Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

sábado, 2 de marzo de 2013

Capitulo 40


-¿Qué te parece? ¿Crees que mi hermano mayor por fin se está enamorando de alguien?
-Me temo que podría ser -replicó Eugenia-. Pobre Peter. ¿Por qué ha tenido que ser Lali?
Pablo se puso de pie y dejó un poco de dinero sobre la mesa.
-Yo no empezaría aún a hacer planes de boda -dijo-. Me voy a mi habitación para comprobar mis mensajes.
Cuando estaba a punto de marcharse, Eugenia volvió a hablar.
-Pablo, creo que Lali no se va a equivocar con ninguno de los dos -afirmó. Pablo sonrió. Cuando Nico le había dicho que se iba a casar con Eugenia, él
había creído que estaba cometiendo un terrible error. Sin embargo, desde entonces, había aprendido a apreciar la pasión, la lealtad y la determinación de Eugenia, y, sobre todo, el amor que profesaba a su hermano.
Suponía que Eugenia y él se estaban convirtiendo en familia de verdad.


Mientras  el  bebé  mamaba,  Lali  lo  miraba  fijamente,  abrumada  por  las sensaciones que estaba experimentando. El ligero peso de Pedro, el dulce aroma que emanaba del pequeño,  parecían satisfacer un profundo anhelo. Era madre. No tenía mucho que ofrecerle, pero, como fuera, encontraría el modo de proporcionarle todo lo que necesitaba.  Era su hijo e iba a protegerlo a cualquier coste.
-Hola -dijo la enfermera al entrar en la habitación-. ¿Ha terminado?
Lali frunció el ceño. Sabía que la enfermera había acudido a llevárselo a la unidad de neonatos para devolverlo a su incubadora.
-¿No puede tomarle la temperatura para ver si está estable y se puede quedar conmigo un poco más?
-Se la tomamos hace quince minutos.
-¿Podemos volverlo a hacer? Estoy esperando a alguien.
Esperaba que Peter fuera a verla. Estaba segura de que lo haría. La ternura que había demostrado a lo largo de todo el proceso indicaba que sentía algo por ella, al menos cariño.  Seguramente, eso era suficiente para que fuera a verla al hospital.
-Me gustaría dejar que su bebé se quedara por más tiempo, señorita Esposito, pero me temo que ya ha estado más que suficiente fuera de la incubadora.
Resignada, Lali le entregó el bebé a la enfermera. Además, eran las diez, es decir, demasiado tarde para que Peter fuera a Boise, especialmente cuando tenía dos horas de camino  para regresar. Seguramente se había equivocado al pensar que él se tomaría la molestia de hacer un viaje tan largo cuando sabía que ella ya estaba en buenas manos.
Decidió tratar de dormir un poco, pero antes se puso a masajearse el vientre del modo en el que le había enseñado la enfermera para asegurarse de que el útero se contraía adecuadamente.  Mientras lo hacía, empezó a pensar en su, familia.
¿Debería llamarlos para darles la noticia del nacimiento de Pedro? No había querido implicar a sus padres en el embarazo, pero, en aquellos momentos, le pareció mal ocultarles la noticia del nacimiento de su nieto.
Miró el teléfono y pensó en llamarlos a pesar de que no estaba segura de si podría soportar un disgusto aquella noche. Decidió que, sólo con que sus padres se mostraran contentos por el nacimiento de Pedro sería suficiente para hacer las paces. En todos los libros había leído lo importantes que eran los abuelos y los tíos para un bebé.
Levantó el auricular y comenzó a marcar, pero no tenía una tarjeta de crédito que  le   permitiera  establecer  una  conferencia  y  no  podía  llamarlos  a  cobro revertido. Colgó de  nuevo y se levantó para ir al cuarto de baño. Cuando vio lo despeinada y lo pálida que estaba, trató de convencerse de que se alegraba de que Peter no hubiera ido a verla. No le sirvió de consuelo, pero, cuando regresó a la cama, se quedó dormida casi inmediatamente.



