Lali miró a Sammy con gesto de disculpa. El niño que había llorado durante todos los entrenamientos tenía los ojos secos por el momento, pero abrazaba un conejo de peluche como si quisiera llevarlo al campo con él.
¿Y por qué no?, se preguntó. El conejito podría ser su mascota oficial. Tal vez podría convencerlo para que llevase una tortuga de peluche la próxima vez…
Solo esperaba que entre sus padres y ella no estuvieran creándole un complejo por empujarlo a hacer algo que evidentemente no quería hacer.
En cuanto empezó el partido, el padre de Caleb exigió saber cuándo era el turno de su hijo.
–Durante el calentamiento se ha portado muy mal con los jugadores del otro equipo, así que no voy a recompensarlo –le explicó Lali–. No está bien llamar «perdedor» a nadie.
Especialmente cuando había razones para creer que iban a perder por goleada.
El asunto no pintaba nada bien. Sammy estaba inmóvil, agarrándose a su conejito como si fuera un escudo, y Mandy había metido un gol… para el equipo contrario.
–¡Otro gol, cariño! –gritó Lali–. ¡Inténtalo de nuevo... pero en la otra portería!
¿Por qué demonios había aceptado entrenar a un equipo de niños?
–¡Venga, chicos!
Tanner le pasó la pelota a Tyrone, que metió un gol, afortunadamente en la portería adecuada, y Lali lanzó un grito de alegría.
–¡Muy bien, Tortugas!
Cuando terminó el primer tiempo solo tenían ese gol en su marcador, pero estaba satisfecha.
Peter se acercó para animarlos, llevando botellas de agua para todos.
–Se te da muy bien.
–Sí, seguro, por eso vamos cinco a uno –Lali suspiró–. ¿Los niños de los Meteoros no te parecen más altos? Yo juraría que sí.
–Sí, es cierto. La mafia del fútbol infantil no se detiene ante nada. Seguro que han cambiado las fechas de nacimiento de los jugadores –bromeó él.
Lali rio, animada por su presencia.
–Me alegro de que estés aquí –le dijo, poniéndose de puntillas para besarlo.
–Y yo estoy encantado de ayudar. Por cierto, ¿qué ha pasado antes con ese energúmeno?
–El padre de Caleb no estaba de acuerdo con una de mis decisiones. Pero no te preocupes, ya lo he solucionado.
–¿Seguro que no quieres que le dé una paliza? –bromeó Peter.
–Suena tentador, pero seguramente sería un mal ejemplo para Tanner.
Peter volvió a su asiento y Lali aprovechó para admirar su trasero. Definitivamente, aquel hombre había nacido para llevar pantalones vaqueros.
Por desgracia, no había manera de contagiar su alegría a los niños. Las Tortugas Marinas iban perdiendo por ocho goles, una derrota particularmente dura ya que era su primer partido oficial. A pesar de decirles una y otra vez que se sentía orgullosa, la mitad del equipo parecía a punto de llorar. Irónicamente, Sammy no era uno de ellos.
–Estoy segura de que la semana que viene lo haremos mejor –insistió, al acabar el partido–. El viernes tenemos el segundo partido, pero recordad que lo importante no es el marcador sino pasarlo bien y darlo todo.
–¿Cómo vamos a pasarlo bien si perdemos? –le espetó Caleb.
La réplica que se le ocurría no era adecuada para un niño de seis años, de modo que no prefirió no decir nada.
Pero Tanner no podía disimular su tristeza y Lali hizo lo único que podía hacer en esas circunstancias.
–¿Te apetece tomar un helado?
Como Nico se iba de viaje al día siguiente, Euge y él se marcharon a casa a preparar las maletas, pero Lali, Peter, Nicole y Tanner fueron a una heladería. Tanner pidió un banana split y, cinco minutos después, con chocolate, nata y fresa por toda la cara, había olvidado su tristeza.
–¿Te sientes un poco mejor, cielo?
–Sí –respondió el niño–. Pero nuestro equipo es un asco.
Lali suspiró. No estaba logrando que entendieran que ganar no era lo más importante, pero lo último que quería era educar a un niño que fuera tan competitivo como Caleb.
–Lo importante no es quién dé mejores patadas o quién corra más –intervino Peter–. Lo importante es ser parte del equipo. Es un privilegio.
Tanner lo miró, sorprendido.
–Pero…
–Yo solía jugar al fútbol y no recuerdo cuántos partidos perdimos o ganamos, pero sí recuerdo el nombre de todos mis compañeros. Eran mis amigos y los echo de menos. Cuando te haces mayor, no siempre tienes tantos amigos, gente que te apoya y celebra las victorias contigo. Si crees que tu equipo debería ganar, tienes que hacer todo lo posible para que así sea… animarlos y entrenar mucho. ¿Crees que puedes hacerlo?
Tanner tragó saliva.
–Sí.
–Muy bien –Peter sonrió mientras le revolvía el pelo–. Entonces, termina tu helado antes de que se derrita. Mañana hay que ir al colegio.
Lali sonrió, impresionada. No había muchos hombres que pudieran ser estupendos en una excursión de pesca y, a la vez, supieran disciplinar a un niño sin gritar, enfadarse o mostrarse condescendiente.
A través del estéreo sonaba una canción de Elvis Presley y Nicole, animada, empezó a mover las piernecitas en el moisés.
Lo siento, no me di cuenta que repetí capitulo, pero ya lo corregí. +10
Ayyy Me encantaaaaa
ResponderEliminarMaaaaaaaaaaas!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMaaas
ResponderEliminarQue lindo peter sube mas!
ResponderEliminarMe encanta ver a lali y peter como familia
ResponderEliminarMaaaas
ResponderEliminarLaliter(L)
ResponderEliminarsubeee otroo
ResponderEliminarsigo prensando que pter deberia hablar con lali sobr elo que pasa en la empresa
ResponderEliminarno quiero que inculpen a lali =/
ResponderEliminarQue bueno que volviste
ResponderEliminarMass
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