Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Capitulo 3


Peter se enderezó la corbata mientras esperaba a que Lali abriera la puerta. Iban a ir a casa de su padre, lo que siempre resultaba complicado. Nicolas era un hombre poderoso que había ganado miles de millones de dólares en el negocio inmobiliario. Su hermano y él Joseph habían empezado desde abajo, pero eran inteligentes y despiadados, y consiguieron varios contratos importantes del Gobierno. Su negocio se extendió de su Misuri natal a una empresa que construía edificios en las principales ciudades del mundo. Habían llegado más lejos de lo que nadie habría imaginado, pero todo tenía un precio. Incluida una hija con tal pavor a ser secuestrada que apenas disfrutaba de la vida.

Peter sabía que el peligro era real, pero también sabía que aquella situación ahogaba a Lali. Lamentablemente, no podía hacer nada al respecto. Sólo era un empleado, un guardaespaldas.
Unos segundos después, oyó que quitaba los cerrojos. La puerta se abrió y Lali apareció ante él con unos pantalones de color crema, una blusa amarilla y suficiente maquillaje como para saber que había pasado una mala noche.
—Voy a llegar más tarde de lo que debería, Peter. Pasa y espera mientras termino de recoger mis cosas.
El vestíbulo del piso era tan grande como su apartamento, pero a Peter no le impresionaba. Se había acostumbrado a trabajar con millonarios, lo cual no significaba que tratar con ellos fuera fácil. Ni siquiera con Lali, que a diferencia de tantos era bastante decente y no menospreciaba a nadie.
Ella se dirigió a la cocina, y él decidió aprovechar la ocasión para ordenar una inspección del piso. Hizo un movimiento concreto con la mano derecha, uno que habría pasado desapercibido si sus hombres no hubieran estado vigilando por las cámaras ocultas, y esperó. Sólo necesitaban dos minutos. Si E. J. tardaba un segundo más, tendría que buscarse otro trabajo.
Llegó en un minuto y cuarenta y dos segundos. E. J. Parker sólo tenía veinticuatro años; había sido francotirador de las fuerzas especiales del Ejército hasta que resultó gravemente herido. Ahora ya estaba recuperado y no tenía más secuelas que una cicatriz en la cara, pero a Peter le daban igual esos detalles; sólo le importaba que los hombres hicieran su trabajo y que fueran conscientes de que aquello era exactamente igual que una operación militar. Los errores no se perdonaban.
—Has estado cerca —advirtió Peter.
—La próxima vez seré más rápido, señor.
—Lo sé. Adelante.
Los hombros de E. J. se movieron de tal modo, que Peter supo que no había olvidado los gestos típicos de la vida militar. Pero eso también carecía de importancia. Siempre y cuando se comportara como un profesional y Lali no se sintiera como un insecto bajo un microscopio.
El joven desapareció tan silenciosamente como había llegado. Peter pensó en la posibilidad de ir a la cocina y hablar con Pilar, la cocinera personal de Lali, pero permaneció en el vestíbulo y contempló las obras de arte.
El lugar se parecía más a un museo que a una casa. Suelos de mármol, antigüedades de valor incalculable, cuadros de los pintores más conocidos. Tuvo que tomar aire para relajarse. Sentía un poco de envidia de aquella demostración de riqueza, pero lo que más le molestaba era otra cosa: haber terminado sus días de guardaespaldas. De niñera.
—¿Peter?
Al oír la voz de Lali, se giró.
—¿Te apetece un café? Voy a tardar diez minutos más. Ya he hablado con mi padre.
—Sí, gracias...
Esperó a que Lali desapareciera en el pasillo y luego se dirigió a la cocina.
Pilar ya le estaba sirviendo el café prometido. Peter no tenía gustos caros, pero debía admitir que el café de Pilar era el mejor que había probado en toda su vida.
—¿Cómo te va, Peter?
Pilar había nacido en Brasil y se había mudado a Estados Unidos a los dieciocho años. Su acento le daba un aire vagamente exótico y refinado, aunque tal vez no fuera el acento brasileño, sino su propio carácter. Era cocinera profesional y había sido agente de la CÍA, así que combinaba el delantal con la pistola automática.
—Bien —respondió, mientras aceptaba la taza de café. —¿Qué tal está hoy nuestra pequeña amiga?
Los generosos labios de Pilar, siempre pintados de rojo, dibujaron una sonrisa. Sabía que con lo de «pequeña amiga» se refería a su pistola.
—¿Es que sólo piensas en trabajo?
—Por supuesto.
Ella rió.
—No me extraña que no tengas vida amorosa.
—¿Y cómo sabes que no la tengo?
—Peter, por favor... si te puedes resistir a mis encantos, te puedes resistir a los de cualquiera —afirmó.
Peter estuvo a punto de sonreír, pero se contuvo.
—Podría ser homosexual. Tal vez tenga una relación secreta con mi novio...
La carcajada de Pilar resonó en toda la cocina. Era una sala enorme, como sacada del palacio de Windsor, que resultaba tanto más ridícula por su tamaño si se tenía en cuenta que daba servicio a una sola mujer. Una mujer que, además, no recibía más visitas que algunos socios de la Fundación Esposito, la ONG que dirigía.
—Si fueras homosexual, lo sabría, créeme —afirmó Pilar. —Pero es una pena que no te relajes un poco. No es sano.
—Me relajo.
—Dudo que conozcas el significado de esa palabra.
—¿Qué palabra?
Peter se giró y vio que Lali estaba en la puerta.
—¿Preparada?
—Más o menos. Acaba de llamar una mujer de la Fundación MacArthur, bastante alterada, y he tenido que tranquilizarla.
—¿Queréis otro café? —preguntó Pilar.
—Sí, gracias.
—Yo también.
Lali tomó la taza que le ofreció su cocinera, pero no probó el café. Se limitó a observar a Peter con expresión pensativa, hasta que sus mejillas se ruborizaron.
Dos sorbos y cinco minutos de silencio después, salieron del piso y entraron en el ascensor. Ella no alzó la vista de sus zapatos.


Ayer les queria traer maraton, pero los comentarios no llegaron a 10, no se si no les agrado la novela. En fin. Si quieren otro capitulo comenten +10

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