–Escúchame, por favor. Te prometo que…
–¿Qué? ¿Que no lo lamentaré? Te he escuchado, Peter, y mira dónde estoy. Sin trabajo. ¿Y sabes una cosa? Eugenia y tú habláis de Benjamin como si fuera un sinvergüenza, pero al menos él fue sincero conmigo. Tú me has mentido. Sabías que no quería tener una relación, pero insististe para sacarme información…
–No es eso.
–¿Ah, no?
Lali subió al coche y cerró con un portazo que podría haber roto los cristales de las ventanillas. Y luego arrancó a tal velocidad que Peter dio un paso atrás, a punto de esconderse detrás de una columna.
Verla marchar fue como si le clavaran un puñal en el pecho. El dolor era tan profundo que le resultaba imposible pensar.
Pero tenía que hacerlo. Tenía que concentrarse y encontrar un plan de acción. Tenía que hablar con Lali y recuperarla. Tenía que encontrar la forma de limpiar su nombre.
Y, al mismo tiempo, tenía que encontrar tiempo para tirar a Agustin Sierra por la ventana.
–¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?
Su parte racional le aconsejaba que se calmase porque si los de seguridad lo echaban del edificio no ayudaría a Lali. Pero apenas podía ser razonable porque el instinto exigía venganza y lo que quería era tomar a Agustin por la pechera de la camisa y lanzarlo contra la pared.
Agustin se levantó del sillón y apoyó las manos en el escritorio.
–Lo que estoy haciendo es llevar mi empresa. He hablado con los de Groverton antes de venir esta mañana y, de nuevo, alguien ha hecho una oferta más baja que la mía. He decidido poner fin a esto y me he librado de la persona que filtraba la información, así de sencillo.
–¡Lali no era la informadora!
–¿Y has tomado esa decisión usando el cerebro o…?
–No es ella –insistió Peter, apretando los puños.
Agustin volvió a dejarse caer en el sillón.
–No lo sabes con total seguridad. La única prueba que has encontrado la señala a ella, pero aunque tuvieses razón, y no la tienes, ya me he encargado de solucionar el problema. Con las nuevas medidas de seguridad en el sistema, esto no va a volver a pasar. Y si vuelve a ocurrir sabremos que no era ella, pero rodarían más cabezas.
«Canalla».
Agustin no creía que Lali fuese la responsable y, sin embargo, la había despedido como advertencia para los demás.
–¿No te preocupa que te denuncie por despido improcedente? –le preguntó. Él mismo se presentaría como testigo.
Agustin puso los ojos en blanco.
–Tengo derecho a despedir a un empleado del que sospecho. Uno, por cierto, cuya profesionalidad ha estado en cuestión últimamente.
–Tú sabes que Lali ha tenido que hacerse cargo de sus sobrinos.
–Eso no es problema mío y no creo que me ponga una demanda, porque sabe que todo está a mi favor –replicó Agustin–. Si eso es todo, ¿por qué no vuelves a tu oficina?
Peter intentaba pensar, pero su cerebro parecía nublado por una espesa niebla roja. Pedirle a Agustin que reconsiderase su decisión era imposible… ¿qué podía hacer para convencerlo?
–Dijiste que tenía hasta el viernes para investigar.
–He cambiado de opinión. Al fin y al cabo, es mi empresa y no estoy dispuesto a perder más dinero.
–Me gustaría hacerte una oferta: dame hasta el viernes y te devolveré el dinero que me has pagado hasta ahora –Peter vio un brillo de avaricia en sus ojos. Después de todo, su factura era abultada y, con tantas pérdidas, Agustin empezaba a estar interesado–. Tal vez no encuentre nada –siguió– y en ese caso nada cambiará, salvo que tú recuperarás ese dinero. ¿Pero y si Lali no estaba detrás de esto? Eso significaría que tienes al ladrón trabajando en tu empresa, riéndose de ti. ¿No te gustaría ponerlo de patitas en la calle?
Agustin lo pensó un momento.
–Muy bien, hasta el viernes entonces –aceptó–. Pero hay que activar los nuevos protocolos de seguridad ahora mismo. No vamos a darle a nadie la oportunidad de volver a robarme.
Como no podía darle las gracias al hombre que había despedido a Lali, Peter asintió con la cabeza antes de salir del despacho.
«Lali, yo arreglaré esto, te lo juro».
Con Tanner en el colegio y Nicole en la guardería, Lali estaba en casa, en pijama, intentando aprovechar ese momento de tranquilidad para lidiar con su problema. Quería gritar y llorar como hacía Nicole cuando estaba cansada. Quería gritar y patalear como la niña, pero desde que salió del garaje de la oficina, mirando a Peter por el espejo retrovisor, no había sido capaz de derramar una sola lágrima.
Que te echasen del trabajo, perder a un pariente que llevaba algún tiempo enfermo o romper una relación que había dejado de funcionar eran situaciones que provocaban un gran dolor. Pero aquel dolor inesperado, aquella agonía... perder a Stefano y a Diane.
Perder a Peter.
Era insoportable.
Apretó con fuerza el teléfono mientras llamaba a Eugenia, pero saltó el buzón de voz por segunda vez, y aquello no era algo que pudiese contar en un mensaje.
¿Cómo iba a hacerlo?
«¿Recuerdas a ese hombre del que estaba enamorada y con el que tú me aconsejaste salir? Pues ha hecho que me despidieran».
Aunque ni por un segundo culpaba a Eugenia por lo que había pasado. Todo el mundo pensaba que Peter era maravilloso… Tanner, incluso Nicole, cuyo rostro se iluminaba cada vez que lo veía. Por supuesto, Nicole no entendía conceptos como la mentira o la traición.
Lali no se dio cuenta de la fuerza con la que apretaba el teléfono hasta que el compartimento de la batería cayó al suelo.
+10
Ay dios!! Espero que peter encuentre el responsable antes del viernes y soluciones todo con lali!!
ResponderEliminarMaassss noveeee!!!!
ResponderEliminarMe encantaaaaa!!!!
ResponderEliminarMas please!!!!
ResponderEliminarOtroooo maassss!!!!
ResponderEliminarOtroooo
ResponderEliminarDaalee mas noveeeee
ResponderEliminarEsperando otro capítulo!
ResponderEliminarQuiero leer la continuación!!
ResponderEliminarTu nove es genial♥
ResponderEliminarFeliz de leer una nove asi :)
ResponderEliminarEl 41 yaa!!!★
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