— Me levantaré mañana.
—Te levantarás hoy mismo. Te he concertado una entrevista de trabajo.
—¿Dónde? —preguntó ella, aunque en realidad no le importaba.
— Pablo Martinez está buscando una secretaria. — Lali levantó la cabeza y lo miró asombrada.
—¿Pablo Martinez?
— Eso es lo que he dicho.
— ¡Debes de estar bromeando!
— No.
— Yo no sé nada sobre ranchos —replicó ella después de taparse los ojos con un brazo.
—Te ocuparás de llevarle los libros.
—Tampoco sé nada sobre llevar libros.
— El te enseñará.
— No pienso ir —afirmó Lali. No quería ver a nadie en su estado, pero, muy especialmente, no quería ver al hombre con el que siempre había deseado casarse.
—Claro que sí.
—¿Sabe él que estoy embarazada?
—No tengo ni idea.
— Iré a cualquier parte menos allí.
— Vamos. Estamos hablando del hombre de tus sueños, ¿te acuerdas? —
comentó Peter, con ironía.
— Está saliendo con Merry Del Cerro así que no me hables de sueños.
— Eso no quiere decir nada —replicó Peter—. Toma —añadió señalando una bolsa marrón — Ahí tienes un bocadillo. Cómetelo y luego ve a darte una ducha.
— Está bien —dijo Lali, aunque sólo para que la dejara en paz, pero, en cuanto oyó que Peter se marchaba, agarró las mantas y volvió a cubrirse con ellas. Pablo Martinez...¡Ni hablar!
—Lali... —le advirtió Peter desde la puerta.
—Pensé que te habías marchado —gruñó ella.
— No me hagas sacarte de la cama. ¿No tienes que estar en el trabajo?
— Ya he tenido suficiente.
Se acercó a la cama. Apartó con furia las mantas y le agarró los brazos. Entonces, comenzó a incorporarla como si se tratara de una niña.
Lali sintió que las piernas no tenían fuerza suficiente para sostenerla. Estuvo a punto de desmoronarse. Por suerte, Peter la agarró. Durante un instante, antes de que ella recuperara el sentido, se aferró a él... Peter era fuerte y duro. Después de haber vivido con un camaleón como Benjamín, Lali admiraba aquella cualidad. Peter era probablemente la única persona que conocía que siempre hacía lo que quería y que no mentía a nadie ni ofrecía excusas o disculpas.
Además, podía ser tan amable... Recordó el modo en el que solía acariciarle el cuello mientras veían la televisión y cómo se reía cuando ella lo rechazaba. Entonces, terminaban riendo y peleándose hasta que...
Lali no quería recordar lo que ocurría a continuación. Había estado en lo cierto al romper con Peter. Ojalá su intuición no la hubiera abandonado en lo que se refería a Benjamín...
Tenía que volver a la cama.
— Ni lo pienses —dijo Peter, cuando ella trató de zafarse de él —. Vas a lavarte y lo vas a hacer ahora mismo.
— Sí, señor —replicó ella. Trató de saludarlo al estilo militar, pero no quería ponerse de pie y mucho menos ir al cuarto de baño.
—Podemos hacer esto por las buenas o por las malas. ¿Qué prefieres?
— Ya te he dicho que me levantaré mañana — afirmó ella—. Sólo necesito un poco más de tiempo.
—Lo que necesitas es una ducha.
Peter había hablado con impaciencia. ¿Quién podía culparlo? Él era la última persona a la que debía molestar. Con veinticinco años no debía molestar a nadie, pero no podía vivir con Benjamín, no podía trabajar y no podía apoyarse en las personas que se suponía que la amaban. No le quedaban muchas opciones.
¿Quién se habría imaginado que un niño supondría una diferencia tan grande? Tendría que haber tenido más cuidado para no quedarse embarazada. Lo habría tenido si Amadeo y ella hubieran estado haciendo el amor con normalidad. Sin embargo, antes de engendrar aquel bebé, no habían hecho el amor durante semanas. Entonces, un día, Benjamín había empezado a llorar, había reconocido su necesidad de obtener ayuda, había accedido a ir a rehabilitación y le había suplicado que le permitiera hacerle el amor una vez más para que ella pudiera demostrarle que estaba dispuesta a perdonarlo. Lali había sido tan estúpida como para apiadarse de él y había querido consolarlo. Habían utilizado preservativo, pero no había sido suficiente.
