Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

martes, 12 de febrero de 2013

Capitulo 28


El teléfono comenzó a sonar. Lo contestó sabiendo que era Peter. Ella lo había llamado  antes porque necesitaba escuchar su voz, pero él estaba con un cliente y Stefano había tomado el mensaje.
-¿Sí?
-¿Me has llamado? -preguntó él. Parecía muy ocupado, lo que hizo que Lali se sintiera culpable por haberlo molestado.
-Sólo quería decir que ya me ha llegado la conexión a Internet.
-Genial. ¿En qué estás trabajando? Lali miró a la pantalla en blanco.
-Estoy creando un sitio web como ejemplo. Necesito tener algo que mostrar a los posibles clientes.
-Me parece una buena idea.
Se produjo un largo silencio. Lali sabía que Peter estaba esperando que terminara la  llamada o que le dijera la razón por la que lo había llamado. Sin embargo, no estaba segura de cuál era la razón. Sólo necesitaba... algo.

-Bueno, te dejo en paz -dijo ella.
-Lali...
-¿Sí?
-¿Te sientes bien?
-Sí, claro -respondió. Y colgó el teléfono.
John Small, su esposa y sus dos hijos vivían en una hermosa casa muy cerca de la de sus  padres, sus hermanos y su primo. Peter los conocía a todos y no sentía simpatía por ninguno de ellos. Se bajó de su furgoneta y se dirigió hacia a puerta principal de la casa de John. Estaba algo preocupado por Lali. Decidió que regresaría al taller para recoger a Stefano y a Bruiser y  luego se marcharía a su casa. Sin embargo, antes tenía unas cuantas cosas que decirle a John.
Leah, la esposa de John, abrió la puerta. En cuanto vio de quién se trataba, lo miró como una niña asustada.
-Peter, ¿qué estás haciendo aquí?
-Estoy buscando a tu esposo -respondió-. ¿Está en casa?
-¿Qué quieres de él? No necesitamos problemas. Los niños están en casa.
-No deseo causar ningún problema. Sólo quiero hablar con él.
-No... no está aquí.
-¿Acaso  no  es  su  coche  el  que  está  aparcado  frente  a  la  casa?  -preguntó
Peter señalando un Chevrolet recién estrenado.
Con un suspiro, Leah cerró la puerta. Peter oyó que echaba el cerrojo, pero estaba   dispuesto  a  esperar.  Sabía  que  John  terminaría  por  aparecer  tarde  o temprano.


Efectivamente, John apareció unos minutos más tarde... con un labio partido y un ojo morado.
-¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó.
-¿Tienes un minuto? -replicó Peter.
-Mira, Peter, en el pasado nunca hemos tenido problemas -susurró John. No parecía tan valiente en aquellos momentos, cuando estaba sobrio y solo. Entonces, salió al porche y cerró la puerta-. No veo por qué eso tiene que cambiar ahora.
-No tiene que cambiar, John, mientras tú recuerdes una cosa.
-¿De qué se trata?
-Mantente alejado de Stefano. Si no, la situación terminará mucho peor que la última vez.
-¿Por  qué  tienes  que  meterte  en  este  asunto?  Stefano no  es  familia  tuya. Además, sólo estábamos un poco borrachos. Sólo nos estábamos divirtiendo.
-Te sugiero que, a partir de ahora, te diviertas de otro modo.
En aquel momento, una furgoneta se detuvo frente a la casa. Era el hermano de John, al  que todo el mundo llamaba Smalley por su apellido, que significa
«pequeño» en inglés, y por el hecho de que pesaba casi ciento cincuenta kilos.
-¿Qué está pasando aquí, John?
Peter sabía que Smalley no se había presentado por casualidad. Leah, o tal vez John, lo habían llamado. John no respondió, pero se irguió un poco más y se puso más ufano.
-Eres un hijo de perra al venir aquí y amenazarme, Peter -le dijo, hablando en voz alta y clara por primera vez desde que había salido Si no tienes cuidado, vas a enfadarme de verdad.
-¿y crees que eso me importa? -replicó Peter. Se volvió a mirar a Smalley para que supiera que su mensaje iba dirigido a los dos. Dejad a Stefano en paz u os estaréis metiendo en más líos de los que podéis salir.
Tras hacerle una seña de despedida a Leah, que estaba observando la escena desde una ventana, se dirigió a su furgoneta.

