Delaney y Wilson, los dos agentes del departamento de policía de Bonnett Harbor, estaban junto al coche patrulla. Peter se acercó y Delaney lo saludó.
—Sally nos ha dicho que quieres hablar con esos tipos.
Peter asintió.
—¿Estáis seguros de que era Edén Ross?
—Totalmente —respondió Wilson, haciendo un gesto hacia los dos hombres que estaban en el asiento trasero del coche—. Hemos comprobado la matrícula del Mercedes que está aparcado en la calle. Pertenece a Trevor Ross. Pero suponemos que Edén se ha llevado las llaves, porque no las encontramos en la habitación del motel.
Peter sacudió la cabeza y se pasó una mano por el pelo.
—Es una suerte que esa chica no sea una delincuente, porque se escabulle con tanta facilidad, que tendríais problemas en el departamento —comentó.
Dec sacó el teléfono móvil y marcó el número de Trevor Ross.
—Ross, soy Peter Lanzani. Tengo noticias de tu hija. Parece que ha pasado por tu casa de Newport y que se ha llevado uno de los coches.
Peter oyó una maldición al otro lado de la línea.
—Quiero que la traigas a ella y que traigas el coche esta misma noche —gritó Ross.
—Me temo que se nos ha escapado —declaró—. Pero por lo que he podido averiguar, está a salvo.
—Sí, bueno… Maldita sea, estoy cansado de malgastar tu tiempo y mi dinero en perseguirla por todo el país. Además, tengo otro caso en el que quiero que te concentres —dijo—. Un caso que requerirá de toda tu atención. ¿Has oído hablar de la doctora Lillian Devine?
Peter se llevó una buena sorpresa al oír el nombre.
—Sí, precisamente la estaba oyendo hace un rato en la radio…
—Su verdadero nombre es Mariana ‘Lali' Esposito, y es una de las grandes estrellas de la emisora, una parte esencial de nuestro proyecto —explicó—. La han amenazado y me he encargado de que velen por su seguridad, pero no quiere que los guardaespaldas la vigilen de cerca. No es consciente de la gravedad de la amenaza.
—¿A qué nos enfrentamos? —preguntó Peter.
—A amenazas. La última es de muerte y se recibió hace unas horas —respondió—. Pásate mañana por la tarde por mi despacho. Te daré más detalles y un informe de nuestro equipo. Quiero que seas su guardaespaldas personal y que no te alejes de ella en ningún momento.
—Pero si no quiere guardaespaldas, ¿cómo diablos la voy a convencer?
—Oh, vamos, eres un tipo de recursos. Ya se te ocurrirá alguna cosa. Quiero que estés con ella hasta que atrapemos a ese desgraciado.
Peter recibía un gran sueldo a cambio de estar a disposición de Ross en cualquier asunto relativo a la seguridad, de modo que escuchó con atención y tomó unas cuantas notas en su PDA.
En el fondo, Peter estaba encantado con el encargo porque ya no tendría que seguir a Edén. No había pasado cuatro años en el servicio de espionaje naval y otros tres en la empresa familiar de seguridad para perder el tiempo en persecuciones de herederas rebeldes.
Lali Esposito pulsó el botón del mando a distancia del garaje del edificio y arrancó en cuanto las puertas empezaron a subir. Acto seguido, miró por el retrovisor para asegurarse de que no había entrado nadie aprovechando la oscuridad. Al mirar, distinguió el vehículo del servicio de seguridad de Ross, que acababa de aparcar en la calle, y soltó un gemido.
—A salvo… —murmuró.
Por fin había llegado a casa, pero sabía que los de seguridad la seguirían al día siguiente, en cuanto saliera de nuevo. El simple hecho de que estuvieran allí la ponía nerviosa. Nunca se había sentido tan insegura, tan observada.
Unos meses antes, la idea de que alguien pudiera amenazarla le habría parecido absurda. Al principio no había dado importancia a las amenazas porque pensó que sería una tontería de algún oyente desencantado, pero poco después se hicieron más habituales y empezaron a llega dos o tres veces por semana. Y cuando encontró una carta en su domicilio, tuvo que admitir que verdaderamente se encontraba en peligro.
Trevor Ross, su jefe, había querido que se mudara de su agradable barrio de College Hill, en Providence, y se marchara al centro, a un lugar más seguro. Lali le había hecho caso y se había mudado el mes anterior. Además, Ross le había prestado un coche nuevo con las ventanillas de cristal tintado y había puesto un grupo de seguridad a su servicio.
Lali esperó a que llegara el aparcacoches del edificio, pero no aparecía y decidió aparcar por su cuenta. Después, apagó el motor y rebuscó en el bolso para localizar su pulverizador de pimienta. Aunque se sentía relativamente a salvo en el domicilio nuevo, que tenía sus propios guardas de seguridad, prefería ser precavida.