Peter la sentó en la cama y se dirigió al cuarto de baño. Las tuberías comenzaron a hacer ruido cuando él abrió el grifo unos segundos más tarde. Una vez más, ella se envolvió entre las mantas y no prestó atención alguna.
Cuando Peter regresó, no volvió a intentar sacarla de la cama. Simplemente apartó las mantas y comenzó a tirar de la camiseta que llevaba puesta, con sólo un par de braguitas, desde hacía dos días.
Ella trató de impedírselo antes de que él pudiera desnudarla.
— ¿Qué estás haciendo?
—¿Y a ti qué te parece? Dado que no quieres levantarte para darte una ducha, voy a darte un baño.
—¿No te parece que ya soy algo mayor para eso?
—No me dejas ninguna alternativa.
— Está bien. Buena suerte.
De repente, Lali se sintió completamente indiferente. Peter la había visto desnuda antes y no parecía especialmente interesado en volver a verla sin ropa. Ella no tenía fuerzas con las que enfrentarse a él.
Con una maldición, Peter la dejó con la camiseta puesta y la tomó en brazos. Cuando llegaron al cuarto de baño, Lali se vio en el espejo y lanzó un grito de horror. No era de extrañar que Peter no estuviera interesado en seguir desnudándola. No se había duchado desde hacía tres días y se había lavado los dientes sólo un par de veces.
Apartó la cara para no verse el pelo sucio y las enjutas mejillas y permitió que él la dejara sobre la tapa del retrete mientras comprobaba la temperatura del agua. Cuando lo hubo hecho, se colocó las manos en las caderas.
— Quítate la ropa y métete en la bañera —le ordenó. Lali no se movió—. Ahora.
Ella se sentía demasiado entumecida como para sentir nada, así que le sorprendió bastante cuando sintió que las lágrimas comenzaban a rodarle por las mejillas. Una expresión de dolor apareció en el rostro de Peter, pero eso no hizo que se arredrara en su propósito.
—¿Te vas a desnudar o voy a tener que hacerlo yo por ti? —le preguntó—.Lali, creo que sería mejor que lo hicieras tú sola, pero si quieres que te toque por todo el cuerpo entonces...
Lali se secó las mejillas con el reverso de la mano. Entonces, sorbió ligeramente y se quitó la camiseta. Peter bajó brevemente los ojos para observarla, pero mantuvo una expresión impasible.
—Date prisa —dijo.
Tras respirar profundamente, Lali se puso de pie y comenzó a bajarse las braguitas. Por fin, Peter se marchó. Era más fácil obedecer que luchar, especialmente cuando él se pasó los siguientes minutos llamando a la puerta para que se diera prisa.
Cuando terminó de lavarse, Lali quitó el tapón de la bañera. Hicieron falta algunos minutos y otro golpeteo en la puerta para que se pusiera de pie. Tras envolverse en una toalla, abrió la puerta.
Peter la agarró del brazo y la llevó de nuevo a su dormitorio.
— ¿Qué te vas a poner?
Pensó en los únicos zapatos que tenía y en el comentario que Merry había hecho sobre ellos.
— Una camiseta.
— ¿Para ir a una entrevista de trabajo? Me alegro de ver que has recuperado tu sentido del humor —comentó Peter. Entonces, se puso a rebuscar en la maleta
—. ¿No podías haber colgado todo esto?
—No creí que me fuera a quedar el tiempo suficiente como para eso.
— Por lo que a mí me parece, no creo que te vayas a marchar muy pronto.
—Ése es el problema.
Peter le ofreció unas braguitas y un sujetador limpios, unos vaqueros y un jersey de manga larga.
— ¿Te parece bien esto?
—¿Va bien con sandalias?
—¿Y cómo diablos quieres que lo sepa yo?
— Sí, supongo que ese atuendo será más que adecuado —contestó ella. Entonces, se sentó en la cama—. Sólo estamos hablando de un rancho.
—Exactamente. Si te dejo sola, ¿puedo confiar en que te vistas?
— Sí.
— Si no lo haces, te llevaré a ver a Pablo Martinez tal y como estás en estos momentos.
— Dudo que a él, igual que a ti, le afecte verme desnuda —replicó ella.
Algo se reflejó en el rostro de Peter, una expresión que Lali no pudo identificar.
— Date prisa —le dijo— Tu cita es en menos de una hora y aún tienes que comer. Además, tenemos que parar para comprarte unas botas.
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Este fue el capitulo. Estoy trabajando en una novela, pero necesito tiempo, por eso empece con novelas adaptadas, no se cuanto tarde con la mía, pero pronto les comunicare. Que tengan bonito día.
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