Cuando Peter llegó a casa, acompañado de Stefano y Bruiser, Lali estaba trabajando  con  su ordenador. Desde su habitación, les dijo que tenían ensalada, costillas y judías a la barbacoa para cenar. Sin embargo, no bajó para reunirse con ellos. Peter no la vio ni durante la cena, ni cuando se puso a ver la televisión.
Era comprensible que estuviera preocupada. Por fin podía centrarse en su proyecto de trabajo. No obstante, se había acostumbrado tanto a su compañía y a su atención que la echaba de menos.
-¿Quieres que baje Lali? -le preguntó Stefano, al ver que se retorcía en el sillón para mirar las escaleras-. ¿Quieres que juegue al ajedrez contigo?
-Sólo me estaba preguntando qué estaría haciendo -mintió Peter. Si hasta Stefano se daba cuenta de lo que le pasaba, era mucho más transparente de lo que había pensado.
Treinta minutos más tarde, Stefano se fue a su habitación para jugar con la consola  que  Peter  le  había  regalado  por  Navidad.  Peter  siguió  viendo  la televisión, pero sin saber qué era exactamente lo que estaba mirando.
Consultó el reloj. Decidió que podía ir un rato al Honky Tonk. Después de todo, era viernes y no había ido desde hacía semanas. Lanzó otra mirada escaleras arriba, hacia la habitación de Lali. En realidad no quería ir a ninguna parte, pero decidió que no podía depender tanto de ella. Apagó la televisión y fue a darse una ducha.
Con una cerveza fría en la mano, Peter estudió la multitud que llenaba el bar. No era muy aficionado a la música country, pero aquella canción tenía buen ritmo y le gustaba a pesar de que a él le iba más el rock. Suponía que, si pasaba unos años más en Dundee, terminaría llevando sombrero y botas de vaquero.
Estaban los rostros de siempre, pero el flujo constante de cara nuevas debido al  toro  mecánico  que  se  había  instalado  en  el  bar  ofrecía  posibilidades  que resultaban  bastante  interesantes,  sobre  todo  para  la  economía  de  Dundee.  Sin embargo, aquella noche nada parecía atraer el interés de Peter. No podía dejar de pensar en Lali, ni en lo que estaría haciendo. ¿Habría terminado ya y le apetecería tal vez jugar al ajedrez? Aburrido y enfadado consigo mismo por  preferir una noche tranquila en casa en vez de bailar, beber y charlar con la gente, se obligó a quedarse un rato más. Sin embargo, lamentó aquella decisión en el momento en el que escuchó a alguien gritar:
-¡Eh, Benjamín! ¿Qué tal te ha ido por San Francisco?
¿Benjamín? Peter sintió que se le helaba la sangre. Se giró y, efectivamente, vio a Benjamín Amadeo  con sus primos al otro lado de la barra. ¿Cómo no lo habría visto antes?
Amadeo había regresado. Peter se lo tendría que haber imaginado. De repente, no supo si marcharse o quedarse. Se tomó de un trago su cerveza, pero pidió otra rápidamente. No iba a hacer nada. No le importaba que Amadeo hubiera regresado al pueblo. Sólo había estado ayudando a Lali como amigo. Nada más. No se había implicado con ella emocionalmente, lo  que significaba que no tenía nada que perder.
Se estaba  terminando  la  segunda  cerveza  cuando  sintió  una  mano  en  el hombro.
-Aquí estás -dijo Ashleigh-. Supongo que una chica te tiene que suplicar para que vengas al Honky Tonk estos días.
Ella le sonrió muy coqueta y pestañeó. Peter decidió que había estado loco por haberse encerrado en la granja durante aquella semanas. ¿En qué había estado pensando?
-¿Querías que viniera por alguna razón e particular?
-Creo que ya sabes lo que quiero -respondió ella, con franqueza. Entonces, tras colocarse en una postura muy provocativa, se pasó la lengua por los labios.
-¿Por qué no me lo dices en voz alta? — replicó él. Entonces, se tomó la cerveza de un trago y soltó unos billetes encima del mostrador.
-Bueno, quiero saber si eres tan bueno como indica tu reputación -susurró ella, acercándosele un poco más para que pudiera admirar su amplio escote.
-¿Y mañana?
-No hay ataduras, pero si nos lo pasamos bien, supongo que no habrá nada de malo en...
-¿Estás segura? -le preguntó a Ashleigh. Casi le parecía escuchar a Amadeo fanfarroneando de todo lo que había hecho en la gran ciudad.
- Segurísima.
-En ese caso, sugiero que bailemos.
Agarró a Ashleigh del brazo, se olvidó del padre del bebé de Lali, se olvidó también de la propia Lali y llevó a su acompañante a la pista de baile.
Peter  se  despertó  en  la  cama  de Ashleigh  a  la  mañana  siguiente  muy temprano. Al recordar lo ocurrido la noche anterior, lanzó un gruñido. No se había emborrachado de aquella manera desde la muerte de su abuela. Había vuelto a su antiguo  comportamiento,  pero  no  había  significado  nada,  a  pesar  de  su  largo periodo de abstinencia. Además, al final ni siquiera había podido cumplir
Se sentó en la cama y sintió un fuerte dolor de cabeza. Entonces miró a Ashleigh, que estaba medio dormida sobre la cama. Cuando lanzó un brazo sobre él y sólo encontró el vacío, se incorporó.
-Hola -dijo, con una somnolienta sonrisa.
Peter se imaginó a Lali en la granja, con su enorme vientre y trató de convencerse de que Ashleigh era mucho más atractiva. Sin embargo, la última no podía reemplazar a la primera en su pensamiento.
-Hola -replicó.
-¿Por qué te has levantado tan temprano?
-Tengo que trabajar.
-¿Cómo dices? -rugió ella. Entonces se sentó, sin importarle que se le cayera la sábana y que  dejara al descubierto sus pechos desnudos-. Todavía no te puedes marchar. Anoche estabas  demasiado borracho como para poder hacer nada. Te quedaste dormido en el momento en el que te quité la ropa. Venga, ven aquí...
-Lo siento, tengo que marcharme.

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