Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

domingo, 24 de marzo de 2013

Capitulo 21


El viaje a Providence fue muy distinto al de ida. En lugar de la anticipación, de las conversaciones y de las risas, pasaron casi dos horas en silencio. Era evidente que Lali no estaba bien. Peter pensaba que había dejado bien claro lo que sentía por ella, pero ahora tenía la impresión de que su pequeño asalto en el pasillo sólo había servido para asustarla.
Como no conseguía que reaccionara, decidió utilizar las tácticas de la doctora.

—¿Qué sentiste anoche con el orgasmo?
Ella soltó un gemido.
—¿Cómo?
—Es curiosidad. Compréndelo, no eres la única persona que puede hacer preguntas de ese tipo. Que tú seas la princesa del sexo, no significa que a mí no me interesen tus reacciones físicas.
—No soy la princesa del sexo —dijo, indignada.
—Está bien… eres la reina del sexo. ¿O prefieres la emperatriz del sexo?
—Sé lo que estás haciendo. Me estás devolviendo la pelota para que pique el anzuelo. Pero no funcionará.
—Creía que querías que fuéramos sinceros el uno con el otro. Pues bien, quiero saber lo que sientes cuando alcanzas el orgasmo. ¿Cómo es?
Lali miró por la ventanilla del coche.
—No voy a responder. No creo que quieras saberlo de verdad.
Peter la miró un momento y detuvo el coche.
—Claro que quiero saberlo. Quiero saberlo todo de ti.
—¿Por qué has parado? Esto es una autopista… no puedes pararte así como así. Podríamos provocar un accidente.
—He parado porque te he hecho una buena pregunta y espero una buena respuesta. De lo contrario, nos quedaremos aquí para siempre.
—Eres un… —comenzó a decir, frustrada—. Oh, está bien. ¿Sabes lo que pienso? Que eres el único hombre que he conocido que se ha preocupado por satisfacerme antes de satisfacerse a sí mismo. Y no olvidaré lo que he sentido contigo. Ha sido como abrir una puerta y entrar en un mundo nuevo.
Peter suspiró.
—Vaya…
Su respuesta lo había dejado anonadado. Esperaba oír que el orgasmo había estado bien, que había sido intenso, que había oído campanas celestiales, alguna cosa por el estilo. Y en lugar de eso, Lali había contestado de un modo completamente sincero.
—¿Vaya? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? Te acabo de abrir mi corazón…
—Sí, claro… yo… lo siento. No pretendía sonar tan parco. Es que me has… sorprendido —confesó.
—¿Y qué es lo que te sorprende? ¿Que te considere tan especial? ¿O que te haya confesado mis sentimientos?
—Me sorprende que no te hayas sentido así con ningún otro nombre. Eres una mujer bella, inteligente, atractiva, maravillosa. Si nadie se había interesado tanto por ti es porque te has encontrado con hombres que no te merecían.
Ahora era ella la sorprendida.
—Oh.
—¿Oh? ¿Eso es todo lo que tienes que decir?
Ella sonrió a regañadientes.
—No. Te agradezco mucho el cumplido. Sé que no eres como los demás. Lo he sabido desde el principio.
—¿Desde que me rociaste con el pulverizador?
Ella rió.
—No, desde que saliste del cuarto de baño con esa toalla alrededor del cuello. Desde que vi tus ojos por primera vez.
—¿Lo ves? No ha sido tan difícil.
Peter arrancó de nuevo.
—Mira, te diré lo que opino sobre todo este asunto —continuó él—. No podemos negar lo que sentimos. Es demasiado evidente. Y aunque las cosas hayan empezado de forma poco convencional, no hay motivo por el que no podamos dar un paso atrás. ¿Te gustaría salir conmigo?
—¿Te parece que eso sería dar un paso atrás?
—No. Lo que quiero decir es que me gustaría pasar más tiempo contigo. En público. Donde no corra el riesgo de intentar seducirte a la primera de cambio. Y si estamos solos, no lo conseguiría.
—¿Y cuándo empezamos?
—¿Qué te parece esta noche?
Ella negó con la cabeza.
—No, es demasiado pronto. Deberíamos esperar unos días.
—¿Hasta cuándo?
—¿Te parece bien el sábado?
—Si no puede ser antes…
—Lo malo es que trabajo los sábados por la noche. Empiezo a las diez y salgo a la una de la madrugada.
—Bueno, no pasa nada. Podemos ir a cenar y a ver una película. Pasaré a recogerte por tu casa. Pero ahora que lo pienso, no sé dónde vives…
Lali rió.
—Teniendo en cuenta que me vas a llevar a ella, lo averiguarás muy pronto. Estoy deseando volver a casa y dormir otra vez en mi cama. El piso no estaba mal, pero no era mío.
Desde ese momento, el ambiente del viaje cambió por completo. Estuvieron charlando hasta que llegaron a Providence. Entonces, Lali le indicó la dirección de su domicilio. Vivía en Colonial Hill, y Peter se llevó una sorpresa enorme cuando le indicó que girara por una calle que sólo se encontraba a tres manzanas de su propia casa.
—Ya hemos llegado. Es la de color blanco y persianas azules.
—No me lo puedo creer —murmuró él—. ¿Vives aquí?
Ella asintió.
—Sí, me compré la casa con el dinero del programa de radio. Antes tenía un apartamento cerca de la universidad.
—Yo vivo a tres manzanas de distancia… Todos los días paso por delante de tu casa. No sabía que vivieras en este barrio.
—Ni yo que tú vivieras en él. ¿Cómo es posible que no te haya visto nunca?
—Bueno, me marcho a primera hora de la mañana y generalmente paso los sábados y los domingos en Bonnett Harbor, con mi familia. Puede que no estuviéramos destinados a encontrarnos… hasta ahora.
—Tal vez —dijo ella con una sonrisa.
Cuando aparcaron, salieron del coche y Lali estiró los brazos por encima de la cabeza.
—Me encanta volver a casa. Darme una ducha en mi cuarto de baño, tumbarme en mi sofá y leer mis libros. Casi no me lo puedo creer. Me va a resultar extraño.
—¿Por qué lo dices?
Peter sacó el equipaje del coche.
—Porque podré relajarme e ir donde quiera sin estar vigilada todo el tiempo. No sé, quizás salga a dar una vuelta, o de compras, qué se yo.
Peter la acompañó a la casa. Entraron por la cocina, que resultó ser muy grande; estaba decorada con mucho gusto y tenía una isleta central. Le interesó mucho, porque era la primera vez que accedía a los dominios de Lali.
—¿Puedo echar un vistazo? —preguntó él.
Ella se encogió de hombros.
—Por supuesto. Te enseñaré la casa si quieres.
Él la tomó de la mano y avanzaron por un corredor hasta la parte delantera. Peter se fijó en que la cerradura de la puerta principal era bastante vieja. Cualquiera podría entrar con una simple patada.
—Tendremos que hacer algo con esto.



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