El lunes, Peter llegó a la oficina a las nueve de la mañana, su paso más alegre que de costumbre. Después de haberse mantenido despiertos el uno al otro hasta el amanecer del domingo había sido odioso despedirse de ella, pero Lali tenía que ir a buscar a los niños y él no había querido estorbar.
Como su madre le hubiera dicho:
«De verdad, cariño, no hay nada menos atractivo que un hombre necesitado».
De modo que había ido a comer con su madre, una manera de disculparse porque Lali y él se habían ido de la fiesta sin despedirse. Pero su madre, comprensiva, lo había perdonado.
–Supongo que es culpa mía.
–¿Por qué?
–Porque te he dicho muchas veces que deberías sentir pasión por otras cosas, además del trabajo. Pero tienes que traer a casa a Lali. Y quiero conocer a esos niños de los que tanto he oído hablar.
–No te preocupes, mamá. Los verás a menudo.
Mientras pulsaba el botón del ascensor se preguntó qué pensaría Lali si invitase a su madre al partido del viernes. Estaba de tan buen humor que se encontró silbando una canción cuando las puertas se abrieron…
Y Lali estaba al otro lado.
Se alegró tanto al verla que tardó un segundo en darse cuenta de que llevaba una caja en la mano… y que sus ojos grises estaban llenos de lágrimas.
–Lali, ¿qué…?
–Serás canalla… No me dirijas la palabra.
¿Qué? ¿Después del fin de semana que habían compartido? Le había dicho que la quería… o lo había dado a entender, al menos.
–No te entiendo.
Pero, de repente, lo entendió todo.
Agustin Sierra.
El pánico hizo que se le cerrase la garganta. Quería hablar, pero lo único que se le ocurrió en ese momento fue posiblemente lo peor que podría haber dicho en esas circunstancias.
–Puedo explicártelo todo.
–¡Sal del ascensor! –le ordenó ella.
Peter lo hizo, pero intentó evitar que ella entrase tomándola del brazo. Tenían que hablar, no podía dejarla ir cuando estaba tan disgustada. Una vez fuera del ascensor, se dio cuenta de que Candela Vetrano y Pepper Harrington estaban observando la escena. Cande parecía disgustada y Pepper lo miraba, en jarras, como si quisiera fulminarlo allí mismo.
Pero Lali aprovechó el segundo que había tardado en mirar a las dos mujeres para entrar en el ascensor. Se movía muy rápido para alguien que llevaba botas de tacón…
Pulsó el botón de bajada con el codo y usó la caja como escudo, bloqueándole el paso.
–Lali…
–Hasta nunca.
Las puertas se cerraron y Peter se quedó inmóvil durante unos segundos que le parecieron eternos.
–¡Tú! –exclamó, señalando a Pepper–. ¿Qué ha pasado aquí?
–Agustin la ha despedido –respondió la morena, con tono helado.
–Gracias a ti, aparentemente –añadió Cande.
Lali debía de odiarlo, pensó. ¿Cómo había podido Agustin despedirla sin hablar antes con él? Le había explicado…
Pero si bajaba por la escalera tal vez llegaría al garaje antes de que Lali se hubiera ido…
Peter se lanzó de cabeza escaleras abajo y tuvo suerte de no partirse el cuello. Aunque seguramente eso no sería más doloroso que la acusación que había visto en los ojos de Lali.
La puerta de metal se abrió con un estruendo que reverberó por el todo el garaje.
Y Lali seguía allí, al lado de su coche.
–¡Espera! No es lo que tú crees… –Peter corrió hacia ella.
–¿Ah, no?
–No.
–Hace menos de cuarenta y ocho horas le dije a un hombre que lo quería y luego pasamos juntos el sábado y el domingo por la mañana…
–Por favor, escúchame. No sé qué te ha dicho Agustin, pero no es verdad.
Ella dejó la caja con sus objetos personales sobre el capó del coche.
–Me ha dicho que te contrató porque hay alguien robando información y vendiéndola a una empresa rival. ¿Es cierto?
–Eso es verdad, pero…
–Y que durante todo este tiempo tú has estado intentando encontrar al responsable y tenías instrucciones de «conocernos mejor».
Peter apretó los puños.
–Eso no tiene nada que ver con nosotros…
–¿Ah, no? Porque creo recordar que me hacías preguntas sobre los demás compañeros. Aunque, considerando lo poco que te he contado, no entiendo por qué no me dejaste de inmediato para salir con Pepper, por ejemplo.
–Maldita sea, Lali, para de una vez. No es eso. Tú sabes que no es eso.
–Agustin me ha dicho que tienes pruebas contra mí.
–Dijo que tenía hasta el viernes y yo…
–¿Pensabas seguir conmigo hasta el viernes? –sacudiendo la cabeza, ella abrió la puerta trasera del coche para meter la caja.
La verdad siempre sale, y bueno, se lo que piensan de Agus. Ayer tuve que salir y ya no pude subirles. Pero hoy aparte de este capitulo les traigo 3 mas, ustedes saben, para que haya mas novela, debe haber +10 comentarios.
Otrooooooooooo
ResponderEliminarBesos
otrosssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarotrooooo
ResponderEliminarme encanto mas novela
ResponderEliminarEspero mas capítulos!!! Me encanta esta historia
ResponderEliminarSube mas :D
ResponderEliminarmaldito agus =/
ResponderEliminarla que se le vienen a peter
ResponderEliminarva a tener que remar a full
ResponderEliminarOtroo maasss!! :)
ResponderEliminarPeter ahora la tiene que remar mucho!!
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