Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

jueves, 23 de mayo de 2013

Capitulo 21


Peter lanzó tal mirada de odio a Charlie, que salió corriendo del camarote, pero su principal preocupación era Lali. Parecía presa del pánico. Justo lo que pretendía evitar.
Caminó hasta el cuarto de baño y la tomó suavemente de la cintura. Ella se sentía tan débil, que no fue capaz de abofetearlo.

—Ven, siéntate en la cama.
Ella se resistió unos segundos, pero pensó que sentarse era preferible a desmayarse. Peter maldijo a su hermano por enésima vez; no sólo arruinaba su vida, sino que ahora también arruinaba la de Lali.
Le tomó el pulso y comprobó que estaba en mitad de otro de sus ataques de pánico. Había palidecido y respiraba con gran dificultad, así que se acomodó a su lado, la agarró por los hombros e intentó animarla. No esperaba que lo perdonara, pero era importante que se mantuvieran juntos y que lo escuchara.
—Lali, necesito que me escuches. Todo es culpa mía, aunque no ha sido a propósito. Mi hermano es una verdadera desgracia. Hace años que debí cortar mi relación con él, pero no fui capaz...
Peter se detuvo un momento y siguió hablando.
—Vino a mi casa y aprovechó un descuido mío para abrir la caja fuerte. Vio la información sobre Brody y decidió robarla y aprovecharla para pagar sus deudas porque yo no había querido darle dinero. Por eso estamos aquí. Porque Charlie vino a visitarme. No adiviné lo que sucedería, y lo siento muchísimo.
Lali no dijo nada.
—Sé que te resultará difícil de creer. Charlie no ha hecho más que causar problemas desde niño. Roba, se droga y no tiene ningún sentido de la realidad. Pero mi madre falleció hace mucho tiempo y mi padre me hizo prometer en su lecho de muerte que cuidaría de él. Le di mi palabra y siempre la cumplo... ¿Sabes por qué dejé el Ejército? Porque Charlie robó los documentos de un oficial. Lo atraparon y lo enviaron a la cárcel. Gracias a mí se libró de que lo acusaran de alta traición, pero yo tuve que dejar el servicio —explicó.
Aunque no estaba seguro, tuvo la sensación de que Lali se empezaba a recuperar. Ya no le costaba tanto respirar, pero también era posible que no hubiera escuchado nada.
—¿Te sientes mejor? Puedo traerte un vaso de agua.
Ella negó con la cabeza.
—¿Puedo hacer algo por ti?
—¿Por qué debería creerte? —preguntó ella.
—Supongo que no tienes motivos para creerme. Tenía intención de contarte lo de Charlie, pero no sabía cómo ni cuándo. Me asustaba que te enfadaras conmigo y que me odiaras tanto, que no quisieras aceptar mi ayuda.
—Pero te has acostado conmigo.
—Sí, y eso es lo que más miedo me daba. En parte, pretendía tranquilizarte y conseguir que descansaras un poco. Pero ese no ha sido el motivo principal. Te deseo, Lali. Hace tiempo que quería besarte y estar contigo, y no me arrepiento de nada. Aunque seguramente no ha sido una buena idea en estas circunstancias.
—¿Cuándo lo supiste?
—¿Te refieres a cuándo supe lo de Charlie?
Ella asintió.
—Cuando te seguí hasta el barco. Me asomé por un ojo de buey y estaba en un camarote. Pero entonces me golpearon y quedé sin sentido.
Lali se giró y lo miró. Tenía mejor color.
—Y los cincuenta millones, lo de las islas Caimán... son demasiadas cosas. No puedo creerte.
Peter asintió.
—Lo comprendo, pero debes hacerlo. Conozco a Ed Martini. No te metieron en el barco por casualidad. Cuando consiguiera el rescate, tenía intención de...
—De matarme —lo interrumpió.
—En efecto.
—Y ahora me matará cuando firme los papeles. ¿Pero qué pasa contigo? ¿Cuándo se librará de ti? —preguntó.
—No nos matará a ninguno mientras nos necesite. Le conté lo del banco para ganar tiempo, y me inventé lo de los cincuenta millones porque el premio debía ser suficientemente apetecible para él. Tanto como para que se molestara en levar anclas y hacer un viaje largo. Sabía que tendría que anclar en alguna parte para comprar suministros y combustible.
—Es posible que estés diciendo la verdad. A fin de cuentas podrían haberte matado ayer y no lo hicieron. Se limitaron a dejarte inconsciente.
—Por supuesto. Creen que yo soy el único que puede convencerte para firmar.
Ella sacudió la cabeza.
—Es una historia muy buena, Peter. Pero tu trabajo consiste en eso, ¿verdad? En inventar historias para manipular a la gente.
—No lo puedo negar.
—¿Y cómo pretendes que crea en ti?
—No lo sé. Sólo sé que dejaré el trabajo en cuanto te deje en casa sana y salva.
—Habría preferido no saber nada. Habría sido mejor.
—Más tarde o más temprano lo habrías descubierto. Era inevitable. Irónicamente, pretendía contártelo cuando salieras de la ducha.
—Peter... me gustaría saber por qué no me importa la posibilidad de que me hayas secuestrado y sin embargo me preocupa que hayamos hecho el amor.
Lali tomó su cara entre las manos y deseó tener algún argumento que la convenciera de su sinceridad.
—Porque dudas de ti misma. Porque dudas de tu atractivo, de tu inteligencia y de tu sentido del humor —respondió.
—No, Peter. No me hagas esto. No es justo.
—¿No puedo hacer nada para que te sientas mejor?
—Sólo sé que no puedo creer en ti. Tal vez sufra ataques de pánico, pero no soy estúpida y sé reconocer a los hombres como tú. Tengo esos cincuenta millones y es probable que lo supieras. Y en cuanto a mi padre, tiene mucho más —afirmó.
Lali ya no estaba tan pálida y casi respiraba con normalidad. Su miedo había disminuido tanto como había crecido su enfado, y Lali pensó que era lo más conveniente. Si se enfadaba, reaccionaría.
—Supongo que te has encontrado con muchos gigolós...
—Sí, y con alguno de los mejores. Por ese motivo...
—¿Sí?
—Por ese motivo no deberíamos mantener esta conversación. No quiero estar en la misma habitación contigo —respondió.
Lali se levantó y esa vez fue él quien se quedó sin aliento. Tenía la esperanza de que lo creyera, pero supuso que él tampoco lo habría creído de haber estado en su lugar.
—Lo comprendo, Lali. Pero me temo que no puedo ir a ningún sitio.
—¿Cómo que no? Puedes irte con tu hermano.
—No. Martini me ha hecho saber que, si no consigo que firmes los papeles, lo matará.
—¿Y a mí qué me importa?
—Te importa mucho. Porque después te matará a ti.


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