Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

miércoles, 16 de enero de 2013

Capitulo 5


—Trabajando.
—¿En qué?
— Es el dueño del taller de reparación de coches «Lionel e Hijos» —dijo una tercera voz.
Lali se dio la vuelta y vio a Stefano de Gregorio apoyado contra el umbral de la puerta y frotándose los ojos. Un rottweiler del tamaño de un pony iba pisándole los talones. Stefano iba vestido con un pijama.
— Has  regresado  —añadió,  al  reconocerla  inmediatamente—.  Me  alegro mucho, Lali. Te he echado de menos. Te echaba de menos para que me cortaras el pelo.

Lali  ni  siquiera  tuvo  tiempo  de  levantarse.  Stefano  se  acercó  a  ella rápidamente y la abrazó con fuerza. Nunca habían sido amigos, pero ella le había cortado el cabello de vez en cuando mientras trabajaba en la peluquería. Además, habían ido juntos al colegio hasta que, en el segundo curso, se hizo evidente que Stefano no se estaba desarrollando con normalidad y empezó a asistir a un colegio especial.
—¿Qué estás tú haciendo aquí? —le preguntó Lali, cuando Stefano la soltó por fin
— Ahora vivo aquí. Vivo con Bruiser y Peter.
Evidentemente, Bruiser era el rottweiler que olisqueaba con tanta curiosidad a Lali. Sin embargo, ella no lograba comprender el vínculo que unía a Peter y a
Stefano. ¿Cómo habían terminado viviendo juntos una pareja tan dispar?
— ¿Desde cuándo?
Stefano se sentó con una expresión triste en el rostro.
— Mi padre murió. ¿Lo sabías, Lali? Un día regresé a casa y él sólo me miraba muy fijamente. No me decía nada.
— Es horrible —dijo ella—. Lo siento mucho. No lo sabía.
La tristeza de Stefano desapareció tan rápidamente como había llegado.
— ¿Quieres que te enseñe lo que he hecho?
— Mmm... bueno.
Stefano se levantó rápidamente y salió corriendo de la cocina. Lali interrogó a Peter con la mirada.
—¿Stefano vive aquí contigo? —le preguntó—. ¿Cómo es eso?
— Lo conocí en la tienda cuando me hice cargo.
—¿Y?
— Ya lo has oído. Su padre ha muerto.
—¿Y por eso lo has acogido en tu casa?
— Trabaja para mí. En realidad, he podido enseñarle bastantes cosas sobre los coches.
Enseñarle un oficio a Stefano tenía que ser un proceso lento y frustrante. Que Peter  tuviera  la  paciencia  suficiente  para  hacerlo  y  se  hubiera  tomado  las molestias cuando nadie más se había preocupado de hacerlo, impresionó mucho a Lali.
— Debe de haber algo más.
— En realidad no. Stefano sólo tenía a su padre. Cuando él murió, ya no había nadie que pudiera cuidar de él.
— Es muy amable por tu parte —comentó ella. De algún modo, Peter nunca dejaba de impresionarla—. ¿Qué le habría ocurrido si no hubieras intervenido tú?
—Habría ido a un asilo de Boise.
— La mayoría de las personas habrían dejado que se fuera.
Peter dejó los huevos encima de la mesa y fue a la encimera para untar de mantequilla las tostadas que acababan de hacerse.
—Tal vez, pero a mí no me pareció que estuviera bien. Stefano creció aquí. Dundee le  resulta cómodo y familiar. Además, en el asilo no le habrían dejado tener un perro ni trabajar con coches. Stefano vive por esas dos cosas.
Como  para  confirmar  las  palabras  de  Peter, Stefano  apreció  con  una maqueta de un antiguo Ford.
— Mira, Lali —le dijo — . Este es un Model-T, uno de los primeros coches que se fabricaron. Venía desmontado. Peter me ayudó a construirlo.
—¿Sí? —preguntó Lali mientras observaba cómo Peter limpiaba la cocina.
— Sí —contestó Stefano—. Peter es capaz de hacer cualquier cosa.
Lali volvió a mirar a Peter y vio que él tenía una triste sonrisa en los labios.
—Resulta más fácil satisfacer a unas personas que a otras —dijo él.