A Lali le pareció que llevaba dormida sólo diez minutos cuando oyó la voz de un hombre llamándola. Con cierto esfuerzo, se despertó, pensando que Peter había ido a verla. Sin  embargo, cuando levantó los párpados y vio la figura que había de pie al lado de la cama, se dio cuenta de que no se trataba de Peter. Era Pablo Martinez y llevaba un jarrón de lirios en la mano. Iba vestido como siempre, pero parecía desaliñado y desaseado.
-Pablo -murmuró-, ¿qué estás haciendo aquí?
-Peter me dejó un mensaje en mi buzón de voz en el que me decía que habías tenido a tu hijo y...
-¿Que Peter te llamó?
-Sí.  Pensó  que  me  gustaría  saberlo  y  estaba  en  lo  cierto  -afirmó  Pablo. Entonces, colocó las flores sobre la mesa.
-Gracias, pero no debería haberte molestado. Estabas en viaje de negocios...
-Yo ya he visto al caballo y he dicho que quiero comprarlo. Eugenia y Nico dijeron que se ocuparían del resto.
-Oh -susurró ella. Entonces, miró hacia la ventana y vio que la luz del día entraba ya a través de las cortinas-. ¿Qué hora es? Debes de haber venido en cuanto te has enterado.
-Son casi las ocho y media. Tuve suerte de poder tomar el primer avión que salía de Austin. Como tenía mi coche en el aeropuerto, vine aquí directamente.
-Gracias  -repitió  Lali.  Evidentemente,  Pablo  se  había  tomado  muchas molestias.
-¿Cómo está el bebé?
-Estupendo. ¿Quieres que llame a la enfermera para que puedas verlo?
- Claro.
Lali apretó inmediatamente el botón que avisaba a la enfermera.
-Entonces, ¿Eugenia y Nico se van a quedar en Austin unos días más?
-Quieren seguir negociando con el dueño del purasangre. Es un caballo muy especial. Nos gustaría mucho comprarlo, pero, en estos momentos, el dueño pide más de lo que estamos  dispuestos a pagar. Por cierto, cuando llamé anoche a Peter, él me dijo que Amadeo te había robado el ordenador.
-Así es -admitió ella.
-No te preocupes. Yo te lo recuperaré.
-Estoy segura de que, a estas alturas, ya lo ha vendido. No creo que tengamos posibilidad alguna de recuperarlo. Lo único que espero es que se aleje de mí para siempre. Si está apartado de nosotros durante un año, se considera abandono y yo puedo solicitarle a un tribunal que revoquen sus derechos como padre.
-Veo que has estado estudiando las leyes.
-He mirado un par de cosas en Internet. Tengo que hablar con un abogado para comprobar que lo que yo he leído se aplica en el estado de Idaho, pero estoy segura de que es así.
-¿Crees que Amadeo volverá para darte más problemas?
-Cuando me quedé embarazada, él quería que abortara, así que sé que no le interesa ser padre ahora. Sin embargo, en un futuro podría cambiar de opinión.
-¿No te gustaría que enderezara su vida?
-No lo sé. Era un buen tipo antes de lo de las drogas, las fiestas y todo lo demás. Tal vez consiga algún día volver a ser esa persona o tal vez no. Sea como sea,  no  quiero  estar  siempre  especulando  con  la  posibilidad  de  que  él  pueda regresar e interferir en la vida de mi hijo.
-¿Y sus padres?
-Tengo la intención de llamarlos dentro de unas pocas semanas para darles la opción de participar en la vida de su nieto. Por lo que sé de ellos, son básicamente buena gente. Creo que se lo debo.
-A mí me parece que te muestras muy generosa.
-Es lo justo -dijo. Miró los lirios, pensando si debía decirle a Pablo que Merry había sido  la  instigadora  de la  visita  de Benjamín.  Finalmente,  decidió  abordar el tema-. ¿Sigues saliendo con Merry?
-Ya  te  dije  que  no  estuvimos  saliendo  nunca  -replicó  él,  algo  molesto, mientras se quitaba la cazadora-, y mucho menos regularmente.
-Creo que ella no lo comprende así.
-Pues debería. Nunca le he hecho creer que quiero que seamos algo más que amigos.
-Tal vez deberías llamarla, no sé... para aclarar las cosas.
-¿Por qué?
-Parece que ella cree que yo estoy interfiriendo en vuestra relación. Le dijo a Andy que tú  me estás dando mucho más que un lugar en el que vivir. Así él justificó el hecho de llevarse el ordenador. También dijo otras cosas...
