—¿Peter?
Peter pulsó el botón del intercomunicador.
—¿Sí?
—Tu hermano Gaston está aquí —dijo la recepcionista.
—Dile que pase, Celine.
Peter no esperaba ninguna visita. Ordenó un poco la mesa y se levantó para recibir a su hermano, que entró sonriendo. No iba de uniforme. Llevaba vaqueros y una camiseta azul.
—Hola —dijo Gaston.
—¿Qué estás haciendo en la ciudad?
Gas se sentó en una de las sillas.
—Dando una vuelta. Este fin de semana me toca trabajar, así que he decidido tomarme el día libre.
—¿Y has venido a Providence para dar una vuelta? ¿Un viernes por la noche? No me lo creo. ¿No será más bien que andas en busca y captura de mujeres?
—No. Tenía otras cosas que hacer.
—¿Qué cosas?
—Tengo que recoger a un amigo en el aeropuerto. Pero ahora que lo recuerdo… gracias por tu ayuda con el caso de falsificación. No había hablado contigo desde el fin de semana pasado.
—No hay de qué.
—¿Cómo te van las cosas? ¿Qué ha pasado con el caso de Trevor Ross?
—¿Cual? ¿El de Edén o de la doctora Devine?
—Los dos.
—Edén Ross se ha puesto en contacto con su padre y parece que se encuentra bien. Y mi trabajo con la doctora ya ha terminado. Había recibido amenazas de muerte, pero la policía ha detenido al culpable y ha confesado.
Gas estiró las piernas.
—Por lo visto, no has tenido problemas para mantener nuestro juramento…
—¿Y tú?
Gaston negó con la cabeza.
—Ninguno. Sinceramente está resultando muy duro. No dejo de pensar en mujeres por mucho que lo intento. Pero cuando me preocupo demasiado, me limito a… bueno, a solventar el problema.
—Oh, eso es importante. Me han dicho hace poco que conviene que los hombres lo hagamos una vez por semana.
Gaston lo miró con extrañeza.
—¿De qué rayos estás hablando?
—De la masturbación.
—Oh, por Dios, no quiero hablar de eso…
—Gas, a veces puedes resultar un verdadero pacato.
Gas se levantó.
—Venga, vámonos. No tengo nada que hacer hasta dentro de una hora y conozco un club a pocas manzanas de aquí, el McSorley. Te invito a una cerveza. Además, se suponía que teníamos que vernos todas las semanas para hablar sobre la experiencia del celibato. Y no he sabido nada de ti ni de Marky. Parece que todos hemos estado muy ocupados.
Peter asintió.
—Tal vez deberíamos reunimos.
—Tal vez.
Salieron del despacho, pero Celine llamó a Peter.
—Peter, Mariana Esposito está al aparato. Dice que es muy urgente.
—¿Quién es Mariana Esposito? —preguntó Gaston.
—Una cliente. Espérame en el bar. Llegaré dentro de unos minutos, en cuanto hable con ella.
Gaston se marchó.
—¿Lali? ¿Qué sucede?
—Tienes que ayudarme —respondió en un susurro.
—¿Qué pasa? ¿Dónde estás?
—En casa. Ayer me rayaron el coche en la universidad. Y hoy, cuando regresaba de comer con Daniel, he descubierto que me lo han pintado de rojo… pero eso no es lo malo. Lo malo es que el coche no estaba en la calle, sino en el garaje de mi casa. Tengo mucho miedo, Peter… ¿Debería llamar a la policía?
—¿Dices que estás en casa?
—Sí.
—¿Puedes activar el sistema de seguridad?
—Todavía no han terminado de instalarlo.
—Maldita sea… Está bien, no te preocupes. Llegaré dentro de unos minutos. Cuelga ahora mismo. Te llamaré de nuevo desde mi móvil —ordenó—. Quiero estar en comunicación contigo hasta que llegue.
—De acuerdo.
Peter cortó la comunicación y le pidió a Celine que fuera a avisar a Ian al bar y que se disculpara en su nombre. Después, subió a su coche y marcó el número de Lali.
—¿Sí? —contestó ella.
—Cuéntame exactamente lo que ha pasado.
