de que él se enterara del embarazo de Lali de aquella manera, que viera a lo que  Benjamín la había reducido... Todo resultaba demasiado humillante. Había roto su relación con Peter porque había deseado más de lo que él podía darle y allí estaba ella...
Se le formó un nudo en la garganta y los ojos comenzaron a escocerle. Sin embargo, aún  le quedaba un poco de orgullo. Se inclinó y tomó la maleta más pequeña. Dejó la grande,  porque era demasiado pesada para transportarla con dignidad. Entonces, se cuadró de hombros y comenzó a andar calle abajo. No sabía adónde iba, pero, en aquellos momentos, cualquier lugar era mejor que el lugar en el que se encontraba.

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