Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

domingo, 19 de mayo de 2013

Capitulo 9

El interior del edificio estaba a oscuras. Desde la posición de Peter, oculto tras unos arbustos, parecía que dentro no había nadie y que la iluminación exterior estaba conectada al sistema de seguridad.
Llegar a la mansión iba a resultar difícil No le apetecía que la policía lo descubriera en pleno allanamiento de morada. Podía contarles la verdad y decirles que estaba allí para interrumpir un secuestro falso, pero dudaba que los agentes le permitieran seguir con su trabajo.

Si él hubiera sido el encargado de instalar las alarmas de la propiedad, sabía dónde habría puesto las cámaras y los sensores de movimiento. Entre el edificio que tenía enfrente y el contiguo había uno de esos pasajes estrechos que siempre eran un problema para los sensores; no era suficientemente ancho para un coche, pero sí para él, así que decidió probar suerte.
Avanzó y se preguntó quién sería el dueño de aquel lugar. No podía creer que Brody viviera allí; los jardines con esculturas y las pesadas cortinas de las ventanas resultaban demasiado ostentosos para un hombre como él. Brody era ecléctico, moderno. Y tampoco encajaba con los gustos de su esposa.
Unos segundos más tarde, pudo oír las olas. El olor a sal estaba en el ambiente desde hacía tiempo, pero tuvo la impresión de que el agua rompía contra lo que parecía ser un muelle o una embarcación. Sólo esperaba que Brody no la hubiera metido en un barco. El océano y una mujer con ataques de pánico no eran una buena combinación. Podía pasar cualquier cosa.
Supuso que para entonces ya se habría conocido la noticia. A fin de cuentas, se trataba de Lali Esposito y la habían raptado en una zona cara de Manhattan y a plena luz del día. Nico se volvería loco y quema la cabeza de su jefe de seguridad en bandeja.
Pero entre tanto, tenía un trabajo que hacer. Cuando llevara a Lali a casa, presentaría la dimisión y se distanciaría tanto como fuera posible de su equipo. No quería que los despidieran sólo porque él había metido la pata.
Se asomó al pasaje y pudo ver la mansión principal y la furgoneta blanca con la matrícula manchada de barro. El mar estaba exactamente detrás. Había un embarcadero con un yate amarrado y luz en el interior. Peter corrió hacia él y distinguió la silueta de un hombre.
No había más edificios en la propiedad. Seguramente la habían encerrado en el barco. Pero no estaría allí por mucho tiempo.


—Despierta.
Lali abrió los ojos e intentó mantener la calma, pero le dolían la muñeca y los brazos. Habían encendido la luz y ahora podía verlo con claridad.
Era un hombre de piel morena y ojos casi amarillos, que parecía agitado. Se inclinó sobre ella y le echó el aliento en la cara. Olía a ajo.
—Se ha despertado.
La segunda voz era del hombre que estaba junto a él. Lali no quería mirar, pero lo hizo. Era alto y de cabello blanco. Llevaba una camisa azul y una cadena de plata en el cuello. No podía ser más distinto a su acompañante.
—¿Quién es usted?
—No necesitas saberlo —respondió. —Apártate, Jazz.
El hombre más bajo se apartó de la cama. Lali pudo ver al alto con más claridad y le recordó a los socios del club de su padre. Típicos millonarios engreídos y falsos, capaces de cualquier cosa con tal de salirse con la suya.
—Quiero saber el número de teléfono de tu padre, Lali.
—No se lo diré.
—Claro que me lo dirás. Puedes decírmelo ahora o esperar a que Jazz te lo saque a la fuerza —afirmó.
Lali sintió pánico y quiso gritar.
—Dímelo ahora. Será más fácil para todos.
—Si te lo digo, me matarás.
—Al contrario. Te mataré si no me lo dices.
—Pues adelante, mátame.
—Oh, no. Este juego tiene otras normas.
El hombre alto hizo un gesto a Jazz, que sonrió de oreja a oreja como si estuviera deseando torturarla y se acercó. La agarró de la mano esposada y se la retorció de tal modo que pensó que se la iba a arrancar. Lali pataleó con todas sus fuerzas. Descubrió que le habían desatado las piernas, pero daba igual porque no alcanzaba a nadie.
—Danos el número, Lali. Esto sólo es el principio. A Jazz le encantaría arrancarte la mano. Y créeme, lo hará... pero después tendrá que detener la hemorragia y la única forma que conoce es cauterizarla con fuego.
La imagen de su carne ardiendo bastó para que se sintiera enferma. Pensó que sería mejor que les diera el número. Y si la mataban después, que la mataran. Por lo menos sería más rápido.
El hombre alto suspiró.
—Muy bien, como quieras. Hazlo otra vez, Jazz.
Lali cerró los ojos y Jazz empezó a retorcerle la mano con más y más fuerza. Era tan doloroso, que no pudo soportarlo.
—Está bien, está bien... —dijo en un susurró. —Basta, por favor.
Jazz la soltó, pero el dolor no desapareció de inmediato. Subía por el brazo y le presionaba el pecho. Le parecía imposible que aquella misma tarde hubiera estado en Manhattan comprando camisas de marca a su padre.
—¿Y bien?
Lali se secó las lágrimas con la mano libre y deseó que ocurriera un milagro. Sin embargo, no creía en milagros.
—212…


