Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

lunes, 25 de marzo de 2013

Capitulo 26


Y de repente, la mano desapareció. Lali se incorporó en la cama y empezó a jadear. Pero gritó al ver que no estaba sola en la habitación.
—Eh, tranquila… Sólo ha sido un sueño, una pesadilla.
Era Peter.
Lali lo reconoció a pesar de que casi no había luz. Se sintió tan aliviada, que empezó a llorar sin poder evitarlo. Él se acercó, la cubrió de besos y la abrazó.

—¿Estás mejor ahora?
Ella asintió y se aferró a él.
Estuvo un buen rato apretada contra su cuerpo, escuchando los latidos de su corazón. Lo necesitaba tanto que, al final, lo tumbó sobre la cama y se sentó sobre él a horcajadas. No tenía intención de seducirlo. Sin embargo, lo necesitaba. Era el momento adecuado. No podía esperar más.
Le quitó los calzoncillos y cerró la mano sobre su pene, ya erecto. Pero tocarlo no era suficiente. Quería probarlo, sentirlo en su boca. Así que retrocedió y empezó a lamerlo con calma. Peter gimió y susurró su nombre.
Lali actuó sin prisas. Segundos después, descendió un poco más. Tenía intención de repetir la experiencia de la bañera con sus pies, pero él se lo impidió.
—Si sigues con esas cosas, no aguantaré ni un minuto.
Ella rió.
—Vaya, ¿es que he descubierto una debilidad en tus pies?
Él le acarició el cabello.
—Mi debilidad eres tú.
—Te necesito —murmuró ella—. Te necesito dentro de mí.
Peter le acarició la mejilla.
—¿Seguro que estás despierta?
Ella asintió.
—Completamente. Y en plena posesión de mis facultades mentales.
—¿Lo estás diciendo porque te apetece o porque tienes miedo y quieres que te proteja? —preguntó.
—Porque te deseo. Sólo por eso.
Peter la miró un momento y la besó apasionadamente.
—Yo también te deseo. Te deseo tanto, que me asusta.
Lali se quitó la chaquetilla del pijama y la arrojó al suelo. Siempre había dejado que sus amantes llevaran la iniciativa, creyendo erróneamente que los hombres preferían tener el control de la situación. Pero esa noche quería actuar sin inhibiciones. Era lo que necesitaba.
Peter llevó las manos a sus senos y se los acarició. Habían esperado tanto tiempo a hacer el amor, que Lali pensaba que la primera vez sería un acto frenético y salvaje. Si embargo, fue todo lo contrario. Algo tranquilo y lento, un baile de dos adultos que querían saborear las sensaciones.
Lali se puso encima de él. Sentía su sexo en su vientre, y se frotó contra él.
—Estoy demasiado cerca del orgasmo…
Lali sonrió.
—Me alegra que mis caricias causen ese efecto.
—Y a mí.
Él le quitó la parte de abajo del pijama. Después, Lali se empezó a mover suavemente.
—Oh, Dios mío. No me tortures de ese modo —dijo él.
Pero ella no hizo ningún caso.
—Tal vez debería ponerme un preservativo.
—Hum… tienes razón. Sería lo más conveniente.
Peter se inclinó sobre la mesita de noche, abrió el cajón, sacó el paquete de preservativos y abrió uno. Ella lo tomó y se lo puso.
—¿Ya? —preguntó Lali.
—Ya.
Esa vez, Lali no se lo tomó con ninguna calma. Se sentó directamente sobre él, sin dilación, dejando que su pene la penetrara hasta el fondo, y empezó con un ritmo mucho más rápido que antes. Peter la miraba a los ojos, con expresión intensa. En determinado momento, él también se empezó a mover. Había recobrado el control de la situación y Lali se dejó llevar.
—Me vuelves loco, Lali. Te deseo tanto…
Lali sabía que Peter intentaba controlarse. Pero no quería que se controlara. Quería tenerlo a su merced.
Sin embargo, él tenía otros planes. Se zafó de ella, la tumbó sobre la cama y la empezó a lamer entre las piernas. Ella gimió al sentir su lengua en el clítoris y dejó que la llevara al borde del orgasmo.
—No, no sigas —dijo entonces—. Quiero sentirte dentro. Quiero alcanzar el orgasmo contigo en mi interior.
Peter la penetró de nuevo y se empezó a mover. Esa vez, Lali no se resistió. Se entregó completamente a las intensas sensaciones que la dominaban. Sabía lo que iba a suceder, pero no se sorprendió menos cuando el orgasmo estalló en su cuerpo con una descarga de electricidad que dio vida, durante unos segundos, a todas y cada una de sus terminaciones nerviosas.
No se dio cuenta de que Peter también había llegado al éxtasis hasta que pasó un rato y consiguió recobrar el aliento. Estaba jadeando, y ella sonrió.
Había sido sexo, sólo sexo y nada más que sexo, sin ningún detalle fuera de lo común. Pero al mismo tiempo, había sido la experiencia sexual más intensa de toda la vida de Lali.
No tenía nada de particular, porque Peter Lanzani era el hombre de su vida. Se había enamorado de él y ya no tenía remedio.

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