Peter marcó un código en el panel del control de seguridad y la puerta se abrió. Lali entró y suspiró al ver el interior. Era un lugar romántico y pintoresco, rústico pero moderno, exactamente la clase de lugar donde habría imaginado un fin de semana romántico con un hombre.
—Creo que estaremos bastante cómodos —dijo él.
Ella dio una vuelta por la cabaña. Había un pasillo que daba a un baño lujoso y a dos dormitorios muy grandes. En el primero había literas. En el segundo, sólo una cama; pero de tamaño imperial.
—Yo dormiré en la de las literas —murmuró él.
—Gracias —dijo ella con voz temblorosa.
Peter era todo un caballero; no tenía la menor duda. Si estaban destinados a hacer el amor, esperaría a que ella tomara la decisión. Sin embargo, Lali no se sentía precisamente una dama cuando estaba a su lado.
Él dejó su equipaje en el suelo y acto seguido se dirigió a la cocina. Ella lo siguió.
—Deberíamos ir a comprar algo de comer. Hay una tienda bastante decente en el puerto de Boothbay.
—Yo preferiría darme una ducha —comentó—. ¿Te importa si me quedo aquí?
Lali estaba cansada. Hacía mucho tiempo que no dormía bien.
—No, en absoluto. Creo que aquí estarás a salvo. Pero no salgas a pasear por el bosque… no me gustaría que te devorara un oso.
—¿Me salvarías si me atacara?
Peter rió.
—Por supuesto. Es mi trabajo.
Hicieron la lista de la compra entre los dos. Lali sugirió que comprara café, fruta y chocolate. Peter añadió cerveza, vino y helado. Cuando terminaron, él le dio un beso y se dirigió a la puerta principal.
Lali lo siguió al exterior y se despidió con la mano cuando él subió al coche y se alejó. Sólo entonces suspiró.
El sol se estaba empezando a ocultar en el horizonte, así que contempló el espectáculo hasta que se hizo de noche. Luego, volvió a la cabaña, encendió las luces mientras avanzaba hacia su dormitorio, se quitó la ropa y se puso su bata de seda. Estaba tan agotada, que decidió tumbarse en la cama.
Si era capaz de relajarse, la estancia en aquel lugar podía resultar muy satisfactoria. Dar el siguiente paso con Peter parecía lo más natural y lógico del mundo.
Justo entonces, lo recordó desnudo tal y como lo había visto aquella mañana en la ducha. Aquel cuerpo no dejaba de perseguirla a todas horas, y ella no podía hacer otra cosa que dejarse llevar por las fantasías. ¿Qué se sentiría al tocarlo, al explorar cada músculo, cada una de sus líneas rectas?
Sonrió y dejó que la fantasía se fuera desarrollando lentamente. Nunca se había entregado totalmente a un hombre; siempre había tenido miedo de perder su identidad y en consecuencia siempre había reprimido parte de su pasión. Era la primera vez que deseaba rendirse de forma incondicional, olvidar sus inhibiciones y dejarse dominar por el instinto.
El sexo era una fuerza muy poderosa, un juego donde los participantes se volvían completamente vulnerables. Lali quería encontrar las vulnerabilidades de Peter, mirarlo a los ojos mientras entraba en su cuerpo, contemplar su cara cuando alcanzara el orgasmo, abrazarse a él y quedarse dormida hasta empezar de nuevo.
Tenía dos días y dos noches para que la fantasía se convirtiera en realidad. Sabía cómo seducirlo, cómo hacer que la deseara. Conocía todos los trucos posibles, así que debía ser capaz de trazar un plan que lo condenara irremediablemente a su lecho.
Pero usar sus conocimientos para manipular a Peter le parecía poco ético. Peter tenía que desearla por iniciativa propia.
Lali gimió y se dio la vuelta en la cama, apretando la cara contra el almohadón. Estaba jugando con fuego y sus posibilidades de quemarse serían más altas cuanto más tiempo permaneciera a su lado.
Pero el fuego y el peligro lo hacían más emocionante. Quería quemarse. Quería que su deseo estallara en llamas y que las llamas los consumieran a los dos. No le importaba chamuscarse un poco en el proceso. Sabía que una noche con Peter merecería la pena.
