Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

domingo, 24 de marzo de 2013

Capitulo 25


—¿Por qué?
—Tú limítate a hacerlo.
—¿Segura?
Ella asintió.
Peter se quitó la chaqueta, que dejó sobre el lavabo e hizo lo mismo con el resto de la ropa. Lali no se había dado cuenta de lo serio que estaba con traje. Le quedaba bien, pero no encajaba con el Peter que conocía.
Cuando se liberó de los calzoncillos, metió un pie en el agua. Estaba muy caliente, pero se acostumbró enseguida, entró y se sentó junto a ella. Lali se apoyó en su hombro.
—Vaya, qué agradable —dijo él—. Es perfecto para dos personas.
Lali volvió a cerrar los ojos.

—Hum…
—Me parece que yo no sería un buen voyeur. No tengo paciencia.
—Bueno, es que se supone que el voyeurismo no se practica con el permiso de la otra persona, sino a hurtadillas. Es parte de la emoción. Una parafilia como otra cualquiera.
—Me encanta como hablas. ¿Pero qué es una parafilia?
—Puede ser una respuesta sexual ante situaciones que en principio no incluyen la posibilidad de que la otra parte reaccione del mismo modo. Pero también se refiere a prácticas sexuales fuera de lo común.
—¿Como los hombres que se visten de mujer?
—Sí, en el caso de que la ropa de mujer te excite. Y también está el fetichismo, que consiste en sentir atracción sexual por partes del cuerpo que en general no producen ese efecto… los pies, por ejemplo.
—Eso me resulta difícil de creer. Mis pies se pasan todo el día metidos en unos zapatos. Son mucho menos sexys que los lóbulos de mis orejas.
—Pues yo diría que tus lóbulos son muy bonitos. Y tus pies, también.
—Ya, pero tanto como sexys…
Lali decidió hacer algo que nunca había hecho, le limpió un pie con jabón, lo aclaró con agua y le pasó la lengua por el arco. Después, succionó uno a uno sus dedos.
Peter se estremeció.
—Oh, vaya… —murmuró él.
—¿Lo ves? Los pies son más importantes de lo que parece.
—Sí, desde luego, no tienes que convencerme —dijo Peter, asombrado por el efecto de sus caricias.
Lali rió.
—¿Y eso es todo? ¿No vas a enseñarme nada más? —preguntó él.
—Bueno, podríamos explorar muchas cosas más. Si te interesa…
—Pensaba que querías tomarte las cosas con calma.
—Sí, pero he llegado a la conclusión de que tal vez sea un error.
Lali se puso de pie, salió de la bañera, se puso una toalla alrededor del cuello y salió del cuarto de baño. Después, entró en el dormitorio de Peter, localizó su maleta y la abrió. Saco un pijama de verano, que consistía en una chaqueta de manga corta y unos pantaloncitos aún más cortos, y se lo puso después de secarse.
—Te queda maravillosamente bien.
Peter la había seguido y la estaba observando.
—¿Te gusta?
—Me encanta… ¿quieres que te prepare algo de comer?
Lali negó con la cabeza.
—No, ni tampoco creo que me apetezca ver una película.
—Bueno, eso no importa. Podemos ir al cine mañana, durante nuestra cita nocturna.
—Nuestra cita…
Lali lo repitió porque había olvidado que habían quedado al día siguiente. Con todo lo que había sucedido, ni siquiera había tenido ocasión de salir de compras.
—Si no te importa, voy a tomar una de las almohadas. Dormiré en el sofá del salón —dijo él.
—No, por favor… duerme conmigo.
—Como quieras…
Los dos sabían que la invitación no era inocente. Sabían que no podían pasar toda una noche en la misma cama sin besarse, acariciarse, tocarse. Y también sabían que no se detendrían ahí.
Pero Lali ya no quería esperar más tiempo. Sólo quería acostarse con él y hacerle el amor.
—¿Vienes a la cama? —preguntó ella.
—Dentro de unos minutos. Antes quiero llamar al despacho para que se pongan en contacto con el servicio de seguridad de la universidad. Quiero ver esas cintas de vídeo —dijo—. Y luego llamaré a alguno de mis hombres para que compruebe tu garaje por si encuentra alguna pista. Pero no te preocupes, vuelvo enseguida.
Peter se inclinó sobre ella y la besó.
—Te estaré esperando.
Lali se metió en la cama y sonrió. Luego, se giró y contempló los objetos de la mesita de noche. Había un frasco de vitamina C y una fotografía en la que salían Peter y cinco niños. También había una caja de cerillas de un club de Providence, pero estaba vacía.
Incapaz de controlar su curiosidad, abrió el cajón. Dentro había bolígrafos y lapiceros, una linterna, unas aspirinas y una libreta negra. La libreta estaba llena de números de teléfono, y junto a todos ellos había un nombre de mujer.
—Mandi, Tori…
Lali pensó que seguro que eran rubias exuberantes, de enormes senos e impresionantes figuras. Ella se consideraba atractiva, pero no podía competir con ese tipo de mujeres.
Dejó la libreta en su sitio y entonces vio una caja de preservativos. Pensó que por lo menos estaba preparado para cualquier contingencia y se preguntó si estarían allí desde hacía poco tiempo o si llevaban una temporada. Nunca le había preguntado por sus amantes y novias anteriores. Al principio no lo había hecho porque no era asunto suyo; y después, porque no importaba en absoluto. Ella era la única mujer que estaba en ese momento en su cama.
Cerró el cajón y los ojos. Oyó que Peter caminaba por el piso de bajo y sonrió. Se sentía segura con él. Mientras estuviera a su lado, no sufriría ninguna desgracia.


La mano apareció de repente y le cubrió la boca. Lali intentó abrir los ojos. Tal vez los tuviera abiertos y no podía ver porque estaba muy oscuro; pero en cualquier caso, no podía gritar.
Intentó liberarse, pero no lo consiguió. No podía respirar y poco a poco se sintió mareada. Sabía que iba a morir ahogada y sintió pánico, pero el miedo se transformó enseguida en una especie de sentimiento de resignación.


Le dejamos ahi. Mañana hacemos otro. Nos leemos mañana.

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