Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

miércoles, 3 de abril de 2013

Capitulo 11


«Maldita sea, Eugenia».
A la mañana siguiente, Lali culpaba al comentario de su amiga por su falta de concentración.
«No seréis compañeros durante mucho tiempo».

Tal vez no, pero por el momento lo eran y debía concentrarse en sus palabras, no en lo guapo que estaba. Se había remangado la camisa, mostrando unos fuertes antebrazos, y su pelo, por una vez, no estaba en su sitio, sino un poco despeinado. Le gustaría tanto pasar los dedos por él y…
–¿Señorita Esposito… Lali? –Peter había pedido que todos se llamasen por el nombre de pila, pero no daba la impresión de sentirse cómodo–. ¿Me sigues? Pareces perdida.
–Tal vez porque ha faltado a varias reuniones últimamente –intervino Pepper, con falso tono de preocupación–. Si quieres, podemos comer juntas. Yo te contaré todo lo que te has perdido.
Robert Jenner apartó la mirada y otros parecieron encontrar la superficie de la mesa increíblemente interesante.
–No, en realidad… ¿por qué no comemos juntos, Lali? –sugirió Peter entonces–. Espero que no te importe, Pepper. Como líder del proyecto, es mi responsabilidad comprobar que todos los miembros del equipo conocen los objetivos.
Lali estaba sorprendida y un poco avergonzada por la invitación. Ella no necesitaba un tutor, pero tampoco podía admitir que la razón por la que parecía perdida no tenía nada que ver con el trabajo.
Sin embargo, mereció la pena por ver la expresión de Pepper, que lamentaba no haberla hecho quedar mal, como era su intención. Y, además, había conseguido una cita con Peter…
No, no era una cita, iban a comer juntos para hablar de trabajo. Nada más.
–Me parece bien –asintió finalmente.
–Estupendo –dijo él–. Sabéis que los bancos y las grandes empresas contratan gente para que entre ilegalmente en sus programas y descubrir así las debilidades de sus competidores. Pues bien, me gustaría que me dijerais cómo entraríais ilegalmente en los programas de la empresa y cómo borraríais vuestras huellas –Peter sonrió–. Ya sabéis lo que dicen los actores: es más divertido hacer de malo. Esta es vuestra oportunidad de pensar como delincuentes.
Lali se aclaró la garganta, deseando decir algo, cualquier cosa, que la hiciese parecer alerta y mentalmente ágil.
–Un buen programador podría borrar sus huellas sin el menor problema, ¿por qué no hacer que parezcan las huellas de otro? La mayoría de la gente no se molestaría en investigar más.
–Interesante –murmuró él, sorprendido–. Sigue, por favor.
En realidad, Lali había dicho lo primero que se le había pasado por la cabeza, pero su entrenamiento y su talento le hicieron encontrar un par de posibilidades más. Aunque se tardaría mucho tiempo en desarrollar el plan, sus compañeros parecían impresionados.
Robert Jenner soltó una carcajada.
–¿Quién hubiera imaginado que tras esa carita inocente se escondía una mente tan retorcida?
–Desde luego –asintió Pepper–. A partir de ahora tendré mucho cuidado contigo.


Peter miró el reloj. Lali y él habían quedado a la una en los ascensores. Aún faltaban unos minutos y había mirado el reloj con más frecuencia de la que debería.
Invitarla a comer había sido un gesto impulsivo, algo raro en él. Pero la evidente antipatía de Pepper lo había instado a tener un gesto de galantería con Lali.
Era algo que hubiera hecho su mejor amigo, Jake McBride, un bombero que rescataba gente todos los días. Jake lo había rescatado a él en el colegio, cuando tres matones lo habían acorralado en el pasillo. Tener a Jake a su lado había equilibrado la pelea.
Después de eso fueron como hermanos, pero cuando Brooke canceló la boda porque se había enamorado de Jake… en fin, la relación entre ellos se había vuelto tensa. Peter no estaba enfadado con su amigo, pero tampoco respondía a sus mensajes de inmediato, como antes.
Solían cenar juntos en un restaurante mexicano, Comida Buena, adonde pensó que podía ir a comer con Lali, pero estaba lejos de la oficina.
Lali Esposito era encantadora e inteligente y le caía bien, pero eso hacía que verla como una ladrona le resultase incómodo.
Era tan diferente a otras mujeres que conocía… su estoica madre, por ejemplo, o las chicas de la alta sociedad de Houston con las que había salido. O Brooke, que era una persona reservada. Además, él mismo no era una persona extrovertida, así que se sentía un poco incómodo con la gente expresiva.
Jake se metía con él en la universidad porque le dolía romper con las chicas; su mayor temor era que alguna se pusiera a llorar. Una exnovia incluso le había tomado el pelo sobre su naturaleza reservada.
–¿Seguro que eres de Texas? –le había preguntado, burlona–. Los texanos llevan pantalones vaqueros, conducen camiones y cantan canciones country cuando les rompen el corazón. Tú pareces británico.
Su serenidad en momentos de crisis era una de las razones por las que era un buen asesor. Los clientes podían contar con él para resolver cualquier problema y, en aquel momento, su cliente era Agustin Sierra. Y, a pesar de que a veces lo sacaba de quicio, pensaba hacer el trabajo que le había encomendado.


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