Aunque tenía el cerebro embotado por la falta de sueño, Lali creía recordar que una vez había podido llegar a su destino y sencillamente salir del coche. Tal vez había tenido que llevar el bolso y el ordenador portátil, pero eso no era nada comparado con el viaje de aquel día hasta el estadio de los Astros.
La bolsa de los pañales iba llena de cosas: biberones, un cambio de ropa, juguetes, crema solar, la medicina para el delicado estómago de Nicole… por no hablar de toallitas, pañales, pomada… La gente subía al Everest con menos carga.
Con la bolsa de los pañales al hombro y empujando el cochecito por el aparcamiento, solo tenía una mano libre para sujetar a Tanner. Era la primera vez que llevaba a los niños a un sitio lleno de gente y estaba un poco angustiada.
–No te separes de mí –le advirtió al niño–. Y no te alejes cuando estemos dentro del estadio. Especialmente cuando estemos dentro.
–Bueno –murmuró Tanner, su rostro apenas visible bajo la gorra de los Astros, que prácticamente le tapaba los ojos. Pero el niño le había pedido que se la pusiera y, además, lo protegería del sol.
Precisamente por el calor, Lali llevaba una camiseta roja sin mangas y un pantalón corto de color arena, pero mientras iba en el coche se había arrepentido porque no estaba acostumbrada a que sus compañeros de oficina la vieran con tan poca ropa.
En fin… al menos llevaba los colores del equipo.
Aunque ella y su hermano se criaron fuera de Houston, su padre les había inculcado la pasión por el equipo local. Solía llevarlos al estadio y, al entrar, Lali sintió cierta nostalgia. Estaba deseando enseñárselo a Tanner, pero el pobre había dormido tan poco que seguramente se quedaría dormido.
Sus gritos a las tres de la madrugada le habían dado un susto de muerte.
–¡Mamá, hay agua en mi habitación!
Lali había saltado de la cama y había encontrado al niño con los ojos abiertos de par en par, manoteando para apartar un agua que solamente él veía.
Había tardado un rato en despertarlo y esa terrible imagen se había quedado con él, impidiendo que volviese a conciliar el sueño.
En cuanto entraron en el estadio, Tanner anunció que tenía hambre.
–¿Otra vez?
–Has dicho que me comprarías un perrito caliente –le recordó el niño, mirándola con cara de pena.
–Pero no quería decir nada más llegar –objetó ella–. Acabamos de comer.
–Tengo hambre otra vez –insistió el niño.
Lali prefería lidiar con eso que con un niño desconcertado que llamaba a su madre en medio de la noche.
–Dentro de un ratito, aún no. Primero vamos a buscar nuestros asientos, ¿de acuerdo? Y debería llevar a tu hermana al aseo.
La niña había ido dormida en el coche, pero acababa de despertarse y Lali estaba segura de que debía cambiarle el pañal. Desafortunadamente, la cola en los servicios era interminable.
–¿Por qué no vienes conmigo al de señoras? –le preguntó al niño cuando este le dijo que también tenía que ir al aseo–. Yo soy demasiado mayor para entrar en el de los chicos.
–Puedo entrar solo –replicó Tanner, arrugando la frente.
–Esto está lleno de extraños y no quiero perderte de vista.
–Pero es que puedo entrar solo.
Lali suspiró.
–Esta bolsa pesa mucho y te agradecería que me hicieras caso.
–Mi padre siempre me llevaba al de chicos –insistió el niño, intentando soltarse de la mano–. Ya soy mayor.
Tal vez echaba de menos a su padre y no era una simple pataleta, de modo que Lali se inclinó para hablarle con voz pausada.
–Eres mayorcito y sé que tu papá estaría orgulloso de ti, pero a él le gustaría que me hicieras caso.
–¿Algún problema? –escuchó una voz masculina tras ellos.
Peter.
Encontrarse con él cuando iba cargada como una mula y estaba regañando a su sobrino no era mejor que su primer encuentro, pensó. Qué mala suerte.
–Hola.
Peter Lanzani estaba más guapo con una camiseta de manga corta que con el traje de chaqueta que solía usar.
–¿Necesitas que te eche una mano?
–Puedo entrar con él –anunció Tanner–. No es un extraño.
Lali suspiró.
–Tanner y yo tenemos una diferencia de opiniones. Yo quiero que entre conmigo al servicio de señoras, pero él dice que ya es muy mayor para eso.
–Entiendo –asintió Peter–. Muy bien, yo iré con él. ¿Quieres que nos encontremos aquí?
–¿Seguro que no te importa?
–En absoluto –le aseguró él.
–Gracias.
Lali entró con Nicole en el servicio de chicas, diciéndose que no era una mala persona y que no estaba dejando que otros le solucionasen los problemas, sino que había llegado a un acuerdo.
Cuando salió, Peter y Tanner ya estaban esperando.
–Muy bien, vamos a buscar nuestros asientos. ¿Tú también ibas allí, Peter?
Él vaciló.
–No, en realidad iba a comprar un refresco cuando me encontré con vosotros.
+10 y empezamos maraton
absolutamente mas nove!!!
ResponderEliminarme encantaaaa!!! otro massss!!!
ResponderEliminarmaass ♥
ResponderEliminarMaaaaas!!!!!!
ResponderEliminarMe encanto!!!!!
ResponderEliminarMuy buena!!! Quiero maaaas
ResponderEliminarMe encantaa quiero maaaas
ResponderEliminar@22lulii
Me da penita lali que se tienen que hacer cargo de todoo
ResponderEliminar@22lulii
Maaaaaaas
ResponderEliminarSube otroo
ResponderEliminarMe encanta la dedicaciond Lali con sus sbrinos..Oportuno Lanzani
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