Capitulo 10

–¿Lo estás pasando bien?
–Sí, pero tengo sed.
Lali le dio su refresco y un par de monedas para la máquina de marcianitos.
–Después iremos a ver qué hay al otro lado del restaurante, ¿te parece?
–Bueno.

–Y recuerdas lo que he dicho de volver temprano a casa, ¿verdad?
El niño arrugó el ceño.
–Sí, me acuerdo –Tanner se alejó, suspirando.
–Puede que ahora te cueste mucho, pero eso ha sido el típico «sí, mamá» –dijo Eugenia–. Debes de estar haciendo algo bien.
–Gracias –Lali esperó un momento para no parecer demasiado interesada–. Entonces conoces a Peter, ¿no? ¿Debo saber algo sobre él? Al fin y al cabo, trabajamos juntos.
–¿Solo lo preguntas por eso? –bromeó su amiga.
Lali se encogió de hombros.
–Admito que es guapísimo, pero no pienso seducirlo en la sala de juntas ni nada parecido. Aunque tuviese tiempo para salir con alguien, nunca lo haría con un compañero de trabajo.
Uno que, además, estaba por encima de ella. Pepper la acusaría de buscar favoritismos, y no merecía la pena pasar por eso solo por unos ojos verdes.
–Sé que estuvo prometido hasta hace unos meses –dijo Eugenia–. Con Brooke no-sé-qué, una periodista. Eran una pareja muy atractiva y me sorprendió saber que ella lo había dejado.
–¿Ella lo dejó?
Lali se preguntó por qué una mujer dejaría a un hombre como Peter, guapo, rico y, a juzgar por su actitud, comprensivo y amable.
–Se enamoró de otro, creo. Pobre Peter –Eugenia sonrió–. Una pena que yo esté con Nico y no pueda consolarlo.
Lali soltó una carcajada.
–Eres terrible.
–¿De verdad nunca saldrías con un compañero de trabajo? Tal vez podríais consolaros el uno al otro. A los dos os han roto el corazón, así que tenéis algo en común.
–Benjamin no me rompió el corazón –dijo Lali. De hecho, casi le parecía desleal lo poco que lo echaba de menos–. Nunca pensé que fuera mi alma gemela o el hombre con el que estaba destinada a pasar el resto de mi vida, pero pensé que podría contar con él.
–Lo sé –asintió Euge–. Pero estás mejor sin él. Y, además, Peter solo está contratado durante unos meses, de modo que no es exactamente un compañero de trabajo.
–¿Y?
–Que has dicho que no sales con compañeros de trabajo, pero Peter no lo es exactamente. O no lo será durante mucho tiempo.


Aunque según el informe meteorológico aquel día volvería a hacer calor, la brisa matinal era lo bastante fresca como para saber que el otoño estaba a la vuelta de la esquina.
Peter iba a reunirse con Agustin en el club de golf. Le había pedido que se reuniera con él allí para charlar sin que el trabajo de la oficina los interrumpiera.
–Bueno, por el momento, ¿qué te parece? –le preguntó su antiguo compañero de facultad, mientras ensayaba el golpe.
Peter eligió sus palabras cuidadosamente, sabiendo que su opinión podría afectar a las personas con las que había trabajado esa semana. Los empleados de Agustin le caían bien, sobre todo Lali Esposito.
La familia era importante para él, una de las razones por las que se había comprometido apresuradamente con Brooke, y entendía por lo que Lali estaba pasando. De hecho, la admiraba por darles una familia a sus sobrinos.
–Aún no tengo pruebas, pero que no las haya encontrado significa que el responsable es un experto.
Agustin le había confiado que después de perder tres pujas no le había hablado a nadie de la última. Sin embargo, si las sospechas de Peter eran correctas, alguien había logrado esa información y la había filtrado a la empresa competidora. Cualquiera podría borrar datos superficiales, pero había que ser un experto para no dejar huellas.
–¿Alguna sospecha del departamento de tecnología informática? –le preguntó Agustin.
–Creo que sí. Aunque, por el momento, es una intuición.
–Entonces será mejor que vuelvas a la oficina. Deberías vigilar de cerca a las dos mujeres –dijo Agus, preparándose para golpear la pelota.
–¿Qué quieres decir?
–Ganan menos dinero que los hombres y sé que eso les molesta.
Peter se preguntó si a Agus le molestaría que alguien infravalorase su trabajo.
–¿Crees que el motivo podría ser el resentimiento?
–Podría ser.
–Si les pagases el mismo sueldo que a los hombres no habría razón alguna para que estuvieran resentidas.
–Las programadoras informáticas no ganan lo mismo que los hombres, todo el mundo sabe eso, Peter.
Peter apretó los labios. No era buena idea golpear a la persona que le pagaba a uno con un palo de golf, pero mientras volvía a la oficina iba pensando en lo que le había dicho Agustin.
Aunque él tenía experiencia en robos informáticos, no era un detective. ¿La avaricia sería suficiente para corromper a una persona o Agus tendría razón al decir que el móvil del robo era el resentimiento? Sería más fácil robar a alguien si uno se sentía infravalorado.
Pero tal vez no era avaricia, sino desesperación. Alguien que tuviese que pagar deudas o múltiples facturas… alguien que había tenido que hacerse cargo de dos niños.
Ese pensamiento lo dejó helado. ¿Desde cuándo era Lali tutora legal de sus sobrinos?
«Eso es una tontería. Lali no ha robado información confidencial para venderla».
Recordó entonces lo disgustada que estaba el día que la conoció y la preocupación que sentía por sus sobrinos. El instinto le decía que una mujer tan generosa era incapaz de robar. Además, aunque lo intentase, no podría disimular. Lali Esposito tenía una de esas caras que no podían ocultar nada.
Pero en realidad no la conocía y no podía sacarla de la lista de sospechosos solo porque el instinto le dijera que no podía ser ella… o porque tuviera esperanzas de que no lo fuese.
Tendría que conocerla mejor, decidió.

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