martes, 19 de marzo de 2013
Capitulo 15
Ella sacudió la cabeza y Peter gimió. El juego de Lali era apasionante, pero también frustrante en exceso. Nunca se había enfrentado a una situación similar y no sabía qué hacer.
—Hasta mañana —dijo Lali, mirándolo a la entrepierna.
Peter rió y salió al pasillo. La relación que mantenía con aquella mujer no era normal en absoluto, pero tampoco podía decir que le disgustara.
Entró en su dormitorio, se lavó un poco y se miró en el espejo del cuarto de baño. La situación era completamente nueva para él. No sabía a dónde les llevaría ese camino, pero tenía la impresión de que la última estación sería crucial. ¿Estaría enamorándose de Lali?
Maldijo en silencio. Veinticuatro horas antes, lo había rociado con un pulverizador de pimienta. La gente no se enamoraba con cosas así ni desde luego lo hacía, o eso creía él, tan deprisa.
—Vamos, Peter, esto no es amor —se dijo—. Sólo es un caso agudo de deseo.
Cuando se tumbó en la cama, empezó a pensar en ella. Imaginó su cabello acariciándole el pecho, su boca devorando su pene, su cuerpo cabalgando sobre él. Sabía que no eran ensoñaciones, sino algo que ocurriría más tarde o más temprano. Y cuando sucediera, sabría a qué atenerse.
Entretanto, no tenía más remedio que aceptar la tortura y la confusión que implicaba. Al menos, durante un tiempo.
Lali llevaba dos horas despierta cuando Peter salió de su dormitorio. Para alivio suyo, se había puesto unos vaqueros y ya no deambulaba por la casa en calzoncillos como la noche anterior. Ya le costaba bastante contenerse como para que además tuviera que observarlo medio desnudo y excitado. Sin embargo, no se los había abrochado y podía ver la parte inferior de su vientre.
Era una situación extraña. Lo había llevado al orgasmo pero no se había acostado con él. Lo había visto desnudo, pero sólo en el reflejo de un espejo. Lo había tocado de un modo más que íntimo, pero con un pie y en un coche.
Se ruborizó al pensar en el efecto de sus caricias. Sabía tocar, de eso no había duda alguna. Y cuando sumaba sus labios a sus manos, Lali apenas podía respirar.
—Buenos días —dijo al verlo.
Le dio una taza de café. Peter dejó el café a un lado y se estiró. Ella volvió a mirar su vientre y se preguntó si habría dormido desnudo. Lo deseaba tanto, que echó un trago largo de café para intentar calmarse.
Peter suspiró y se apoyó en la encimera de la cocina.
—¿Has dormido bien?
Ella asintió.
—¿Y tú?
—Como un tronco —respondió, sonriendo—. ¿Se puede saber qué pasó anoche entre nosotros? No me refiero a lo de mi orgasmo, sino a lo de antes…
—Surgió el deseo, nada más.
—Y supongo que tú sabes cómo funciona.
Ella asintió.
—Es algo muy directo.
Peter se acercó, se inclinó un poco y la acarició en la cara interior del muslo.
—Dime una cosa. ¿Por qué te deseo tanto? ¿Qué me has hecho para que te desee más que a ninguna otra mujer en toda mi vida? Y sobre todo, ¿cómo sabías que no podría detenerme?
—Me deseas por varios motivos distintos. Pero lo de anoche empezó con el helado —respondió sin más.
—¿Y eso?
—Me diste una cucharadita y la acepté. En el mundo animal, ese gesto significa que acepto tus favores.
—No lo sabía.
—No hace falta que seas consciente de ello, porque está grabado en tu cerebro. Lo hemos heredado de nuestros antepasados. Es instinto. Te comportaste de ese modo porque era lo que tenías que hacer.
—¿Quieres decir que si me encuentro con una mujer por la calle y le doy helado, se acostará conmigo?
—Sólo si antes hay deseo. Para nosotros, el momento era el adecuado. Es posible que no te hayas acostado con nadie en cierto tiempo y que hayas acumulado más deseo del habitual… además, yo tampoco me he acostado con nadie desde hace meses, así que la situación era idéntica para los dos.
Lali se detuvo un momento.
—Y luego están las cosas entre nosotros… tu trabajo, mi trabajo, nuestro pasado, el hecho de que todavía no nos conozcamos bien. Eso hace que el deseo parezca más inadecuado y resulte más tentador. Tiene algo de misterio, de secreto oculto, que se suma a que nos sentimos cómodos el uno con el otro. Y para terminar, nos hemos reconocido como amantes adecuados. Si lo mezclas todo, tienes la raíz del deseo.
—Si es tan fácil como dices, ¿por qué la gente se empeña en complicar las cosas?
Lali sonrió.
—Porque el deseo es ciego y no siempre prestamos atención a sus señales. Sentimos y actuamos antes de pensar.
—Igual que el amor. También se dice que es ciego.
—En efecto.
Lali se estremeció. Se sentía culpable por no ser enteramente sincera con él. Todo lo que había dicho era cierto, pero había omitido que las sensaciones del deseo también podían ser un síntoma de amor.
—Anoche pensamos con nuestros cuerpos, por así decirlo, pero sabíamos lo que estábamos haciendo —continuó ella—. Por eso pudimos detenernos.
Ella sabía que estaban jugando un juego peligroso. Que conociera las normas no significaba que no pudiera salir mal parada. Había encontrado a un hombre atractivo, interesante y fiable, un hombre que la excitaba y que aceleraba los latidos de su corazón. ¿Qué había de malo en que hiciera lo posible para que se enamorara de ella? ¿Qué daño podía causar?
Sabía que algunos de sus colegas la habrían considerado una manipuladora por comportarse de ese modo, pero sólo estaba haciendo lo que haría cualquier mujer ante el deseo, aunque añadiendo unas gotas de cosecha propia. De hecho, había mujeres mucho más directas y más desinhibidas en ese sentido. No tenía motivo alguno para sentirse culpable.
Peter negó con la cabeza.
—No sé si podría repetir esa experiencia.
—Puede que no tengas que hacerlo.
Pasaron unos segundos sin decir nada, en silencio. Entonces, Peter asintió y Lali sonrió otra vez.
—Bueno, ¿qué vamos a hacer hoy? —preguntó ella.
Él la tomó de la cintura.
—Podemos ir al pueblo, desayunar y dar un paseo. Luego podríamos acercarnos al muelle para tomar el sol. Y hasta podríamos salir a navegar un rato o incluso a pescar.
—Me parece bien.
—¿Pero qué te parece si empezamos con una ducha, juntos?
Lali se levantó y lo besó.
—Maravillosa idea…
—Era una broma —dijo Peter—. Si nos ducháramos juntos, pasaríamos el resto del día en la cama.
—Entonces, duchémonos más tarde —le propuso.
Lali salió de la cocina y dejó a Peter con gesto de confusión.
Al pensar en ello, sonrió con malicia. Sabía que se pasaría todo el día pensando en la promesa de esa ducha.
Le dejamos ahi o le seguimos, que dicen?
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otr otr
ResponderEliminarotro otro ot
ResponderEliminarmas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas mas
ResponderEliminarquiero masssssssssssssssss
ResponderEliminarsube massssssssssssssssssss
ResponderEliminarcata
massssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarandrea
seguilaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminar++++++++++++++++++++++
ResponderEliminarotro otroooooooo
ResponderEliminar10000000
ResponderEliminarque siga que siga
ResponderEliminarJajaja k mala k es
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