Capitulo 25

-Bien. Muy bien, Lali. Tú ocúpate de Peter. Asegúrate de que se va a poner
bien.


Lali oyó  que  el  grifo  de  la  ducha  se  cerraba.  Estaba  esperando  en  el dormitorio  de  Peter,  sentada  en  la  cama  con  el  botiquín  en  el  regazo.  Se imaginaba perfectamente cómo se sentía Peter. El hijo del concejal Small no era ningún estúpido adolescente. Tenía al menos treinta y cinco años y no tenía ningún derecho a atormentar a un hombre que era más bien  un niño y mucho menos a pegar a alguien cuando la diferencia era de cuatro contra uno. ¿Qué creía Orton que estaba haciendo? ¿Cómo había podido llevarse a Peter a la cárcel en vez de a John Small y a sus amigos?

De repente, la puerta del cuarto de baño se abrió. Sabía que Peter la vio inmediatamente, pero él se negó a reconocer su presencia. Apagó la luz y se quitó la  toalla,  como  si  quisiera  decirle  que  era  problema  suyo  si  veía  algo  que  no deseaba dado que estaba en su dormitorio sin permiso.
A oscuras, Lali no pudo ver mucho. Él se puso rápidamente los calzoncillos y se metió en la cama. Entonces, se tapó con las mantas y se dio la vuelta.
Lali quería hablar de lo que había ocurrido, pero sabía que Peter se sentía muy magullado y no sólo por sus heridas. También sabía que no quería hablar de lo ocurrido, al menos no por el momento.
Sin embargo, respiró profundamente y se dirigió al otro lado de la cama.
-Acércate -le ordenó.
-Lali...
-Acércate,  te  he  dicho  -insistió. Aquella  vez,  él  hizo  lo  que  ella  le  había pedido.
Lali abrió el botiquín y encendió la luz. Entonces, se sentó a su lado.
-¿Tienes que hacer esto? -preguntó Peter tras cubrirse los ojos con el brazo-. He estado en muchas peleas. Estoy seguro de que sobreviviré sin tu ayuda.
-No tardaré mucho, aunque supongo que tampoco tengo que deslumbrarte con esta luz.
Se levantó y abrió la puerta para que entrara la luz del pasillo. Entonces, volvió a la  cama y apagó la lámpara. A continuación, le bajó las mantas hasta la cintura para poder ver la extensión de sus heridas.
Había  visto  antes  el cuerpo  de  Peter.  Sabía  que tenía  un  físico  que las mujeres admiraban y que los hombres envidiaban. A ella le gustaba especialmente su nervudo torso y el  vello oscuro que lo cubría tan perfectamente. No se había sentido excitada desde hacía más de un año, por lo que no esperaba sentir el deseo que se apoderó de ella.
Se  lamió  los  labios.  Entonces,  se  dio  cuenta  de  que  Peter  la  estaba observando.  El  tiempo  pareció  detenerse  mientras  los  dos  se  miraban.  Lali deseaba tocarlo, que él le  hiciera  el amor... pero Peter no realizó movimiento alguno. Simplemente cerró los ojos y apartó la cara.
No  estaba  interesado.  ¿Cómo  iba  a  estarlo?  No  podía  culparlo.  Estaba embarazada de seis meses. ¿Cómo iba él a desearla cuando podía tener a alguien con  un  cuerpo  como  el  de  Chevy?  ¿A una  mujer  sin  responsabilidades  en  su futuro?
Se echó un poco de crema antiséptica en los dedos y se la aplicó sobre el corte que Peter tenía sobre la ceja. Entonces, hizo lo mismo con el que tenía en el labio. Mientras lo hacía, sintió la dureza del nacimiento de su barba, la suavidad de sus labios...
-La mano se te está hinchando mucho - dijo ella apresuradamente, al notar que él había vuelto a mirarla-. No la tendrás rota, ¿verdad?
