lunes, 1 de abril de 2013
Capitulo 4
–Pe-perdone –sin mirar al extraño, hizo lo que había querido hacer desde que recibió la llamada de los guardacostas: salir corriendo.
–Cariño, lo siento mucho –el tono de Eugenia Suarez por el móvil era compasivo–. Sabía que estabas pasándolo mal, pero he estado tan centrada en Nico… ya sabes cómo es cuando te enamoras, no puedes pensar en otra cosa.
No, la verdad era que no lo recordaba.
Lali se sonó la nariz con papel higiénico, intentando recordar si había sido así con Benjamín. Tal vez al principio. Recordaba que besaba muy bien, pero en el último año de su relación no se habían besado mucho. Sus encuentros amorosos habían sido esporádicos y rápidos, más por costumbre que por auténtica pasión.
Aunque seguía pensando que era una canallada haberla dejado cuando su vida se había puesto patas arriba, estaba empezando a pensar que en el fondo le había hecho un favor.
–Tienes derecho, es tu vida –le dijo a su amiga–. Además, agradezco que hayas respondido a mi llamada.
Estaba escondida en el cuarto de baño, donde por suerte no había aparecido nadie en esos diez minutos, y había llorado de tal forma antes de llamar a Euge que pensó que iba a vomitar.
Aparte de saber que estaría perdiéndose la charla de Pepper sobre la implementación de medidas, se sentía un poco mejor, más centrada. Vacía, pero en el buen sentido, como si ya no llevase dentro una bomba de relojería.
–Me alegro de haberte ayudado –dijo Eugenia–. Debería hacer algo más, pero tengo menos experiencia con niños que tú.
Eugenia era la mayor de tres hermanas solteras, ninguna de las cuales tenía hijos.
–No te preocupes, es mi responsabilidad, así que ya me iré acostumbrando. Solo necesito… no sé, conectar con ellos.
Con Nicole era muy difícil conectar porque era muy pequeña, pero Tanner tenía intereses, el fútbol por ejemplo. ¿Sería demasiado tarde para apuntarlo a la liga infantil?
–¿Por qué no cenamos juntas esta semana? –sugirió su amiga–. Mañana, por ejemplo. Invito yo.
Solían ir a Michelangelo en ocasiones especiales como cumpleaños o fiestas y al café La Madeleine cuando se trataba de un almuerzo rápido.
–¿Dónde se te ocurre?
–Alguna de esas pizzerías para niños con videojuegos y empleados disfrazados de peluches gigantes.
Lali pensó en el estruendo… pero luego pensó en la posibilidad de ver reír a su sobrino.
–¿De verdad irías conmigo a un sitio así?
–Te quiero mucho, cariño.
–Eres una amiga de verdad, Eugenia. En fin, tengo que ponerme a trabajar.
Y debería asomar la cabeza en la cocina para ver si había dejado un charco de café en el suelo. Con su mala suerte, seguro que alguien resbalaría y se partiría la crisma.
¿El guapo del pelo oscuro seguiría allí?
Fue un alivio descubrir que había desaparecido. No tenía por costumbre llorar de ese modo, y saber que alguien la había visto la hacía sentir incómoda, así que prefería no volver a encontrarse con él.
Tras el escritorio de caoba había un hombre alto y grande. Agustin Sierra medía más de metro noventa y tenía hombros de jugador de fútbol, de modo que el traje de chaqueta debía ser hecho a medida. Agustin estaba haciendo un máster mientras Peter terminaba la carrera y su pelo se había vuelto blanco prematuramente en los últimos años.
–Todo el mundo pensará que te he contratado durante unos meses para dirigir el nuevo proyecto, pero preferiría que esto quedase solucionado en tres o cuatro semanas. Si sigo perdiendo clientes…
–Lo entiendo –Peter acostumbraba a trabajar hasta que el cliente quedaba completamente satisfecho, pero si no había descubierto nada en un mes sería difícil dar con la pista. Y aunque por el momento tenía la agenda libre y era relativamente flexible, no podía permanecer allí indefinidamente.