Peter llegó al embarcadero sin que nadie lo viera. Pero eso le daba igual. Lo único que le preocupaba era Lali, aunque creía que no habría sufrido ningún daño que no se pudiera curar con una taza de té y un sueño reparador.
Caminó sigilosamente hacia el yate, que se llamaba Pretty Kitty y sacó la pistola. Sólo tenía que recordar que en ese caso debía preguntar primero y disparar después, al contrario de lo habitual. Brody podía ser un estúpido, pero no estaba haciendo nada ilegal. Y si se había excedido en sus obligaciones e intentaba jugársela, bastaría con una bala en la rodilla.
Llegó a la popa, saltó a bordo y echó un vistazo al camarote principal. Era tan lujoso como suponía y más bonito que su apartamento. En la cubierta superior, la del timón, no había nadie. Imaginó que estarían en otros camarotes.
Avanzó con sumo cuidado y encontró una escotilla a cierta distancia. Estaba a media altura, así que se agachó y echó un vistazo al interior.
Lali no estaba allí. Ni Brody. Pero reconoció al hombre que estaba sentado junto a una mesa, con una botella de cerveza en la mano.
Era Charlie.
Eso no tenía ningún sentido. ¿Qué estaría haciendo su hermano en Sands Point y en el interior de un barco?
Peter se incorporó sin preocuparse por que su hermano lo viera. Pero estaba tan sorprendido por el descubrimiento, que no oyó los pasos que se acercaban. Un segundo después, sintió un culatazo en la sien.


Cuando Lali despertó, su primer pensamiento fue que la muerte dolía tanto como la vida. Pero comprendió que no la habían matado y se desesperó aún más al imaginar que querían tomárselo con calma.
Les había dado el número de teléfono de su padre. Para entonces se habrían puesto en contacto con él y Nico estaría reuniendo el dinero para pagar el rescate. Se preguntó cuánto le pedirían, aunque eso carecía de importancia. Pagaría lo que fuera necesario con tal de que la pusieran en libertad.
Pero él también sabría que el rescate no significaba nada. No saldría con vida de ese barco, porque ahora estaba segura de que lo era. Y le pareció lógico. El sitio perfecto para un secuestro. Sólo tendrían que arrojarla por la borda en alta mar y nadie encontraría su cadáver.
Se movió en la cama. Le dolía la muñeca y el brazo se le había dormido, pero sobre todo tenía sed. En general bebía mucha agua y ese día no había tomado un solo vaso. Pero supuso que era lo más conveniente. Si tenía ganas de ir al cuarto de baño, seguramente se negarían.
Bajó la pequeña almohada con el brazo libre y alivió un poco la presión de las esposas en la muñeca. Curiosamente estaba tranquila; no respiraba con dificultad y su corazón latía con un ritmo normal. Le pareció irónico que sus ataques de pánico desaparecieran en un momento como ése.
Aquello la enfadó aún más. El miedo la había paralizado casi toda su vida y, entonces, precisamente entonces, actuaba con aplomo.


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