Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

martes, 12 de febrero de 2013

Capitulo 29


-Eres muy guapo, ¿lo sabías? -susurró ella, mirándolo de arriba abajo con una sonrisa destinada a hacerle cambiar de opinión.
-Me han llamado muchas cosas -replico él, mientras se ponía los pantalones-, pero ésa no suele ser una de ellas.
-En ese caso es que no has estado escuchando a la gente adecuada.
Ashleigh hizo un puchero cuando vio que sus palabras no tenían el efecto deseado. Peter, por su parte, terminó de vestirse y dudó. ¿Cómo debía terminar aquella aventura de una noche? ¿Debía darle un beso de despedida? Sólo deseaba marcharse, pero se temía que eso sería poco cortés. Se decidió a darle un beso en la frente.
-Siento que no haya salido bien.
-Peter...
-¿Sí?

-¿Es que... no soy suficiente para ti? - preguntó Ashleigh. El suspiró y la miró durante un segundo.
-No eres tú, Ashleigh -dijo. Era Lali, pero no quería admitirlo con nadie-. Soy yo -añadió. Entonces se marchó maldiciendo a su testarudo corazón.
Lali estaba sentada en la cocina con una sudadera de Peter porque ya no cabía en la  suya, tomándose un té de hierbas. A través de la ventana veía cómo Stefano  jugaba  con  Bruiser...  al  igual  que  el  espacio  vacío  donde  Peter  solía aparcar su furgoneta.
No había regresado a casa la noche anterior. De eso estaba segura. Había llamado al  Honky Tonk antes de que cerraran y le habían dicho que se había marchado  con  Ashleigh  Evans,  por  lo  que  sabía  perfectamente  dónde  había dormido. Lo que no acababa de entender  era por qué pensar que Peter podía estar con otra mujer la hacía sentirse tan triste.
Cuando se llevó la taza a los labios la mano le tembló estrepitosamente. Ya no tenía reservas emocionales. Había estado pensando si dar al niño en adopción o no. Había estado tratando de  aprender mucho en muy poco tiempo. Prácticamente había cortado todos los vínculos con sus padres. Lo último que necesitaba era la distracción añadida de tener que enfrentarse a un hombre, especialmente a un ex novio por el que, evidentemente, aún sentía algo.
Tras tragarse el nudo que le atenazaba la garganta, tomó el teléfono y llamó a
Pablo Marinez. Era muy temprano, pero sabía que él estaría despierto.
-Rancho High Hill.
-¿Pavlo?
-¿Sí?
-Soy Lali Esposito.
-Hola, Lali. ¿Cómo estás?
-Bien,  escucha.  Me  estaba  preguntando  si...  tú  me  alquilarías  una  de  las cabañas del rancho, las que me mencionaste la última vez que nos vimos. ¿Cuánto me costaría el alquiler?
-Son muy pequeñas, Lali. En realidad, sólo son un lugar en el que dormir, así que no mucho.
-¿Me podrías dar una cifra?
-Creo que cuatrocientos al mes sería justo, dado que tenemos una cocinera que se ocupa de las comidas.
-Estupendo. Estaba pensando que podría hacer un trato contigo.
-¿Qué clase de trato?
-Si me dejas estar en una de esas cabañas durante seis meses, me aseguraré de que recibes dos mil cuatrocientos dólares en concepto de servicios de Internet.
-¿De servicios de Internet?
-Ahora  me  dedico  a  diseñar  sitios  web.  Anoche  estuve  navegando  por
Internet y me di cuenta de que vosotros no aparecéis en la red.
-Es cierto -dijo Pablo, muy sorprendido-. Queríamos contratar a alguien, pero todavía no nos habíamos puesto a ello.
-En ese caso, ya sabes lo útil que es un sitio web para promocionarse.
-Sí. Aquí tenemos acceso a Internet, pero sé que no lo estamos aprovechando al máximo.
-Estupendo. En ese caso, me comprometo a crear tu sitio web. Soy nueva en ese campo, así que no te puedo mostrar mi trabajo, al menos por el momento, pero he aprendido mucho. Soy  trabajadora y creo que puedo crear un sitio web que muestre a la perfección lo que es el  rancho High Hill. Te prometo que, como mínimo, sacarás el equivalente del alquiler de la cabaña.
-De acuerdo  -dijo  Pablo,  tras  pensarlo  unos  segundos-.  Estoy  dispuesto  a aceptar tu oferta.
-Maravilloso. ¿Cuándo puedo mudarme? -le preguntó. Justo en aquel instante escuchó que un vehículo se detenía en el exterior.
-Cuando tú quieras.
-En ese caso, hoy mismo -replicó Lali. Entonces, colgó el teléfono justo en el momento en el que Peter entraba por la puerta.
Se volvió para mirarlo, con la esperanza de que él dijera algo. Sin embargo, no fue así. Se limitó a abrir el armario, a sacar los analgésicos y a tomarse al menos tres pastillas con un vaso de agua.
-¿Te lo pasaste bien anoche? -le preguntó Lali. El la miró de soslayo, pero no respondió. Se  dirigió hacia las escaleras justo en el momento en el que Stefano asomaba la cabeza por la puerta.
-Peter...
Él hizo un gesto de dolor, como si la voz de Stefano fuera lo suficientemente fuerte como para partirle la cabeza en dos.
-¿Sí?
-¿No vamos a ir hoy a trabajar?
-Ya te lo he dicho afuera. Nos vamos en cuanto me dé una ducha.
-Oh, eso es. ¿Estás enfadado conmigo, Peter? -preguntó Stefano. Parecía muy preocupado.
-No -respondió él, con voz baja y tranquila.
-En ese caso, te estaré esperando ahí fuera. Estoy preparado cuando tú lo estés, Peter, ¿de acuerdo? Estoy preparado.
Peter asintió muy lentamente y siguió subiendo las escaleras.



