—Mi padre era un borracho. No tenía dinero y nos echaban de las casas porque no podía pagar el alquiler.
—Oh, Dios mío.
—Sí, bueno... El fue el motivo que me impulsó a ingresar en el Ejército. En cierto modo le estoy agradecido —dijo.
Ella lo miró. Estaba tan oscuro, que Peter apenas pudo distinguir su expresión, aunque tampoco hizo falta.
—¿Tan malo fue? No puedo creer que hables de eso con tanta tranquilidad.
—He vivido con ello toda mi vida. Al final lo asumes y lo superas.
—No siempre es tan fácil.
—Tú lo estás superando.
—No, en absoluto. Ese es el problema. Debí superarlo hace años. Debí afrontar mi miedo y analizarlo con frialdad. A fin de cuentas, ¿qué posibilidades hay de que te... ?
Lali dejó de hablar y estalló en carcajadas. Peter la miró con perplejidad.
—¿De qué te ríes?
Ella tardó unos segundos en tranquilizarse.
—De mí. He estado a punto de preguntar qué posibilidades hay de que secuestren tres veces —respondió.
Peter sonrió.
—Dicho así, tiene gracia...
—Sí.
Él le acarició el pelo. Era más suave de lo que había imaginado.
—Bueno, tómatelo por el lado bueno. Si la posibilidad de que te secuestren tres veces es casi inexistente, la posibilidad de que lo hagan cuatro es prácticamente nula. Cuando salgas de ésta, serás libre para siempre.
Ella volvió a reír y él se sumó a sus risas. Fue lo mejor que les pudo pasar, porque se relajaron por completo. Si las cosas seguían por el mismo camino, tal vez podría lograr que durmiera un rato. Además, él también necesitaba descansar.
Pensó en levantarse de la cama, pero Lali le puso una mano en el pecho y él comprendió que no había terminado con su historia.
—Cuando estábamos en Europa, a nuestros padres les preocupaba que nos pudiera pasar algo malo y siempre nos vigilaba alguien. No nos pasó nada, por supuesto, pero al volver a Estados Unidos no tuvimos tanto cuidado. Además, nadie podía imaginar que...
—Son cosas que pasan, Lali. No se pueden prever.
Ella asintió.
—Como te decía, teníamos la costumbre de dormir juntas. A veces nos quedábamos en su casa y a veces en la mía. La noche del secuestro estábamos en mi habitación. Era verano, hacía calor y el aire acondicionado no funcionaba bien, así que dejamos abierta la ventana para que entrara la brisa.
—Lógico.
—Recuerdo que alguien me tapó la boca con una mano y que olía a tabaco. Nos sacaron por la ventana en mitad de la noche. Luego nos ataron, nos amordazaron, nos taparon los ojos y nos metieron en la parte trasera de una furgoneta... viajamos durante un buen rato. Cuando el vehículo se detuvo, nos sacaron y bajamos por unas escaleras. Era un sótano y apestaba a cerveza.
—Continúa...
—De lo que pasó después no recuerdo casi nada. Me acuerdo de los gritos de Lisa y de que alguien me quitó el camisón. Y también me acuerdo de que de repente me encontré en una calle que no conocía y que estaba envuelta con una sábana blanca. —Te escapaste.
—Salí del sótano, pero no estoy segura de que escapara por mis propios medios. Es posible que me soltaran, no lo sé.
Lali no temblaba. Su voz sonaba firme y segura e incluso su piel estaba caliente. Peter se preguntó si su aplomo se debía a que había contado la historia muchas veces. En cualquier caso, prefirió no interrumpirla. No quería arriesgarse a decir algo inadecuado y despertar sus fantasmas.
—Vi a una mujer en una ventana y corrí a la puerta de su casa. Ella llamó a la policía.
—Pero Lisa no tuvo tanta suerte.
—No, no la tuvo. Encontraron su cuerpo tres días después en un descampado. Ni siquiera se molestaron en vestirla. La tiraron allí como si fuera un mueble viejo.
—Lali...
—No te preocupes. Recordarlo me hace bien. El la atrajo hacia sí.
—Espero que esos canallas ardan en el infierno.
—Sí...
Peter le acarició el brazo con suavidad. Estuvieron un buen rato sin decir nada, en silencio. Por fin, ella suspiró y él supo que había llegado el momento de pensar en la huida.
Todavía no había comprobado el cuarto de baño, pero estaba seguro de que encontraría algo que poder utilizar como arma. Además, también podía mirar en el aparador y en la cómoda. Tal vez hubiera un armario, aunque no había visto ninguno.