- No.
-¿Por qué estás tan seguro? ¿Te la han mirado?
-¿Quieres decir si me han hecho alguna radiografía? No.
-Tal vez deberíamos llevarte al médico.
-No.
-¿Por qué no?
-Porque ahora voy a dormir un rato.
-Podemos ir por la mañana, cuando te despiertes.
-Cuando me despierte me voy a ir a trabajar.
-Peter, tú trabajas con las manos –le dijo Lali. Él no respondió-. Está bien, si no consientes en que te hagan una  radiografía  de  la  mano,  yo  no  pienso  ir  al  ginecólogo  de  Eugenia.  Iré directamente al doctor Hatcher - añadió, con todo amenazante.
-No puedes hacer eso.
-¿Por qué no?
-Porque eso ya lo habíamos acordado. No voy a consentir que cambies de opinión.
-Está bien. Haremos otro trato.
-¿Cuál?
-¿Qué es lo que quieres? -quiso saber ella. Peter le miró el vientre-. ¿Qué?
-añadió, al ver que no decía nada.
-Déjame sentir al bebé.
 -¿Hablas en serio?
-Claro.
-Eso podría tardar un rato, Peter. El bebé no se mueve exactamente cuando se le ordena.
-¿Tienes prisa?
-No...
-Entonces, ¿cuál es el problema?
-No hay ningún problema -respondió ella. Peter tendría que colocarle las manos sobre el vientre— Bueno, supongo que podríamos intentarlo.
Peter se movió un poco para dejarle sitio. Ella se sentó a su lado y apoyó la espalda sobre el cabecero.
-Creo que estarás más cómoda si te tumbas -dijo él. Entonces, le cubrió las piernas con las mantas.
-No.  Estoy  bien  así...  -susurró  ella.  El  aroma  de  Peter  resultaba  tan atrayente...
Él se acercó un poco más. Ñañi respiró profundamente y le ayudó a colocar la  mano  debajo  de  la  camisa.  Tuvo  que  colocársela  en  varios  sitios  hasta  que encontró el lugar perfecto para sentir al bebé. Sin embargo, el niño parecía haberse quedado dormido y no se movía.  Entonces, Peter se deshizo de las manos de Lali y empezó a explorar él solo. Ella se sintió tan vulnerable... Cerró los ojos y reclinó la cabeza contra la pared. Sólo le estaba tocando el vientre, pero no hacía más  que  recordar  las  otras  ocasiones  en  las  que  Peter  había   respondido instintivamente a sus deseos...
-El... El bebé está rodeado por una especie de saco lleno de un líquido, por lo que resulta difícil sentirlo. Será más fácil a medida que me vaya engordando más la tripa. Creo que tenemos que dejarlo para otra ocasión.
-No hables.
-¿Por qué no?
-El silencio forma parte del acuerdo.
-Eso no lo habías dicho antes.
-¿Quieres cambiar de opinión?
-No, claro que no. Estoy bien -mintió, a pesar de que la piel le ardía donde Peter le estaba tocando y donde no. Las sensaciones que estaba experimentando eran agridulces, pero no quería que él se detuviera.
-En ese caso, relájate.
¿Relajarse? No podía relajarse. Veía cómo le brillaban los hombros bajo la tenue luz que  entraba por la puerta, el fuerte perfil de su rostro. Deseaba tanto alisarle su espeso cabello con  los dedos... No se atrevió a hacerlo. Peter sólo sentía curiosidad por el bebé. Además, parecía  que a él le gustaban sus caricias. Después de unos minutos, cuando había dejado quietas las manos sobre el vientre de Lali, el bebé se movió.
Ella lo miró para ver si él lo había notado. Sin embargo, notó que las oscuras pestañas le descansaban plácidamente sobre las mejillas. La respiración se le había hecho más profunda y regular.
Demasiado tarde. Peter se había quedado dormido.

Si quieren mas sigan firmando...