—Ya te lo he dicho. Volvía de comer cuando abrí el garaje y descubrí que me habían pintado el coche. Es… como sangre. Y en el parabrisas delantero han escrito: Muérete, bruja. ¿Es que han soltado a Jerry? ¿Por qué iba a hacer una cosa así?
—Lali, Jerry sigue en la cárcel. No tenía dinero para pagar la fianza.
—¿Y eso qué quiere decir?
—Que es inocente.
—Oh, Dios mío…
—Tranquilízate. Quiero que subas arriba y hagas el equipaje. Pero sigue hablando conmigo, ¿quieres?
Quince minutos después, Peter aparcó en el vado de la casa. Lali salió y lo abrazó con fuerza.
—Descuida, no pasa nada —dijo él, intentando calmarla—. Estás a salvo.
—Pensaba que había terminado… Dijiste que había terminado.
—Eso creía. Pero te prometo que solucionaremos este embrollo. ¿Dónde has dejado el equipaje?
Ella señaló la maleta que estaba en el vestíbulo.
—Debe de estar vigilándome. Por eso sabía que había vuelto a casa. Me ha buscado en la universidad, en la emisora, aquí… lo sabe todo de mí.
Peter recogió la maleta y la tomó de la mano.
—Seguramente lo sabía desde hace tiempo. Pero se ha vuelto más agresivo porque te marchaste de la ciudad y eso le desesperó. Quiere que pienses que no puedes librarte de él. Venga, vámonos.
—¿Volvemos a Maine?
—No, iremos a mi casa.
Ella asintió y forzó una sonrisa.
—Tu casa. Sí. Allí estaré a salvo.
Subieron al vehículo y arrancaron de inmediato. Peter llamó a Celine.
—Celine, soy Peter. Quiero que llames a Davis y le ordenes que termine con el sistema de seguridad de la señorita Esposito esta misma noche. No me importa lo que cueste. Dile que si no lo hace, lo mandaré a la Antártida a trabajar con los pingüinos.
—¿Peter?
Peter pulsó el botón del intercomunicador.
—¿Sí?
—Tu hermano Gaston está aquí —dijo la recepcionista.
—Dile que pase, Celine.
Peter no esperaba ninguna visita. Ordenó un poco la mesa y se levantó para recibir a su hermano, que entró sonriendo. No iba de uniforme. Llevaba vaqueros y una camiseta azul.
—Hola —dijo Gaston.
—¿Qué estás haciendo en la ciudad?
Gas se sentó en una de las sillas.
—Dando una vuelta. Este fin de semana me toca trabajar, así que he decidido tomarme el día libre.
—¿Y has venido a Providence para dar una vuelta? ¿Un viernes por la noche? No me lo creo. ¿No será más bien que andas en busca y captura de mujeres?
—No. Tenía otras cosas que hacer.
—¿Qué cosas?
—Tengo que recoger a un amigo en el aeropuerto. Pero ahora que lo recuerdo… gracias por tu ayuda con el caso de falsificación. No había hablado contigo desde el fin de semana pasado.
—No hay de qué.
—¿Cómo te van las cosas? ¿Qué ha pasado con el caso de Trevor Ross?
—¿Cual? ¿El de Edén o de la doctora Devine?
—Los dos.
—Edén Ross se ha puesto en contacto con su padre y parece que se encuentra bien. Y mi trabajo con la doctora ya ha terminado. Había recibido amenazas de muerte, pero la policía ha detenido al culpable y ha confesado.
Gas estiró las piernas.
—Por lo visto, no has tenido problemas para mantener nuestro juramento…
—¿Y tú?
Gaston negó con la cabeza.
—Ninguno. Sinceramente está resultando muy duro. No dejo de pensar en mujeres por mucho que lo intento. Pero cuando me preocupo demasiado, me limito a… bueno, a solventar el problema.
—Oh, eso es importante. Me han dicho hace poco que conviene que los hombres lo hagamos una vez por semana.
Gaston lo miró con extrañeza.
—¿De qué rayos estás hablando?
—De la masturbación.
—Oh, por Dios, no quiero hablar de eso…
—Gas, a veces puedes resultar un verdadero pacato.
Gas se levantó.
