–¿Te dejó cuando murió tu hermano? ¿Cuánto tiempo llevabas con ese idiota?
–Tres años, pero hizo lo que debía. Benjamin no estaba preparado para ser padre.
–¿Y tú sí?
Lali sabía que no pretendía juzgarla, que solo intentaba ser comprensivo, pero de todas formas torció el gesto porque esa era la pregunta que ella misma llevaba haciéndose desde el día en que se había hecho cargo de Tanner y Nicole.
–Quiero creer que hago todo lo que puedo.
–Seguro que sí –asintió él–. Solo te vi con tu sobrino unos minutos, pero creo que los dos son muy afortunados de tenerte.
–Eso es lo que dice Eugenia… mi mejor amiga, Eugenia Suarez. Pero no sé si tienen suerte o no. Tanner aprendió a nadar a los tres años, pero desde que sus padres murieron le da pánico el agua. No quiere ni oír hablar de la playa e incluso tiene miedo de meterse en la bañera –pensando que aquella era una conversación demasiado mórbida para un almuerzo de trabajo, intentó sonreír–. ¿Qué cosas te daban miedo cuando eras niño?
–Cometer errores –respondió él–. Eso me daba mucho más miedo que los matones del colegio.
–¿Tuviste problemas con unos matones? –exclamó Lali, sorprendida. No podía imaginar a nadie metiéndose con un hombre que medía un metro ochenta y cinco.
–Una vez –Peter sonrió–. Pero Jake se puso de mi parte y nunca volvió a pasar.
Su amigo de la infancia se había puesto de su lado… para luego robarle la chica. Qué interesante. Pero después del inesperado encuentro con Brooke, Peter seguramente prefería no hablar del asunto.
–¿Por qué te daba miedo cometer errores? Todo el mundo los comete.
–Yo intentaba evitarlos a toda costa, de modo que no he aprendido a meter la pata para después recuperarme y seguir adelante… –Peter hizo una mueca–. ¿De verdad he dicho eso? Debo parecerte el tipo más arrogante de todo Texas.
–No seas tonto, Texas es enorme. Tal vez el más arrogante del golfo –bromeó Lali.
–Vaya, gracias por ponerlo en perspectiva.
La comida estaba rica, pero Lali apenas probó bocado; sus sentidos estaban demasiado centrados en el hombre que tenía enfrente.
–Creo que me preocupaba cometer errores por mis padres –dijo él finalmente.
–¿Por qué? ¿Te presionaban para que sacaras buenas notas?
–No, mis padres eran maravillosos, casi perfectos, de modo que yo quería ser como ellos –Peter sonrió–. Mi madre sufrió un cáncer de mama el año pasado y yo… no sabía cómo hacer que se sintiera mejor, y pensé que si mi padre estuviera vivo lo habría hecho.
Lali apretó su mano.
–Tu madre es afortunada de tenerte y seguro que agradece mucho todo lo que haces por ella.
Eran unas palabras de consuelo no solo para Peter sino para ella misma. ¿El cariño que sentía por sus sobrinos sería suficiente? ¿Se acordarían de eso con el paso de los años y olvidarían sus torpezas de primeriza?
No sabía por qué, pero se sentía más ligera, como si aquella conversación con Peter le hubiera quitado un peso de los hombros.
–Hay otra cosa que me daba miedo, pero nunca se lo he contado a nadie –dijo él entonces.
–¿Y qué es?
–¿Prometes no reírte?
–Claro.
–Los coches parlantes.
–¿Qué?
–Me daban miedo los coches parlantes. Mi padre invirtió en una empresa de nuevas tecnologías que organizaba una convención anual. Pues bien, me llevó una vez cuando era niño, más o menos a la edad de Tanner. Era una convención de inventores, y mientras mi padre hablaba con unos colegas yo me acerqué a un coche que estaba en exposición. Pero cuando iba a tocarlo, el coche me advirtió que me alejase… seguramente era una alarma, pero sonaba como un robot diabólico y me dio pánico.
Lali intentaba contener la risa, pero eso solo empeoró la situación.
–Por favor…
–No, en serio, fue horrible. Imagina el trauma cuando al año siguiente salió El coche fantástico en televisión –siguió Peter–. Pero yo estaba decidido a enfrentarme a mis miedos. Cuando mis padres se iban a dormir, yo iba de puntillas al garaje y me encerraba en el coche. Solo, por la noche, esperando que dijese algo. Me juraba que no me asustaría pasara lo que pasara.
La imagen era absurda pero enternecedora; un niño en pijama, solo en el garaje.
–Deberías contarles esa historia a tus clientes porque demuestra lo perseverante que eres. Peter Lanzani, un hombre que siempre hace lo que tiene que hacer, pase lo que pase.
De repente, Peter se puso serio.
–¿He dicho algo malo?
–No, no, al contrario –Peter apartó la mirada–. Es que me has recodado que tenemos un trabajo que hacer. Deberíamos irnos.
–Tienes razón –asintió Lali–. Pero gracias por todo. Lo he pasado muy bien.
De hecho, no lo había pasado tan bien desde hacía…
¿Cuánto tiempo?
Ni siquiera recordaba la última vez que estuvo comiendo, charlando y flirteando un poco con un hombre tan atractivo. Seguramente con Benjamin antes de la ruptura, pero su relación con él se había convertido en algo rutinario.
–En fin, gracias por escucharme.
Lali no entendía por qué Brooke había dejado a un hombre como él. Peter era perfecto… para otra mujer, por supuesto.
Para alguien que no tuviese tantos problemas como ella. Porque incluso peor que el potencial desastre de salir con alguien de la oficina sería que Tanner se encariñase con otro adulto que desapareciera de su vida. De modo que Peter era tan inalcanzable como las millonarias mansiones de River Oaks. ¿Para qué tentarse mirando unas propiedades que nunca podría tener?
+10 LO SIENTO! IBA DE SALIDA CUANDO LO PUBLIQUE:( IGUAL, YA ESTA BORRADO.
subee mas :D
ResponderEliminarotro otro :D
ResponderEliminarjajaja no hay problema
ResponderEliminarjajajajaja mori con la historia del auto parlante
jajajajaja posta me da ternura
beso @ari_stafe
Afzsghgkhjgkcybfgv
ResponderEliminarOtroooooo
Besos
maass ♥
ResponderEliminarahora si puedo comentar mas!
ResponderEliminardgafdbaffgsjghskghd peter y su miedo al auto parlante jajajajajajaj
ya quieroooo laliter♥
otroooooooooooooooooooooo
besos!
mas masmas genial mas
ResponderEliminarmas nove!!!!!
ResponderEliminarmas
ResponderEliminarmas
ResponderEliminarmas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas
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