Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

lunes, 20 de mayo de 2013

Capitulo 12


—Comprendo.
Nico sintió que las piernas se le doblaban. Albergaba la esperanza de que Lali estuviera con su amiga y de que aquella llamada fuera una broma de mal gusto. Pero evidentemente no era así.
—¿Has intentado llamarla al móvil?
—Sí, ya lo he hecho.

—Habla con Peter o con Eugenia. Sabrán algo...
—Peter no contesta al teléfono y Eugenia sólo ha dicho que Lali estaba con él.
—Ah, espera un momento...
—¿Sí?
—No es nada malo. Aunque... bueno... se supone que no debo decírtelo...
—Cande, por favor...
—Por supuesto, sí. Discúlpame. Es que Lali está participando en... cómo diría yo. En una especie de juego.
—¿En un juego?
Mientras Nico escuchaba la historia del secuestro falso, rezaba para que fuera cierto y sólo se tratara de una estupidez de su hija. No había derramado una sola lágrima durante veintidós años, desde la muerte de su esposa. Pero en ese momento lo hizo. Empezaba a sospechar que el plan de Lali había salido horriblemente mal.
—¿Nico?
—Gracias, Cande. Te agradezco que me lo hayas contado. Sin embargo...
—¿Sí?
—Hace una hora he recibido una llamada. Piden un rescate.
Cande tardó unos segundos en hablar.
—Peter está con ella y no dejaría que le hicieran daño. Sé que se oponía a la idea del secuestro falso —comentó.
—¿En serio? —preguntó con ironía.
—Bueno...
—Tengo que dejarte. Pero si averiguas algo más...
—Por supuesto. Si sé algo más, lo que sea...
—Te llamaré.
Nico cortó la comunicación. Justo entonces apareció Stafford con la bolsa de deportes.
—¿Le parece adecuada, señor?
Era perfecta. Los cinco millones cabían de sobra y la cremallera se podía cerrar sin problemas. Pero todavía faltaban varias horas para la entrega. Tiempo de sobra para torturarse con el estado de su hija.


La puerta se abrió y la valentía de Lali desapareció de inmediato. Antes de que pudiera ver al visitante, sufrió un ataque de pánico general. Corazón, pulmones, piernas, cerebro; todo lo que antes funcionaba escapó a su control. El miedo volvía a hacer acto de presencia.
—¿Lali?
Lali abrió la boca, pero no pudo hablar.
—Lali, mírame.
El lateral de la cama de hundió y Lali sintió unos dedos fríos en la cara. Cuando por fin lo miró, se tranquilizó un poco.
—Peter...
Él sonrió. No llevaba las gafas de sol, así que podía verle los ojos. Pero tenía sangre en la sien.
—¿Te han hecho daño? —preguntó él.
—No, no te preocupes. Me has encontrado...
—Sí.
—Gracias. Estaba tan asustada... ¿Mi padre ha venido contigo?
La sonrisa de Peter desapareció.
—Lo siento sinceramente, Lali. Yo... no puedo llevarte a casa. Todavía no.
—¿Cómo?
—Tu amiguito se va a quedar un rato con nosotros —dijo el hombre bajo.
—Lo siento. Te seguí y subí al barco, pero me descubrieron.
—Comprendo.
Peter se inclinó sobre ella.
—No te asustes —susurró. —Te sacaré de esta. Te lo prometo.
—Vamos, que mi cena se va a enfriar.
Peter se apartó de ella y se volvió hacia Jazz.
—Quítale las esposas para que la pueda limpiar un poco. Por si lo has olvidado, todavía la necesitáis. Y después, cuando esté limpia y le haya puesto una venda en la muñeca, traedle algo de cenar.
Durante un momento, Peter tuvo la impresión de que Jazz le iba a pegar un tiro. Sin embargo, estalló en carcajadas.
—Veo que los tienes bien puestos...
—Quítale las esposas.
La respiración de Lali recobró poco a poco la normalidad, al menos mientras mantuvo la mirada en Peter. Jazz le quitó las esposas y ella se puso a temblar tan violentamente, que Peter se levantó, cerró la puerta para que tuvieran un poco de intimidad y esperó a que se calmara antes de lavarle la herida.
—Supongo que debe doler.
—No importa. Es el mejor dolor que he sufrido desde que...
—Te he fallado. Lo siento.
—No podías saber lo que pasaría. Brody tendrá que responder a unas cuantas preguntas. Es el culpable de todo esto. No está aquí, pero es el único que sabía lo del secuestro —declaró.
Peter no dijo nada. Lali lo miró a los labios y palideció.
—¿Peter?
—¿Sí?
—¿Has llamado a mi padre?
Peter se levantó, caminó hasta el pequeño cuarto de baño, tomó una toalla y la secó con ella. Cuando terminó, abrió un armarito y localizó desinfectante y una caja de analgésicos. En todo momento, la tocó con inmenso cuidado.
—Siéntate. Quiero que comas algo.
—No tengo hambre.
—Me da igual, tienes que comer. Debes recuperar las fuerzas. Ella suspiró.
—Dudo que las recupere con comida.
—Venga, no protestes. Terminemos antes de que vuelva nuestro amigo Jazz.
Lali obedeció y se sentó. Había deseado estar en la cama con él y lo había conseguido, aunque en circunstancias inesperadas. Pero su cercanía, su aroma y el contacto de su piel eran tan intensos, que no sabía qué hacer.
Lo encontró desesperante. Sin embargo, Peter la había salvado de una muerte segura y eso bastó para que sonriera.
—¿Esto te parece gracioso?
—No, en absoluto —respondió ella.
—¿Vas a ponerme eso de verdad?
Peter miró el desinfectante.
—¿Esto? Claro... pero no te dolerá, descuida.
—¿Me lo prometes?
El asintió.
—Te lo prometo.
Peter fue fiel a su palabra. No le dolió. Parecía tener experiencia con la limpieza de heridas, y pensó que seguramente lo habría aprendido en el Ejército. Para situaciones de vida o muerte.
Estaba a punto de interesarse al respecto cuando Jazz abrió la puerta, pistola en mano, y apuntó a Peter. Enseguida apareció otro hombre, calvo, que llevaba una bandeja con comida.
—¿Dónde dejo la bandeja? —preguntó el calvo.
Su acento era extraño. De las Bahamas, o tal vez de Jamaica.
Jazz pareció desconcertado por la pregunta, así que Peter se encargó de la bandeja y la dejó en la cómoda. Después, le puso una servilleta a Lali y tomó un plato y un tenedor. Tenía intención de cenar con ella, pero Jazz no era de la misma opinión.
—No, tú vienes con nosotros.
—Venga, hombre —dijo Peter. —Si no te fías de mí, quédate aquí y dispárame si no te paso la sal.
A Jazz no le pareció gracioso. Se acercó y le puso el cañón de la pistola en la frente.
—Ten cuidado con lo que dices, amigo. El mar está lleno de peces con hambre.
—Está bien, lo siento —se disculpó.
—Mucho mejor.
Al final, Jazz optó por la sugerencia de Peter y comió con ellos. Se sentó en la silla del tocador y no dejó de apuntarles con la pistola.
Lali hizo lo posible por no fijarse en él. El salmón estaba magnífico. De hecho, toda la cena le pareció maravillosa. Pero tenía dificultades para tragar. No dejaba de pensar en su padre y en lo mal que lo estaría pasando.
Por suerte, ya no estaba sola. Cada vez que se hundía en la depresión, miraba a Peter y se animaba.

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