—Venga, vámonos. No tengo nada que hacer hasta dentro de una hora y conozco un club a pocas manzanas de aquí, el McSorley. Te invito a una cerveza. Además, se suponía que teníamos que vernos todas las semanas para hablar sobre la experiencia del celibato. Y no he sabido nada de ti ni de Marky. Parece que todos hemos estado muy ocupados.
Peter asintió.
—Tal vez deberíamos reunimos.
—Tal vez.
Salieron del despacho, pero Celine llamó a Peter.
—Peter, Mariana Esposito está al aparato. Dice que es muy urgente.
—¿Quién es Mariana Esposito? —preguntó Gaston.
—Una cliente. Espérame en el bar. Llegaré dentro de unos minutos, en cuanto hable con ella.
Gaston se marchó.
—¿Lali? ¿Qué sucede?
—Tienes que ayudarme —respondió en un susurro.
—¿Qué pasa? ¿Dónde estás?
—En casa. Ayer me rayaron el coche en la universidad. Y hoy, cuando regresaba de comer con Daniel, he descubierto que me lo han pintado de rojo… pero eso no es lo malo. Lo malo es que el coche no estaba en la calle, sino en el garaje de mi casa. Tengo mucho miedo, Peter… ¿Debería llamar a la policía?
—¿Dices que estás en casa?
—Sí.
—¿Puedes activar el sistema de seguridad?
—Todavía no han terminado de instalarlo.
—Maldita sea… Está bien, no te preocupes. Llegaré dentro de unos minutos. Cuelga ahora mismo. Te llamaré de nuevo desde mi móvil —ordenó—. Quiero estar en comunicación contigo hasta que llegue.
—De acuerdo.
Peter cortó la comunicación y le pidió a Celine que fuera a avisar a Ian al bar y que se disculpara en su nombre. Después, subió a su coche y marcó el número de Lali.
—¿Sí? —contestó ella.
—Cuéntame exactamente lo que ha pasado.
—Ya te lo he dicho. Volvía de comer cuando abrí el garaje y descubrí que me habían pintado el coche. Es… como sangre. Y en el parabrisas delantero han escrito: Muérete, bruja. ¿Es que han soltado a Jerry? ¿Por qué iba a hacer una cosa así?
—Lali, Jerry sigue en la cárcel. No tenía dinero para pagar la fianza.
—¿Y eso qué quiere decir?
—Que es inocente.
—Oh, Dios mío…
—Tranquilízate. Quiero que subas arriba y hagas el equipaje. Pero sigue hablando conmigo, ¿quieres?
Quince minutos después, Peter aparcó en el vado de la casa. Lali salió y lo abrazó con fuerza.
—Descuida, no pasa nada —dijo él, intentando calmarla—. Estás a salvo.
—Pensaba que había terminado… Dijiste que había terminado.
—Eso creía. Pero te prometo que solucionaremos este embrollo. ¿Dónde has dejado el equipaje?
Ella señaló la maleta que estaba en el vestíbulo.
—Debe de estar vigilándome. Por eso sabía que había vuelto a casa. Me ha buscado en la universidad, en la emisora, aquí… lo sabe todo de mí.
Peter recogió la maleta y la tomó de la mano.
—Seguramente lo sabía desde hace tiempo. Pero se ha vuelto más agresivo porque te marchaste de la ciudad y eso le desesperó. Quiere que pienses que no puedes librarte de él. Venga, vámonos.
—¿Volvemos a Maine?
—No, iremos a mi casa.
Ella asintió y forzó una sonrisa.
—Tu casa. Sí. Allí estaré a salvo.
Subieron al vehículo y arrancaron de inmediato. Peter llamó a Celine.
—Celine, soy Peter. Quiero que llames a Davis y le ordenes que termine con el sistema de seguridad de la señorita Esposito esta misma noche. No me importa lo que cueste. Dile que si no lo hace, lo mandaré a la Antártida a trabajar con los pingüinos.
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ResponderEliminarsuper linda
ResponderEliminaresta buenisima la nove
ResponderEliminarmaaaaaaas
ResponderEliminarEsta buenisimaaaaa
ResponderEliminarbella
ResponderEliminarsuper buena la nove
ResponderEliminarbuenisima
ResponderEliminarbuenisima la noveeee
ResponderEliminarEse muerete bruja no es tipico d un hombre,asi k sigo pensando k es una mujer quien va en contra d Lali,la hija d Trevor.
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