Capitulo 24

¿Dónde estaban Peter y Stefano? Lali sentía deseos de pasear de arriba abajo por el salón para calmar sus nervios, pero le dolía la espalda por todo lo que habían andado en el centro comercial. No había estado tan preocupada desde que había regresado a Dundee.
Se obligó a permanecer sentada delante de la televisión, pero no hacía más que consultar el reloj cada pocos minutos. Travis se había ido a la cama y estaba dormido  porque  eran  ya  cerca  de  las  cuatro  de  la  mañana.  Peter  se  había marchado hacía más de tres horas.

Agarró el teléfono y marcó el número del Honky Tonk para ver si quedaba alguien allí. Necesitaba averiguar lo que estaba pasando. Hacía frío y las carreteras estaban resbaladizas. No hacía más que imaginarse a Peter metido en una zanja de la carretera, desplomado sobre el volante, muriéndose poco a poco de frío...
No creía que hubiera sido un accidente. Peter era un buen conductor, pero estaba muy cansado y un accidente le podía ocurrir a cualquiera...
«¡Por Dios que no esté herido!».
Como  se  había  imaginado,  nadie  respondió  en  el  Honky  Tonk.  Ya  no  le quedaban muchas posibilidades. ¿A quién podía llamar? Decidió llamar a Eugenia. Cuando  saltó  el  contestador,  no  dejó  mensaje  alguno  ya  que,  probablemente, estaba dormida, lo que significaba que Peter tampoco estaba allí.
Pasaron  otros  quince  minutos.  Entonces,  Lali  decidió  que  ya  no  podía esperar más. Decidió llamar a la policía.
-Departamento de Policía de Dundee. Le habla el oficial Orton.
-¿Podría... podría decirme si ha habido esta noche algún accidente en el que se  haya  visto  implicado  un  todoterreno  negro?  -preguntó,  sin  molestarse  en identificarse ni en saludar a pesar de que conocía a Orton.
-Que yo sepa no.
-¿Y podría ser que no se hubiera enterado?
-Supongo que es posible si ha ocurrido en alguna de las carreteras de menor importancia, pero...
-Oficial Orton, soy Lali Esposito.
-Oh, sí. Mi esposa me contó que había regresado a la ciudad -comentó, en un tono de voz no especialmente amable.


