Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

martes, 19 de febrero de 2013

Capitulo 38


La niña dudó, pero al final accedió. Peter oyó que dejaba el teléfono y, unos minutos más tarde, John lo tomó. Sonaba medio dormido y no demasiado contento de que se le hubiera molestado.
-¿Qué quieres?
-Quiero saber si fuiste tú el que llamó a mi casa a horas intempestivas.
-¿Cómo dices?
-¿Acaso seguimos con el problema, John?
-No sé de qué estás hablando.
-Alguien amenazó a Stefano anoche.
-No fui yo.
-¿Estás seguro?
-Llama a Earl Wallace. Estuve jugando al póquer con él y con otros amigos hasta las dos de la mañana.
-¿Y tus hermanos?
-También estaban jugando al póquer. Si no dejas de molestarme, voy a llamar a la policía.
John colgó. Peter hizo lo mismo. No quería creer a John, pero le había parecido que era sincero y que se sorprendía de verdad por lo que él le decía. Eso significaba que la persona que había llamado la noche anterior era un chalado... o alguien más que deseaba hacerle daño a Stefano.

Completamente hipnotizada, Lali miró al minúsculo bebé que tenía entre sus brazos. Pesaba algo menos de dos kilos, pero los médicos le habían dicho que saldría  adelante.  Tenía   que   estar  en  la  incubadora  durante  un  tiempo  para mantener la temperatura corporal hasta que hubiera engordado un poco, pero era capaz de respirar, de mamar y de tragar, lo que significaba que no tendrían que conectarlo a un respirador o darle de comer por un tubo.
No quería pensar en cómo pagaría todos los gastos médicos, por lo que no dejó que aquellos pensamientos turbaran la paz de la que disfrutaba en aquellos momentos con su hijo. Acababa de darle el pecho al pequeño por primera vez.
Como la temperatura del pequeño parecía estable, la habían dejado quedarse con él un rato. Mientras le colocaba el gorrito que le habían puesto para evitar que perdiera calor por la cabeza, trató de pensar en un nombre, pero no se le ocurrió ninguno. Al cabo de unos minutos, levantó la cabeza y vio que Peter estaba en la puerta de la habitación. Cuando lo vio, sintió que el corazón  le daba un vuelco. Estaba tan guapo como siempre.
-Ah, estás aquí -dijo-. Pensé que tal vez ya te habrías marchado a casa.
-Todavía no -respondió él. Entonces, entró en la habitación.
-¿Quieres tomarlo en brazos?
-Creo que no. Es muy... muy pequeño.
-Tú fuiste la primera persona en tocarlo, Peter. Después de lo que pasó anoche, creo que lo harás muy bien. Siéntate.
Peter no parecía muy convencido, pero acercó la silla a la cama y tomó al bebé en brazos. Lali sonrió al ver el contraste entre Peter y su hijo. La piel de Peter era morena y  estaba llena de cicatrices, la del bebé era casi transparente. Las manos del pequeño eran pequeñas y delicadas, las de Peter hablaban de las experiencias de toda una vida. Sin embargo, a pesar de la evidente incomodidad de Peter, los dos parecían encajar perfectamente.
-Estoy tratando de encontrarle un nombre. ¿Alguna sugerencia?
-¿No habías pensado ya en los nombres?
-No.
-¿Porque ibas a darlo en adopción?

-Lo estaba pensando.
-¿Por qué?
-Considerando mi situación... Yo no tengo nada que darle, Peter. Una pareja como Nico y Eugenia podrían proporcionar mucho más a un niño... Sin embargo, ahora sé que nunca podría separarme de él. Así que, supongo que los dos estamos unidos para siempre.
En aquel momento, recordó que Benjamín se había llevado su ordenador y se preguntó cómo  iba a salir adelante. Tal vez tendría que volver a trabajar en la peluquería  hasta  que  pudiera   ahorrar  para  otro  ordenador.  Sin  embargo,  si regresaba  al  salón  de  belleza,  ¿quién  cuidaría  de  su  hijo  mientras  estuviera trabajando?
-¿Qué te pasa? -preguntó Peter.
-Ahora no quiero hablar de ello.
-Venga, Lali. Dime lo que pasó anoche con Amadeo -insistió él. Suponía que aquella era la razón de la repentina tristeza de Lali.
-Ya te lo he contado.
-Me dijiste que quería dinero y que tú no se lo diste. Lo que no me dijiste fue cómo es que  tú  estabas detrás de la cama, con la puerta de par en par y la silla tirada por el suelo.
-Cuando me negué a darle cincuenta dólares, agarró mi ordenador. Yo traté de impedírselo y me tropecé con la silla. Esto es todo.
-Entonces, ¿qué?
-Se marchó.
-¿Con tu ordenador? -Sí.
-¿Sabía  que  ya  estabas  de  parto?  –quiso  saber  él.  Su  rostro  se  había endurecido.
-No se detuvo lo suficiente como para darse cuenta. Necesitaba una dosis y sólo podía
pensar en eso.
-Algún día, Amadeo y yo vamos a tener una conversación muy en serio.
-Yo sólo espero que se marche del pueblo.
-No  creo  que  sea  lo  suficientemente  entretenido  para  él.  Seguramente  se aburrirá y volverá a San Francisco.
-Tal vez se lo sugiera yo personalmente - afirmó Peter. Entonces, se puso de pie y dejó al bebé en brazos de Lali.
-Peter, no -suplicó ella-. Ya has tenido suficientes roces con la policía. No busques más problemas.
-Ahora duerme un poco -replicó él-. Yo me marcho a casa para darme una ducha.
-¿No tienes ninguna sugerencia para el nombre del bebé?
-Creo que deberías llamarlo Pedro. -¿Por qué?
-Pedro es un nombre muy bonito -comentó él, con una sonrisa que despertó las echas de Lali.
-No será P. la inicial de Pedro, ¿verdad?
-Tal  vez  sí,  pero  fui  yo  quien  lo  trajo  a  este  mundo.  Además,  me  has preguntado mi opinión.
-Pedro Esposito... Me gusta. ¿Alguna sugerencia para el segundo nombre?
-Sólo se me ocurre Pedro.
Peter se dispuso a marchase, pero Lali lo retuvo durante un instante.
-Gracias por lo de anoche -dijo.
Peter asintió brevemente con la cabeza y se marchó.

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