Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

martes, 19 de febrero de 2013

Capitulo 37


Lali  miró  con  ira  la  mojada  carretera.  Sólo  llevaban  cincuenta  y  tres minutos de camino y se había pasado cada uno de ellos maldiciendo la lluvia.
-Peter...
-¿Qué pasa? -respondió él. Cuando la miró brevemente, no le gustó lo que vio. Ella estaba llorando y deslizándose hacia él para poder tumbarse.
-Tienes que... detenerte...
-No podemos. Aquí no hay nadie que pueda ayudamos. Llegaremos a Boise dentro de  otros cuarenta y cinco minutos. Aguanta un  poco, ¿de acuerdo?  La carretera mejorará dentro  de unos pocos kilómetros y entonces podré ir a más velocidad...
-Peter, por favor...
-No me irás a decir que el bebé va a nacer ahora mismo, ¿verdad?
-No puedo impedírselo -susurró ella con lágrimas en los ojos.

Peter hubiera preferido tener que enfrentarse a cualquier cosa en vez de ayudar a Lali en el parto de su bebé prematuro, pero, ¿qué elección le quedaba? Lo  peor  parecía  inevitable.  Tras  ahogar  una  serie  de  maldiciones,  aminoró  la marcha y buscó un lugar seguro en el que detenerse. Al cabo de unos segundos, vio un estrecho camino a la derecha. Estaba llena de barro, pero Peter tenía un todoterreno.  Aparcó  a  unos  cien  metros  de  la  carretera,  pero  dejó  el  motor encendido para poder utilizar la calefacción.


Se dio cuenta de que Lali estaba mal colocada para que él pudiera ayudarla. Como no  deseaba exponerla al frío aire de la noche, encendió la luz interior del coche  y,  como  pudo,  se  colocó  detrás  de  ella.  Un  momento  después,  estaba arrodillado frente al asiento del pasajero.
-Cierra los ojos -dijo ella-. Tengo que... tengo que quitarme los pantalones.
-¿Qué cierre los ojos dices? ¿En estos momentos te preocupas de eso?
-Sé que parece una tontería, pero me siento dolorida, estoy sangrando y... nunca me he sentido tan vulnerable y tan poco atractiva como en estos momentos. Ahora, me tengo que quitar los pantalones y...
-¿Y?
-Estaré  completamente  desnuda  en  la  peor  de  las  situaciones  en  las  que podrías verme.
-¿Y qué importa? Voy a verte desnuda de todos modos.
-No... -susurró ella, después de soportar otra contracción-. Éste... éste es mi problema, no el tuyo.
-No te entiendo.
-¿Qué pensará Ashleigh de que estés aquí conmigo?
-Olvídate de Ashleigh -le espetó-. Ella no tiene nada que ver con... nada. Puede que yo  no sea la persona más indicada para esto, pero soy lo único que tienes.
Sus  miradas  se  cruzaron.  Una  vez  más,  los  ojos  de  Lali  se  llenaron  de lágrimas.
-¿La amas?
Peter  no  se  podía  creer  que  estuvieran  teniendo  aquella  conversación cuando Lali estaba a punto de tener un bebé.
-No. Nunca la he querido. Ahora, quítate los pantalones.
Sin permitir  que  ella  le  ayudara,  Peter  le  quitó  los  vaqueros  y  la  ropa interior.   Entonces  los  tiró  al  suelo.  Subió  un  poco  más  la  calefacción  para asegurarse de que el niño estuviera lo suficientemente caliente y sujetó las piernas de Lali. Al principió, ella se resistió a separarlas para que él pudiera ver lo que le estaba pasando al bebé, pero otra contracción le hizo cambiar de opinión.
Con cada contracción, salían sangre y fluidos del interior del cuerpo de Lali. Sin embargo,  no se veía bebé alguno. Pensó que tal vez habían interrumpido el viaje demasiado  pronto  y  que  podrían  haber llegado  un  poco  más  lejos,  pero entonces, ella gritó y empujó con fuerza... Una cabecita emergió lentamente.
Al ver al bebé, el pulso de Peter se le aceleró y comenzó a ver estrellas. Durante un momento, pensó que se iba a desmayar allí mismo.
-Peter... -dijo Lali. Evidentemente, se había dado cuenta de que le ocurría algo.
-Estoy bien. Estoy bien...
-Muy bien, te creo, pero yo tengo tanto miedo...
-Todo va a salir bien -le aseguró, también para convencerse a sí mismo.
Con el interior de su camiseta, que era lo más limpio que tenía disponible, limpió la sangre y el fluido del rostro del bebé. Tenía los ojos y la boca cerrados... Transcurrieron varios segundos. Al ver que no volvía a ocurrir nada más, Peter sintió que el pánico se apoderaba de él. Aquello no podía ser normal. No le parecía que el niño pudiera sobrevivir la mitad dentro y la mitad fuera de su madre. En realidad, ya parecía muerto...
-Empuja -le dijo a Lali. No se le ocurrió nada más.
Lali asintió, pero Peter se dio cuenta de que ya no le quedaban fuerzas. A pesar de todo, ella apretó los dientes y empujó con fuerza, hasta que las venas del cuello se le hincharon. Él jamás se había sentido tan orgulloso de nadie en toda su vida.
-Ya está, cielo, ya está...
Entonces, milagrosamente, el bebé cayó entre sus manos. Se dio cuenta de que era un  niño. Un niño muy pequeño y muy azul... ¿Azul? ¿Estaría vivo? Se colocó al pequeño contra el  pecho y lo secó con la manta. Sin embargo, el niño seguía sin moverse...
-Peter, ¿está bien? -preguntó Lali, alarmada
-Es un niño -comentó él. No se le ocurrió nada más que decir.
-¿Por qué no llora? ¿Respira...?
Peter metió un dedo en la boca del pequeño para comprobar que no tenía obstruidos los conductos del aire. La boca estaba despejada. Entonces, con mucho cuidado, puso al bebé boca abajo y le dio un azote en el diminuto trasero. No sabía si aquello era lo correcto, pero fue lo  único  que se le ocurrió. El bebé se quedó colgando, completamente inmóvil, sin responder en modo alguno.
- ¡Peter! -gritó ella, alarmada.
Con la frente cubierta de sudor por los nervios y el calor que hacía en la furgoneta, Peter volvió a golpear el trasero del bebé y esperó. Entonces, sin poder evitarlo, contuvo la  respiración y rezó. No había rezado desde que era un niño, pero  en  aquellos  momentos  le  suplicó  fervientemente.  «Permite  que  este  bebé sobreviva, Señor. Te lo suplicó. No por mí, sino por Lali».
Un segundo más tarde, el niño rompió a llorar.