— ¿Dónde estás? —preguntó Eugenia, en cuanto el camarero del Honky Tonk la acompañó al teléfono—. Nico y yo llevamos esperándote más de una hora.
— He tenido una ligera complicación —respondió Peter.
— ¿Qué clase de complicación?
—Lali —dijo él, tras mirar a la puerta de la cocina para asegurarse de que estaba solo.
—¿Cómo dices? —exclamó Euge, completamente incrédula.
— Lali Esposito ha vuelto al pueblo.
—¡Ni hablar!
— Es cierto
—Pensé que ya te habías olvidado de Lali
— Es cierto— replicó Eugenia—. La semana pasada me dijiste que no te hablara más de ella. Me dijiste que ella no se iba a poner en contacto contigo y que no importaba porque tú no...
—Recuerdo perfectamente lo que dije —la interrumpió él.
— ¿Y ahora ha vuelto? ¿Así, de repente? ¿Cómo lo sabes?
— Me la encontré en el arcén de la carretera, a unos cuantos kilómetros del pueblo.
—¿Estaba Benjamín con ella?
—¿Qué te parece a ti?
—Creo que han durado más de lo que hubiera creído. No debería haberte dejado nunca — dijo Eugenia.
— ¿Dejarme dices? Prácticamente echó a correr en la dirección opuesta.
— Tal vez sea porque no le das a la gente una oportunidad.
— Ella tuvo más de una oportunidad.
— No es que seas poco sociable exactamente. Tan sólo eres algo tosco y testarudo. Y algo cínico...
— Eso es muy bueno viniendo de ti —señaló Peter, aunque Eugenia no lo estaba escuchando.
— ¡Oye! ¿Crees que querrá volver a trabajar en el salón de belleza?
—¿No crees que deberías dejar de dirigir esa peluquería? No es que necesites el dinero.
— Ya no dirijo el salón de belleza. Pienso comprarlo. Así será como tener algo que sea sólo mío. Me ayuda a seguir siendo Eugenia para que mi personalidad no se pierda siendo la señora de Riera.
— ¿Esperas que comprenda lo que me estás diciendo?
—Lo comprendes —replicó ella, riendo — , y lo sabes.
Peter sólo comprendía que Eugenia era una de las pocas personas en las que podía confiar y valoraba mucho su amistad.
—Entonces, lo que quieres es que haga que Lali te llame dentro de un día o dos si está interesada en volver a trabajar, ¿no?
—Espera un momento. Está en casa de sus padres, ¿verdad?
—Te equivocas.
— ¡No me digas que está en tu casa!
—Tuve que traérmela a mi casa. Sus padres se negaron a acogerla.
—¿Por qué?
—Porque está embarazada y sigue soltera — contestó, a pesar de que el tema del embarazo  resultaba algo difícil para Eugenia. Nico y ella llevaban dos años tratando  de  tener  un  niño  — Creo  que  siguen  algo  molestos  porque  ella  se marchara de tan mala manera.
—Espera un momento. A mí no me gustaba Benjamín más que a ti, pero Lali tiene derecho a tomar sus propias decisiones.
—Eso díselo a sus padres.
—Entonces, ¿no vas a poder venir a tomar algo con nosotros esta noche?
—Es bastante tarde.
—No importa. Delaney y Conner han decidido unirse a nosotros.
Delaney era la mejor amiga de Eugenia desde que eran niñas. Ella se había casado con  Conner Armstrong hacía casi tres años. Habían tenido un hijo casi inmediatamente y se habían  construido un hotel en un rancho. A pesar de todo, Delaney y Eugenia siempre estarían muy unidas.
— He ganado a Nico al billar —añadió.
—Pura suerte, nada más —gritó Nico, desde un segundo plano.
— No lo escuches. Es un mal perdedor.
— Si vuelves a jugar conmigo, te mostraré quién es un mal perdedor.
— Mira, tengo que dejarte  —comentó Eugenia, refiriéndose a Peter—. Nico quiere que lo humille.
—Buena suerte —dijo él.
— Peter —comentó Eugenia, antes de que colgara.
—¿Sí?
—¿Qué has sentido al volverla a ver?

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