Peter se inclinó para ver el contenido de la nevera. Había regresado con varias bolsas de comida, pero no había nada que le apeteciera demasiado. Había estado tres horas seguidas en la cama y no había conseguido conciliar el sueño. No dejaba de pensar en la mujer que estaba durmiendo al otro lado del pasillo, ni de preguntarse qué pasaría si entraba en su habitación y se acostaba con ella.
Desde el momento en que se habían conocido no habían hecho otra cosa que besarse y acariciarse. Los dos sabían que acabarían por rendirse al deseo y dejarse llevar por la libido, pero Peter sabía que tenía un trabajo que hacer. Mantener una relación con ella no le parecía la idea más inteligente del mundo en tales circunstancias. Pasara lo que pasara en la cabaña, tendrían que volver a Providence y él tendría que volver a ser, simplemente, su guardaespaldas.
Acostarse con ella estaba fuera de lugar. Pero, por otra parte, las mujeres como Lali no aparecían todos los días. Estaba ansioso por romper el juramento a sus hermanos; a esas alturas le importaba muy poco que Gaston y Nico le ganaran la apuesta. Sería la derrota más placentera de su vida.
Por fin, sacó helado del frigorífico y una cucharilla de uno de los cajones de la cocina. Había regresado de la tienda con la intención de preparar algo de cenar y de tomarse una botella de vino con Lali, pero descubrió que se había quedado dormida en su cama, aferrada al almohadón como una niña.
No le pareció extraño. Estaba pasando por una época muy complicada y era la primera vez que podía relajarse. Salir de la ciudad había sido una buena decisión. Así que cerró la puerta y la dejó dormir.
Salió al porche a disfrutar del aire fresco.
Por mucho que le preocupara el bienestar de Lali, no debía olvidar que el motivo principal de su presencia era capturar al individuo que la amenazaba. Pero durante los días siguientes, dejaría el caso en manos de sus empleados. Eran profesionales y sabían lo que hacían. Con un poco de suerte, atraparían a ese canalla y Lali podría volver a Providence con una preocupación menos.
En el fondo, sin embargo, deseaba que el caso no se resolviera muy deprisa. Jamás habría imaginado que la experiencia con Lali pudiera ser tan placentera. Nunca habría imaginado que podía divertirse tanto con una sola mujer. Era distinta a todas las personas con las que había salido.
Se sentía completamente libre en su presencia, como si no tuviera que ocultar nada. Hasta entonces, la idea de mantener una relación seria le había parecido absurda; no quería atarse a nadie porque suponía que sería aburrido. Pero ahora tenía miedo de acostarse con Lali. Sospechaba que entre ellos podía surgir algo más que una simple atracción sexual.
Pero no entendía por qué. No sabía por qué la encontraba tan excitante. Tenía la impresión de haber encontrado a la mujer perfecta. Era inteligente, refrescante, aguda, con sentido del humor. Y además, no intentaba manipularlo.
—Así que estás despierto…
Peter se giró y vio que Lali estaba en la puerta. Llevaba la misma bata de seda y tenía el cabello revuelto.
—No podía dormir —explicó él.
—Yo tampoco. He tenido una pesadilla… ¿Qué hora es?
—Las tres, tal vez las cuatro de la madrugada. No falta mucho para el amanecer.
Ella sonrió.
—Supongo que me quedé dormida cuando te fuiste de compras. Lo siento.
—Dormías tan profundamente, que no quise despertarte.
Ella asintió, cruzó el porche y se apoyó en la barandilla, junto a él. Peter pensó que no tenía derecho a ser tan bella, tan besable. Pero lo era y no podía negar que la deseaba con toda su alma.
Le seguimos? +10
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ResponderEliminarque sigaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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ResponderEliminarAMO esta novela es muy bueno, es la primera vez que comento porque la leo desde el celular y se me complica un poco pero me encanta subi otro por favor!!! Jajaja
ResponderEliminarrooooooo
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me encanta
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ResponderEliminarquieor mas
ResponderEliminarmassssssssssssss
ResponderEliminarestoy esperando mas..........
ResponderEliminarLali con sus pesadillas y Peter k no puede dormir jajaja coctel explosivo
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