Peter se apoyó sobre la pared para llamar a la granja desde un teléfono público. Aún  llevaba puesta la camiseta manchada de sangre y los vaqueros, ya que no tenía nada para  cambiarse. Se había pasado la última hora mirando una pantalla de televisión en la sala de espera del hospital. Nunca había experimentado tanta adrenalina en toda su vida, y eso que se había visto en situaciones bastante arriesgadas.
Tampoco había experimentando nunca tanto alivio como cuando llegó a las Urgencias del centro médico San Alfonso de Boise y vio que el equipo médico se llevaba a Lali y a su hijo para que recibieran cuidados médicos. Los médicos le habían asegurado que había hecho lo correcto. Afortunadamente, el niño tenía los pulmones bien como para poder respirar adecuadamente. Aunque Lali sangraba mucho, a los médicos no les pareció excesivo.
Stefano por fin respondió al teléfono.
-¿Sí?
-Hola, Stef.
-¿Quién es? -preguntó él, algo temeroso.
-Soy Peter. ¿Por qué estás tan preocupado? ¿Es que te ha molestado alguien desde que yo me marché?
-¿Molestarme? No, pero... ¿por qué no estás en tu dormitorio?
-Estoy en el hospital.
-¿En qué hospital?
-En el de San Alfonso, en Boise.
-¿Y qué estás haciendo en el hospital, Peter? ¿Es que estás enfermo?
-No, estoy bien. Lali acaba de tener a su bebé. Es un niño.
-¿Un niño?
-Sí, es muy pequeño.
-¿Y cómo se llama? ¿Pete? ¿Henry? ¿O Chase, como el Chase del taller? ¿O tal vez...?
-No lo sé todavía.
-Oh. ¿Puedo hablar con Lali?
-En  estos  momentos  no.  Los  médicos  están  con  ella.  Yo  sólo  quería  que supieras  dónde  estoy. No llegaré a tiempo para abrir el taller, así que llamaré a Chase para que se ocupe él. Tú quédate en casa hasta que yo regrese.
-¿Que me quede en casa? ¿Significa eso que no puedo ir a trabajar?
-Yo no podré llevarte.
-Puedo hacer autostop. Siempre hago autostop.
Al oír aquellas palabras, Peter recordó la advertencia de la persona que le había llamado por teléfono.
-Normalmente sí, pero no quiero que hagas autostop durante un tiempo. ¿De acuerdo, compañero? Te puedo llevar yo, o Chase, o alguien a quien conozcas muy bien, como Eugenia o Delaney, pero no quiero que salgas solo.
-¿Por qué?
-Porque creo que John Small está algo resentido.
-¿Qué significa estar resentido, Peter?
-Nada de lo que tengas que preocuparte, pero haz lo que te he dicho durante un tiempo y todo saldrá bien.
-De acuerdo.
Cuando Peter colgó, llamó a John Small. Aquella vez contestó la hija de John.
-¿Está tu padre?
-Está dormido.
-Dile que Peter quiere hablar con él.

12 comentarios:

  1. que nervioos! me encanto mass! subis otro?

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  2. peter es un amooor! y lali que se puso a preguntarle si amaba a la otra en el momento del parto me encanto! mass!

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  3. menos mal que todo salio bien...

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  4. MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS!

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  6. Es un nene siiii que lindo, massssssssssssssssss :)

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  8. que nervios pobre lali, que bueno que haya salido todo bien. Subis otro porfis?

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  10. maratooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooonn

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  11. Que lindo como ayudo Peter... Me encanto

    mas, mas!!!!

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