-En ese caso, estoy segura de que también sabrá que me alojo en la granja de
Peter.
-Eso es exactamente lo que me habían contado.
-Bueno, la razón por la que llamo es que Peter salió hace algunas horas para ir a buscar a Stefano y ninguno de los dos ha regresado...
-Estarán en casa dentro de unos minutos.
-Entonces, ¿los ha visto? -preguntó Lali. No se sintió aliviada porque no le gustó el tono de la voz de Orton.
-Sí, señorita.
-¿Qué ha ocurrido?
-Dejaré que se lo cuente Peter cuando llegue a casa, pero debería tener a mano una bolsa de hielo. Y tal vez también quiera llamar a un buen abogado.
Orton se echó a reír. Antes de que Lali pudiera decir nada, colgó el teléfono. El corazón de Lali comenzó a latir a toda velocidad cuando escuchó que la
furgoneta de Peter se detenía en el exterior. Se alegraba de que los dos estuvieran en casa, pero  tenía miedo por lo que Orton le había dicho... ¿Qué podría haber pasado?
Rápidamente abrió la puerta. Bruiser se dirigió a su lado en cuanto Peter apagó el  motor.  El animal meneaba la cola a modo de saludo, pero regresó con Stefanoy le lamió las manos mientras él se acercaba a la casa. Cuando la luz del porche iluminó el rostro de Stefano,  Lali comprendió por qué Bruiser no había querido abandonar a su dueño. Stefano tenía un ojo morado y se estaba aplicando un pañuelo lleno de sangre contra la nariz. Se movía con  dificultad, como si le doliera el lado derecho.
-¡Stefano, estás herido!
-Hola, Lali -dijo él, con voz triste.
-¿Qué te ha pasado?
-No lo sé.
-¡Tienes que saberlo! Dime dónde has estado.
-Estuvimos en la comisaría... El oficial Orton... metió a Peter en la cárcel
-susurró Stefano, con lágrimas en los ojos-. No me creían. Traté de explicárselo, Lali. Traté de decirles que no había sido culpa de Peter, pero no me escucharon.
-Estoy segura de que todo saldrá bien - murmuró Lali. Entonces, le dio un abrazo para reconfortarlo.
En aquel momento, Peter llegó al porche. Lali pudo verle por fin el rostro y comprobó  que no estaba en  mejor estado que el de Stefano.  Tenía un corte encima del ojo, un labio hinchado y una marca roja sobre la mejilla. Al contrario que las manos de Stefano, que no presentaban herida alguna, las de Peter estaban más machacadas que su rostro.
-¿Te encuentras bien? -le preguntó ella.
-Sí.
Entró en la casa con una economía de movimientos que le dijo a Lali que estaba muy magullado. La tensión que emanaba de su cuerpo le dijo que también se sentía furioso.
Peter se tomó un poco de agua y se dirigió hacia las escaleras. Ñaño lo dejó marchar, porque sabía instintivamente que él quería estar solo. Entonces, hizo que Stefano se sentara frente a la mesa de la cocina para poder limpiarle las heridas.
-Háblame  de  esa  pelea,  Delbert  -dijo  mientras  empezaba  a  aplicarle  un antiséptico-. ¿Cómo empezó?
-Yo iba camino del cementerio. No me estaba metiendo con nadie. Había algunos  hombres en el parque. Cuando me vieron, me preguntaron si mi perro sabía hacer trucos. Yo les dije que no. Entonces, me dijeron que era un perro de... Bueno, dijeron algo muy malo acerca de  Bruiser. Yo traté de decirles que es un buen perro, pero me dijeron que se apostaban cincuenta  dólares a que podían hacer que se volviera contra mí. El nunca lo haría, ¿verdad, Lali? Bruiser nunca se volvería contra mí.
-Claro que no. Te quiere mucho.
-Sí, me quiere mucho.
-¿Qué ocurrió entonces?
-No dejaban que me marchara. Dos tipos se colocaron delante de mí y otros dos detrás. Me dijeron que me darían un poco de vodka si yo le pegaba una patada a Bruiser. Yo les dije que no tenía sed y que no pegaría patadas a Bruiser.
-Bien hecho, Stefano.
-Eso  hizo  que  se  enfadaran  mucho.  Me  empujaron  y  Bruiser  comenzó  a gruñir. Me dijeron que era mejor que lo atara a un árbol porque... porque si no la policía se lo llevaría.
-Y tú lo hiciste, ¿verdad? -comentó Lali. Stefano quería tanto al perro que no se dio cuenta de que el animal era su única defensa.
-Tuve que hacerlo, Lali. No quería que Bruiser mordiera a nadie. Entonces, alguien me pegó y me caí. Empezaron a pegarme y a darme patadas... Hasta que llegó Peter. Él los apartó de mí. Entonces, todos empezaron a pelearse. Yo me fui corriendo al Honky Tonk. El oficial Orton estaba allí, pero, cuando fue al parque, se llevó a Peter a la cárcel. No debería haber ido a buscarlo...
-Tú no lo sabías, Stefano . No debes sentirte mal por ello. ¿Y los otros chicos?
-Supongo que se fueron a casa.
-¿No fueron a la comisaría con vosotros? -preguntó Lali, muy extrañada.
-No. El oficial Orton les dijo que se marcharan. «Podéis iros, chicos. Saluda a tu padre de mi parte, John».
-¿John Small? ¿El hijo del concejal Small?
-Sí.
-¿Quién más estaba allí?
-No lo sé.
No era de extrañar que Peter estuviera tan furioso. Lali se levantó y se dirigió a un armario. Entonces, sacó un par de analgésicos y se los dio a Stefano con un vaso de agua.
-Tómate estas pastillas y vete a la cama. Todo habrá pasado por la mañana.
-Eso espero, Lali -dijo Stefano tras ponerse de pie-. ¿Se va a poner bien
Peter?
-Yo me aseguraré de ello -le prometió Lali, con una sonrisa en los labios

Ya saben, si quieren mas... Hay que firmar mas.