-¿El qué?
-Ella le insinuó que te estoy dando algo más personal que mi trabajo en tu página web a cambio de la renta.
-¿Cree que nos estamos acostando juntos?
-Supongo que sí -comentó ella, con una sonrisa-. No se da cuenta de que tú me consideras una hermana pequeña.
Pablo la miró atentamente durante unos instantes.
-Yo ya no te considero precisamente eso.
Lali lo miró atónita. Cuando era sólo una adolescente, había realizado una lista con los atributos del hombre perfecto. Pablo encajaba con todas las categorías. Guapo. Leal. Valiente. Sexy. Además, había estudiado en la universidad, tenía una gran reputación y provenía de una buena  familia. Incluso era rico. Sin embargo, años después, algunos de esos rasgos le parecían más  importantes que otros y Peter parecía poseer todos los que le importaban en realidad. Tal vez no fuera tan perfecto como Pablo, pero más guapo e incluso más sexy. Cuando se imaginaba al hombre ideal, no podía pensar en nadie más que en Peter.
-Pablo, yo...
En ese momento, la enfermera entró en la habitación.
-¿Me necesita, señorita Esposito?
-¿Cómo está mi hijo?
- Estupendamente.
-¿Podría verlo?
-Claro. Además,  ya  es  hora  de  que  vuelva  a  darle  el  pecho.  Sólo  estaba esperando unos minutos más porque creía que usted seguía dormida.
La enfermera le dedicó una simpática sonrisa a Pablo y dijo que volvería enseguida.
-Me alegro de que Peter pudiera traerte al hospital -comentó Pabo, cuando volvieron a estar solos.
-No se alegró mucho cuando tuvimos que parar.
-¿Es que le ocurrió algo al coche para que tuvierais que parar?
-No, más bien al bebé.
-¿No conseguisteis llegar a tiempo al hospital?
-No. Di a luz en la furgoneta de Peter.
-¿De verdad? -preguntó él, atónito-. ¿Y cómo lo llevó Peter?
-Se mostró... increíble. Se hizo cargo de la situación perfectamente.
- ¡Vaya! Peter me dijo que te habías puesto de parto en el rancho y que le llamaste  para  que  te  llevara  al  hospital.  Nada  más.  No  me  dijo  nada  de  que hubieras tenido al bebé de camino.
-Nunca lo hubiera hecho -dijo Lali. Aún estaba pensando en los posibles motivos que  Peter había tenido para llamar a Pablo-. Tendrías que conocer a Peter para saber que siempre subestima todo lo que hace.
Al escuchar la admiración que teñía la voz de Lali, Pablo puso un gesto muy curioso en el rostro.
-Las cosas han cambiado desde que tú me esperabas para montarte en mi bicicleta, ¿verdad?
-Me temo que sí, Pablo.
Efectivamente, las cosas habían cambiado mucho desde que era una niña, pero  no  tanto  en  los  últimos  dos  años.  Cuando  se  marchó  de  Dundee  estaba enamorada de Peter, igual que estaba enamorada de él en aquellos instantes. Sin embargo, después de lo que había pasado  con Benjamín y de lo que Peter había hecho con Ashleigh, no estaba segura de que pudiera  confiar en él lo suficiente como  para  confesárselo. Aunque  pudiera  hacerlo,  tal  vez  se  reiría  en  su  cara considerando lo mal que se había portado con él. Además, tenía un hijo en el que pensar y una vida que reconstruir. Por el momento, estaba mucho mejor sola. Desgraciadamente, Pablo llegaba dos años tarde. Peter probablemente opinaba lo mismo de ella.
Por fin, la enfermera apareció con Pedro.
-Te presento a Pedro -le dijo a Pablo mientras tomaba a su hijo en brazos.
-¿Pedro? ¿Cómo se te ha ocurrido ese nombre?
-Me lo sugirió Peter. Es su segundo nombre.
-¿Has llamado a tu hijo como Peter?
-El lo trajo al mundo.
-¿Es ésa la única razón? -preguntó Pablo. Lali no pudo mirarlo a los ojos-.
-¿Sabe Peter lo que sientes?
-Creo que no.
-Pues deberías decírselo. Es muy duro, pero Eugenia lo conoce mejor que nadie y ya sabes cuál es su opinión.
-He oído que dice que Peter nunca le ha dicho lo que siente. Probablemente se ocupa de mí como lo hace de Stefano. Nada más. Además, en estos momentos ya tengo bastante de lo que ocuparme, ¿no te parece?
Pablo estudió a Pedro durante un instante.
-Tal vez tengas razón.

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