Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

martes, 19 de marzo de 2013

Capitulo 14


Intentó concentrarse en el helado, incómodo con los sentimientos que le provocaba esa mujer. Agarró un poco con la cucharilla y la extendió hacia ella, que se la metió en la boca y sonrió.
—Hum…
Él se estremeció al ver que se relamía la comisura de los labios. No había nada malo en desearla, pero al mismo tiempo sabía que debía controlar sus impulsos. No sería él quien hiciera el primer movimiento. Tendría que ser ella.

Peter siguió con el helado y ella lo miró fijamente. Sus labios estaban húmedos y brillaban bajo la luz de las ventanas de la cabaña.
—¿Quieres tocarme? —preguntó Lali.
Peter pensó que, si eso no era una invitación, nada lo era. De modo que dejó el helado en la barandilla y tomó su cara entre las manos.
—Sí, claro que quiero —murmuró—. Pero si ahora sales con una de las tuyas y me dices que es una reacción fisiológica normal, te aseguro que te tomaré en brazos y te arrojaré al agua.
Lali rió.
—No iba a decir eso.
—Entonces, ¿qué ibas a decir?
—Que lo hicieras.
Peter contuvo un instante la respiración. Después, le desabrochó la bata con cierto nerviosismo. Se besaron apasionadamente, fundiendo sus lenguas con el sabor a helado que aún tenían en las bocas. Ella se apretó contra él y le acarició el cabello mientras se abría a su asalto.
Peter llevó las manos a su espalda y la abrazó con más fuerza. Era maravillosamente suave, todo lo que cabía esperar en una mujer. Podía sentir los senos de Lali apretados contra su pecho desnudo.
Ella se rindió a los movimientos de su boca. Se dejó llevar y lo invitó a tomar más, a seguir con un juego que empezaba a ser adictivo. Peter sabía que tendrían que dejarlo en algún momento, pero quería continuar mientras pudiera.
Ya no necesitaba más invitaciones. Si Lali no quería que llegaran más lejos, tendría que hacérselo entender. Estaba tan excitado, que no podía detenerse.
La tomó en brazos, la alzó en vilo y la sentó sobre la barandilla del porche. Acto seguido, se colocó entre sus piernas, terminó de quitarle la bata y se tomó unos segundos para disfrutar de la visión de sus senos. Eran preciosos.
Aunque la luz era bastante escasa, no necesitaba más. Ahora ya no había barreras entre ellos, así que se dedicó a aprender más de su cuerpo. A acariciarla con calma.
—Dime que quieres que sigamos —dijo él.
Ella respondió con voz rota.
—Sí. No te detengas.
El deseo se liberó de las ataduras y Peter intentó contenerse. Tenían todo el tiempo del mundo, o por lo menos un par de días para explorarse. No había prisa alguna.
Cerró las piernas de Lali a su alrededor y ella se frotó contra él. Era una posición perfecta para hacer el amor. No tenía que hacer nada más que moverse hacia delante y estaría dentro de ella.
Con cualquier otra mujer, Peter no lo habría dudado. La seducción era la seducción. Tenía un orden lógico de acontecimientos y ya habían llegado al momento preciso. Pero estaba con Lali y sabía que debía esperar para consumar su necesidad. Hasta entonces no se habían comportado de forma convencional y desde luego no iban a cambiar ahora de costumbres.
—¿Por qué lo deseas tanto? —preguntó él.
De repente, necesitaba una explicación.
Ella abrió los ojos y sonrió.
—Porque encajo en tu perfil.
Él le mordió el labio inferior.
—¿En mi perfil? No tengo.
—Claro que lo tienes —respondió, acariciándole el pecho con un dedo—. Fuiste un niño curioso que lo analizaba todo y descartaba lo que no le gustaba. Imágenes, sonidos, aromas… tu mente lo catalogó todo hasta que creó al amante perfecto. Y cuando te encuentras con alguien así, no tienes más remedio que rendirte.
—¿Estás hablando de ti o en general?
—De mí, por supuesto. Si no hubiera visto ciertas cualidades en ti, no querría que me tocaras.
—¿Así de fácil?
Ella negó con la cabeza.
—No, en el fondo es bastante más complejo. Pero el deseo es fácil.
Peter llevó una mano a uno de sus senos y le acarició el pezón con el pulgar.
—Es curioso, porque a mí no me parece nada fácil.
Ella suspiró y echó la cabeza hacia atrás.
—Bueno, supongo que intelectualmente tampoco lo es… sin embargo, nuestros cuerpos lo viven de una forma muy natural.
Él se inclinó y le succionó el pezón. Ella se estremeció y gimió.
—¿Y qué hacemos ahora? —preguntó él.
—El amor. O tal vez podríamos…
—¿Esperar?
—No, sólo prolongar el sentimiento de anticipación. Ocupar nuestras mentes y nuestros cuerpos en otra cosa. Contenernos para que el momento, cuando llegue, sea más intenso y placentero.
Peter siguió lamiéndole los senos, inhalando el dulce aroma de su piel. Segundos después se irguió y la besó en la boca.
—Tú eres la experta. Imagino que debería seguir tu consejo.
—Tal vez. O tal vez no.
Peter la tomó de la cintura, la puso en pie y le volvió a poner la bata. Tuvo que hacer un esfuerzo de voluntad para quitarle las manos de encima, pero sabía que habían tomado la decisión adecuada. Cuando hiciera el amor con ella, no tenía que ser un acto simplemente bueno, sino increíble. Y a cambio de eso, estaba dispuesto a esperar.
Caminaron hacia la habitación de Lali agarrados de la mano. Peter la besó cuando llegaron a la cama y pensó que tumbarse a su lado y dejarse llevar sería lo más fácil del mundo.
Lali pareció leerle el pensamiento, porque lo atrajo hacia sí y se tumbaron juntos. Él la miró y se situó encima. Hasta entonces, ella se había mostrado bastante comedida y no lo había acariciado en exceso. Era una suerte, porque sabía que si llegaba a sentir sus manos entre las piernas, estaría perdido.
Se besaron. Peter todavía estaba decidido a no llegar más lejos. Pero Lali se estaba entregando de un modo tan desinhibido al placer de sus bocas, y se frotaba contra él de un modo tan sensual, que lo estaba llevando a un punto sin retorno.
Por fin, no pudo aguantar más. Los besos y el roce de su cuerpo lo llevaron al orgasmo. Dejó escapar un gemido, la miró con sorpresa y sonrió.
—Eres una chica muy mala —dijo.
Lali asintió.
Peter hundió la cabeza en su cuello y lo mordió con suavidad en venganza por lo que le acababa de hacer. Había alcanzado el orgasmo y ni siquiera se había quitado los calzoncillos. Aún tenía la erección, aunque obviamente, su grado de deseo había descendido.
—Las cosas que me haces… —murmuró.
—He pensado que era lo más adecuado. O te hacía un favor yo o tendrías que hacértelo tú mismo, porque de otro modo no habrías podido dormir.
—Oh, muchas gracias por pensar en mi bienestar —se burló.
Peter se levantó de la cama y caminó hasta la puerta del dormitorio.
—Espero que esto no sea un juego sádico —continuó él—. No me gustaría que utilizaras a tu guardaespaldas para una especie de experimento.
—No lo es, confía en mí. Merecerá la pena… además, la elección era tuya. Podrías desnudarte, venir a mí y tenerme. Yo no te detendría.
—¿No?

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11 comentarios:

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  7. me encantooooooooooooooo

    cata

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  8. sube maaaasssssss
    andrea

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  9. Si k estan jugando fuerte

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