Peter se preguntó qué debía esperar. Aunque no era un banquete de boda oficial, lo habían sentado al lado de la hermana de Brooke, Meg, que era la dama de honor.
Su cita para esa noche era un tatuador con el que había discutido a última hora, de modo que la noche se presentaba interesante.
Afortunadamente, habían sentado a Lali a su izquierda. Tenía que hacer un esfuerzo para no mirarle las piernas continuamente.
–Aún no es demasiado tarde –murmuró–. Podríamos sentarnos con los Holdenstein, en la mesa catorce.
Ella sonrió.
–Son los invitados de honor, Peter. No puedes evitarlos toda la noche.
–No estoy evitándolos –se defendió él–. Es que siempre están rodeados de gente. Los saludaré durante la cena.
–No podrás hacerlo desde la mesa catorce.
Peter pasó una mano por su espalda, apreciando la suavidad del vestido, pero sabiendo por intuición que su piel sería más suave.
–¿Y si dijera que la razón por la que no te los he presentado es que disfruto tanto de tu compañía que te quiero para mí solo?
–Diría que eres un seductor –respondió Lali–. Y que es exactamente lo que yo quería escuchar.
Después de eso, Peter estaba deseando presentársela a Jake porque hasta su escéptico amigo tendría que ver lo sexy y lo ingeniosa que era.
«No solo me gusta porque la veo como una buena esposa y madre. Me gusta todo en ella».
Pero al igual que Jake lo había subestimado a él, Peter había subestimado a sus amigos. ¿De verdad había pensado que habría tensión entre ellos? Brooke y Jake saludaron a Lali como si la conocieran de toda la vida, con contagioso entusiasmo.
–Me alegro mucho que de Peter te haya traído –dijo Brooke, con una sonrisa sincera–. Tenía el presentimiento desde que os vi en el restaurante. Intuición femenina.
Meg, su hermana, hizo una mueca.
–¿Intuición femenina? No te dejes engañar, Lali. Hasta hace unos meses, mi hermana solo creía en cifras y números. No sabía nada de intuiciones femeninas.
Brooke soltó una carcajada.
–He cambiado para mejor –respondió.
Y no era la única, pensó Peter. Mientras hablaba con los empresarios se había dado cuenta de que no estaba atento a la conversación. Seguía interesado en saber qué ocurría en la comunidad económica de Houston, pero tenía otras prioridades. Por ejemplo, los partidos de Tanner. O los ojos de su tía.
Él solía ser la clase de hombre que provocaba peleas entre maridos y esposas, monopolizando la conversación con ellos mientras ellas protestaban. Pero esa noche, era él quien buscaba cualquier oportunidad para estar a solas con Lali.
Por supuesto, el cambio en sus prioridades no era la única razón por la que estaba inquieto esa noche.
La gente le preguntaba sobre su trabajo, de modo que tuvo que hablar de Agustin Sierra. Y, aunque nadie sabía nada sobre sus investigaciones, el ultimátum de Agustin pesaba sobre sus hombros como una losa.
Nunca se había sentido culpable por no contarle a Lali qué estaba haciendo en la empresa porque la confidencialidad era parte de su trabajo. Estaba acostumbrado a guardar secretos por simple profesionalidad y, trabajando en el mismo campo, Lali tenía que entenderlo.
Sin embargo, sabiendo que ella estaba en el punto de mira, era difícil recordar que aquel era un asunto profesional. A él le parecía muy personal. Le gustaría confiárselo, pero quería evitarle quebraderos de cabeza hasta que tuviera la respuesta.
–Lanzani –a pesar de que intentaba sonar alegre, había cierto tono de preocupación en la voz de Jake–. ¿Sigues aquí?
–Perdona, estaba perdido en mis pensamientos –Peter se preguntó si Jake y Brooke creerían que estaba preocupado por el trabajo. Irónico que tuvieran razón y estuvieran equivocados al mismo tiempo.
–¿Has visto la tarta nupcial? –le preguntó Brooke.
–No.
–Deberías enseñársela, Jake. Tenemos unos minutos antes de que sirvan la cena.
Jake esbozó una sonrisa.
–Cariño, tú sabes que te quiero, pero sutil no eres –bromeó.
Peter podía sentir la vibración de la risa que Lali intentaba disimular e intercambió una sonrisa con ella.
–Sutil es para gente que tenga más paciencia –replicó Brooke–. Venga, ve a enseñarle la tarta a tu amigo.
–Sí, señora –Jake se levantó de la silla–. Peter, ven conmigo. No va a dejarnos en paz hasta que hablemos a solas.
Aunque los dos sabían que no era más que una excusa para estar solos un momento, se dirigieron a la mesa donde estaba la tarta de cuatro pisos. Peter sonrió al ver que, en lugar de una pareja de novios, habían puesto un casco de bombero y una máquina de escribir diminuta.
–Muy gracioso.
–Siento mucho lo que dije en mi casa –se disculpó Jake–. Brooke casi me estrangula cuando se lo conté. Le preocupa que estés enfadado conmigo, pero te aseguro que mi intención era buena.
–Ya lo sé. Intentabas advertirme porque te preocupas por mí… y a veces es muy irritante, pero así son las cosas cuando formas parte de un equipo –Peter recordó la charla que le había dado a Tanner en la heladería. Los compañeros de equipo no eran perfectos, pero se apoyaban unos a otros.
–Además, retiro mis palabras. Lali es estupenda.
–Lo sé. Pero aléjate de ella –bromeó Peter.
–No pienso hacerlo. Te conozco mejor que nadie y recuerdo muchas anécdotas que pienso compartir con ella. Y en ninguna de ellas quedas bien –silbando, Jake volvió a la mesa.
Me encantaaaaa Masss
ResponderEliminarme encanto :)
ResponderEliminarMaaaas :-)
ResponderEliminar@laliteronfire