Cuando salió de la ducha, Peter encontró la sudadera con la que había visto vestida  a  Lali  cuidadosamente  doblada  sobre  la  cama,  lo  que  le  sorprendió bastante. Ella no tenía ninguna sudadera que le sirviera ya. Si le había devuelto la suya, ¿con qué estaba pensando en substituirla?
No estaba seguro, pero tenía tantas ganas de marcharse de la casa que no iba a preocuparse por ello. A pesar de los analgésicos, la cabeza seguía doliéndole. Se temía que, si se detenía  durante unos segundos, se pondría a pensar de nuevo sobre lo ocurrido la noche anterior, algo que no quería hacer.
Se puso unos vaqueros, una camisa y un par de botas de trabajo y se dispuso a bajar la  escalera. Entonces, notó algo que le parecía muy raro. Oyó que Lali estaba en su dormitorio, abriendo y cerrando cajones. ¿Qué estaría haciendo? Sin poder resistirse, llamó a la puerta.
Cuando ella la abrió, iba ya vestida de calle. -¿Sí?
Peter miró la cama, donde pudo ver una maleta abierta.
-¿Qué es lo que pasa?
-Me voy a mudar.
-¿Por qué? -preguntó. A pesar de que había esperado algo como aquello, no le resultó más fácil de aceptar.
Lali se alejó de la puerta y siguió recogiendo sus cosas. Al ver que ella no respondía,
Peter volvió a insistir.
-¿Lali?
-No quiero interponerme en tu camino nunca más. Eso es todo.
-Tú no te estás interponiendo en mi camino. ¿Tiene esto algo que ver con
Amadeo?
-¿Con Amadeo? -preguntó ella, atónita-. No.
 -¿Sabes que ha vuelto al pueblo? Lo vi anoche.
Aquella frase hizo que Lali se detuviera.
Tiró al suelo los zapatos que había estado tratando de meter en la maleta y se sentó en la cama.
-Espero que estés bromeando.
-No.
-¿Sabes por qué está aquí?
-Supongo que ha venido para llevarte con él. ¿Qué te parece a ti?
-No importa -replicó ella. Entonces, Se levantó y siguió recogiendo sus cosas
-No. quiero nada con él.
-Entonces, ¿a qué viene todo esto? –quiso saber Peter mientras señalaba la ropa sobre la cama-. ¿Es porque no vine anoche a casa a dormir?
-No -mintió ella.
Peter sabía que aquella era la razón. La noche anterior en el Honky Tonk, había sabido  que si  se iba con Ashleigh,  destrozaría  la  relación que se estaba desarrollando entre Lali y él. ¿Acaso no era aquella la razón por la que lo había hecho? Había echado a Lali antes de que ella pudiera hacerlo por si sola.
-¿Adónde vas? -preguntó él. Sentía un extraño dolor en el pecho-. ¿A casa de tus padres?
-Por supuesto que no. Le he alquilado una cabaña a Pablo Martinez.
-¿Cómo?
-Voy a crearle un sitio web a cambio de alojamiento y manutención.
-Pero si acabas de recibir tu servicio de Internet -dijo Peter, tratando de encontrar alguna razón lógica que la empujara a quedarse.
-Pablo tiene Internet en el rancho. Utilizaré la de él.
-¿Qué quieres que le diga a Amadeo si llama aquí?
-Hagas lo que hagas, no le digas dónde estoy
-Lali...
Ella  había  terminado  de  recoger  sus  cosas.  Cerró  la  maleta  y  trató  de levantarla.  Peter se apresuró a impedírselo antes de que se hiciera daño a si misma o al bebé. Durante un momento, estuvieron a pocos centímetros. Peter vio que ella tenía lágrimas en los ojos, lo que  incrementó un poco más el dolor que tenía en el pecho. Observó cómo una de ellas se le deslizaba por la mejilla y levantó un dedo para secársela.
-¿Qué es lo que quieres de mí, Lali? - preguntó suavemente. Ella cerró los ojos y sacudió la cabeza.
-Nada. No quiero nada de ti, Peter. Tan sólo que me lleves al rancho High
Hill.



No pensaba hacer maratón, pero me motivaron, ustedes saben si quieren mas, o si no, nos leemos mañana.

18 comentarios:

  1. masssssssssssssssssssssssssss

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  2. dale antes de que me duerma porfa uno mas!!!

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  3. sube masssssssssssss plissssssssssssss

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  4. siii maratonnnnnnnnnnnn

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  5. mas noveeeeeeeeeeeeeeee

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  6. hay nooooooooooo que lali se qde con peterrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr

    mas noveeeeee

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  7. mas mas massssssssssss

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  8. Daaalee por faaa uno maas! (:

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  9. no pensaba que ibas hacer maratoon! pero ahora quieroo mas noveee

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