Todavía no podía creer que alguien le deseara algún mal. Ni siquiera se consideraba famosa. Su programa de radio, Simplemente sexo, era controvertido y había intervenciones de todo tipo, pero nada más. Sin embargo, tampoco le sorprendía demasiado. Nunca había tenido la suerte de que un hombre normal y atractivo llamara a su puerta. En cambio, atraía a los locos.
Había elegido el seudónimo de doctora Lillian Devine para el programa de radio con intención de proteger su reputación académica y de mantener el anonimato. Pero fuera quien fuera el individuo que la amenazaba, probablemente ya sabía que la terapeuta sexual Lillian Devine y Lali Esposito, doctora en psicología y profesora adjunta del departamento de Antropología de la Universidad de Providence, eran la misma persona.
Siempre había sabido que existía el peligro de que su doble vida se hiciera de dominio público, de modo que rechazó la oferta cuando Trevor Ross la invitó a dirigir un programa en una de sus emisoras. Pero el sueldo era tan bueno que no pudo mantener la negativa. Gracias a la radio tenía comodidades que una profesora de universidad no se podía permitir, y por otra parte, el personaje de Lillian Devine le servía para obtener información útil para la doctora Lali Esposito.
Así que todos los fines de semana, los sábados y domingos entre las diez de la noche y la una de la madrugada, presentaba un programa de alcance nacional y contestaba a preguntas sobre comportamientos sexuales, fetiches, obsesiones, adicciones y frustraciones. A pesar de tener un doctorado en Psicología, a Lali siempre le habían interesado más la Biología y la Antropología como instrumentos de análisis del comportamiento sexual humano. Como experta en la materia, ofrecía soluciones y consejos útiles a los oyentes. Y no lo hacía mal, porque el programa acababa de ascender hasta el cuarto puesto de los programas más seguidos en todo el país y había subido siete desde el último estudio de mercado.
Pero el precio de la popularidad era demasiado alto. Ahora vivía como un animal perseguido, volviendo siempre la mirada y con miedo a lo que pudiera ocultarse en la oscuridad. La policía estaba investigando el caso, pero todavía no había encontrado ninguna pista.
Abrió la portezuela y salió del coche. Después, pulsó el mando a distancia para activar el cierre automático y vio que un hombre se acercaba por la derecha.
—¿Señorita Esposito?
Lali se dirigió al ascensor tan deprisa como pudo y pulsó varias veces el botón con la esperanza de que la puerta se abriera y pudiera escapar. Quería gritar, pero estaba tan asustada que no podía.
Cuando el desconocido estaba a punto de alcanzarla, Lali reaccionó, sacó el pulverizador del bolso y le roció en la cara.
Sorprendentemente, la primera reacción de Lali cuando pudo verlo con claridad, no fue de miedo. Era un hombre de un atractivo extraordinario y muy bien vestido. Desde luego no encajaba con la idea que tenía de un chiflado.
El hombre alzó una mano para protegerse del pulverizador, pero no lo consiguió. Empezó a toser y los ojos se le llenaron de lágrimas. Luego, maldijo en voz alta y se protegió la nariz y la boca con uno de los extremos de la chaqueta.
Justo entonces llegó el ascensor. Lali entró.
—Señorita Esposito…
—¡Déjeme en paz! —gritó en ella—. ¡Déjeme en paz de una vez por todas!
—Trabajo para Trevor Ross —declaró él, en voz igualmente alta y añadiendo unos cuantos tacos—. Vengo a verla de su parte.
La puerta se cerró y el ascensor empezó a subir muy despacio. Lali estaba jadeando, pero se sentía como si estuviera fuera de su propio cuerpo. Tardó unos segundos en reaccionar y el pánico se convirtió en confusión.
Bueno, siguen habiendo muchas dudas respecto a la novela, en este capitulo contesto que si, Lali va a aparecer. La rubia del prologo ya fue, solo esta en el prologo. Chari, creo que adivinaste eh! Y bueno, Lunis, bienvenida. Bueno, si quieren maraton es +15, si no nos leemos mañana.
Esperemos k Peter ni la crea una loca,ella solo se defendio.
ResponderEliminarSi ya le gustaba su voz,su cuerpo y su inteligencia lo van a terminar d seducir ,jajaja lo volvera loquito.
ResponderEliminarmassss
ResponderEliminarAhora no tengo mas dudas! Maaaaaas me gustaaa
ResponderEliminarmaratooon
ResponderEliminarMasss! Me encantaaa! :3
ResponderEliminar@susonrisa_pl :3