Según Agustin, había perdido cuatro proyectos importantes en el último año ante el mismo rival, incluso alterando su presupuesto y recortando beneficios. El cliente le había confesado después que se había visto obligado a buscar un contrato más barato debido a la crisis, pero que las ofertas eran muy parecidas. Sospechosamente parecidas.
–No me importa la competencia sana, pero esto huele mal y no tengo intención de tirar la toalla –estaba diciendo Agustin–. Con la excusa de conocerlos mejor, podrás vigilar a los empleados, y una vez que hayas encontrado al culpable, el departamento jurídico se encargará de todo. Me encantaría que encontrases prueba fehacientes, pero empezaremos por cualquier comportamiento que te parezca raro.
Peter pensó en la castaña a la que había visto esa mañana. ¿Soltar maldiciones y salir corriendo se consideraría un comportamiento raro?
En su mundo, sí.
Su madre, por ejemplo, era una mujer muy elegante y de fuerte personalidad que en su lucha contra el cáncer había demostrado un coraje increíble. Su exprometida, Brooke, también tenía carácter. Criada en una familia de exaltados, Brooke había decidido ser una persona ponderada y racional. Conocer y enamorarse de Jake McBride, el mejor amigo de Peter, había hecho que perdiera su habitual serenidad, pero Peter no podía imaginar a Brooke como aquella pobre mujer. Nunca perdería la compostura de ese modo.
Y él no estaba acostumbrado a esas cosas, de modo que no había sabido reaccionar. Se había limitado a limpiar las gotas de café del suelo antes de ir al despacho de Agustin.
–Tengo más experiencia sacando información de los ordenadores que de la gente, pero haré lo que pueda.
–Sabía que podría contar contigo –Agustin Sierra asintió–. Después de todo, tú sabes lo que es sentirse traicionado.
Peter enarcó una ceja.
–Yo trabajo solo, no entiendo la comparación.
–Me refiero a tu compromiso. No puedo creer que tu novia te hiciera eso. Por no hablar de tu amigo…
–No creas todo lo que oyes –lo interrumpió Peter–. Brooke y yo nos separamos de forma amistosa y les deseo lo mejor a los dos.
Debería haber imaginado que los rumores llegarían a Houston. La gente hablaba, aunque últimamente lo hacían a través de mensajes de texto y no desde la verja del jardín.
Aunque no era asunto de nadie más que suyo, Jake le había hecho ver que pedir a Brooke en matrimonio había sido más una reacción visceral debida a la enfermedad de su madre que verdadero amor. Y tenía razón. Sentía un gran cariño por ella, desde luego, pero no estaba locamente enamorado.
¿Era capaz de amar de ese modo? Él había visto el amor entre sus padres, un amor que se había roto solo tras la muerte de su padre, y buscaba lo que habían tenido ellos, pero tal vez no era capaz de arriesgar su corazón de ese modo.
Tal vez era el equivalente al beige. Una idea muy entristecedora.
Claro que… Pensó entonces en la morocha de manos temblorosas que parecía a punto de derrumbarse.
«Prefiero el digno y discreto beige antes que eso».
COMENZAMOS MARATON? +10
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Mas!!! mas mas mas ams mas mas mas!!!!
ResponderEliminarmas novee! porfiii
ResponderEliminarsiii maratooooon :)
ResponderEliminarpobre lali esta saturada, ojala peter la pueda ayudar! masss
ResponderEliminarmas noveeee!
ResponderEliminarme suena que va a ser una nove muy tierna.. mas genia..
ResponderEliminarMARATOOOOOOOOOOOOON
ResponderEliminarMAAAAAAAAAAAAAS NOVEEE!!
ResponderEliminarMe encata la nove, maasss!
ResponderEliminarotro geniaaa! :)
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas!
ResponderEliminarTodo x la felicidad d sus sobrinos
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