Echó un vistazo a la puerta y vio que había luz en el exterior. Nadie se daría cuenta si encendía la luz del camarote.
—Lali, tengo que levantarme un momento, pero volveré enseguida. ¿Estarás bien?
Lali apartó la mano de su pecho.
—Por supuesto.
—Lo siento, pero es importante.
Peter se levantó de la cama y se acercó a la puerta. Sabía que estaría cerrada, pero probó de todas formas. Por si acaso.
—Cierra los ojos —ordenó. —Voy a encender la luz.
—Pero podrían darse cuenta...
—No, todavía hay luz fuera.
En cuanto sus ojos se ajustaron a la iluminación, Peetr se dirigió al tocador. Encontró un cepillo, un espejo, maquillaje y varios pulverizadores; nada útil. Con la cómoda no tuvo más suerte; sólo había ropa de mujer.
El armarito del cuarto de baño resultó más provechoso. Había una bolsa con maquinillas de afeitar y unas tijeras largas, además de alcohol, cerillas y una vela. Materiales más que suficientes para organizar algo. Pero debía tener cuidado con el cuándo y el cómo. Lali era el eslabón más débil de la cadena. No podía permitir que la usaran como moneda de cambio: si se decidía a actuar, tendría que estar seguro de salirse con la suya.
También estaba el problema de Charlie. Por muy enfadado que estuviera con él, era su hermano. Otro eslabón débil.
Escapar habría sido un problema irrelevante si hubiera estado solo. Podía librarse de Jazz, del cocinero y de Martini con relativa facilidad. El único que podía interponerse era el calvo.
Pero no estaba solo. Y la seguridad de Lali era lo más importante.
Reunió todo lo que había recogido y dijo:
—Sólo tardaré un poco más.
Cerró la puerta con el pie y se lavó. Cuando volvió al dormitorio, Lali seguía con la manta azul sobre los pechos y la cabeza apoyada en un montón de cojines. Parecía asustada y estaba pálida, pero en sus ojos había un brillo diferente, de determinación, que no había visto hasta entonces. La conversación sobre Lisa había servido para tranquilizarla. O tal vez las risas compartidas.
Peter sonrió sin poder evitarlo.
—¿A qué viene esa sonrisa? —preguntó ella.
—A que has tomado una decisión.
—¿Cómo?
—Olvídalo, no tiene importancia.
Peter apagó la luz y se quedaron nuevamente a oscuras.
—¿Ves algo? ¿Sabrás llegar a la cama?
—Claro. Son exactamente ocho pasos.
—Eso suena a típica frase de espía.
El volvió a la cama y se sentó a su lado.
—Ese tipo de detalles son los que marcan la diferencia. Cuando vayas al cuarto de baño, cuenta los pasos. Y cuando Jazz entre en la habitación, obsérvalo con detenimiento. Fíjate en si se mueve a la derecha o a la izquierda. Intenta averiguar si está preparado antes de encender la luz o si tarda unos segundos.
Lali volvió a ponerle una mano en el pecho.
—¿Siempre actúas así? ¿En todas partes?
—Casi siempre.
—¿Y cómo te relajas?
Peter rió.
—Bueno, hay un par de cosas que...
Lali se estremeció.
—Quiero confesarte algo —dijo ella.
—¿Qué?
—Pensaba invitarte a cenar.
—¿En serio?
—Sí. Me gusta hablar contigo y pensé que podríamos pasar un rato juntos. Fuera de tus horas de trabajo, quiero decir...
—Suena bien.
—Lo sé, pero soy tan cobarde, que tenía miedo de que...
—¿De qué?
—De nada. Tenía miedo, sólo eso.
—Bueno, ahora estamos aquí. Y no estoy trabajando.
Lali movió la mano. No demasiado. Pero era un principio.
Él le acarició el cabello y la abrazó con fuerza. Besarla en un lugar tan oscuro no sería fácil. No veía nada y podía fallar por milímetros. Sin embargo, quería arriesgarse.
La tomó suavemente de la barbilla y descendió sobre ella.
+10?
Mass mass mas mass...
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ResponderEliminarMaaas
ResponderEliminarOootro
ResponderEliminar6!!
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ResponderEliminarOtrrrro
ResponderEliminarMe encanta
ResponderEliminar10!!!!
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wooooe ya quiero el besooo
ResponderEliminarsube mas :D
ResponderEliminarQuiero mas!
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