Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

domingo, 24 de marzo de 2013

Capitulo 24

Peter colgó y se volvió hacia Lali. Estaba pálida.
—Cuando lleguemos a casa, te prepararé algo de comer. Tú puedes sentarte en el sofá y ver una película. Tengo una televisión enorme…
—Por qué será que conozco a tantos hombres con televisiones enormes.
—No lo sé, dímelo tu. ¿Algún fetiche sexual o algo así? Tal vez compremos televisiones grandes porque no tenemos penes grandes —bromeó—. Por cierto, la mía es de cincuenta pulgadas y tiene pantalla de plasma.
Lali rió y él extendió un brazo para acariciarla.

—Me encanta que estemos juntos otra vez.
—Si no te conociera mejor, pensaría que has pintado mi coche para que te llamara por teléfono. Pero te conozco.
—Claro que me conoces.
—Ayer me llevé un buen susto cuando vi que me habían rayado el coche.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—No pensé que tuviera importancia…
—Bueno, no le des más vueltas. Sé que tienes miedo, pero en realidad ha pasado lo mejor que podía pasar. Está cometiendo errores y atraparlo será más fácil.
—No sé. Estoy tan nerviosa que he empezado a desconfiar de todo el mundo. Hasta de Daniel y Simón.
—¿Daniel y Simón?
Lali suspiró.
—Daniel me confesó ayer que… bueno, que en otro tiempo le habría gustado salir conmigo. Y me dijo que Simón está encaprichado conmigo.
—¿Será posible? —dijo, celoso—. ¿Es que hay algún hombre que no te quiera? Lali, tendrías que habérmelo dicho.
—No lo supe hasta ayer. Además, Daniel es amigo mío desde hace años. A mí también me gustaba en el pasado, pero dejamos pasar la ocasión y el momento… además, estaba conmigo cuando me rayaron el coche. Y Simón ha estado dando clases toda la mañana —explicó.
—¿Estás segura de eso?
Ella asintió.
—Sí. De hecho, pensé que lo del coche sólo era un acto de vandalismo. Por cierto, hablé con la seguridad del campus y quedaron en que comprobarían los vídeos de las cámaras —dijo.
—¿Hay cámaras?
—Sí, por toda la universidad.
—Magnífico. Les llamaré y les pediré que me dejen ver esas grabaciones. Puede que hayan pasado algo por alto.
—¿Crees que ese tipo quiere matarme?
Lali lo preguntó tan de repente, que Peter supo que no quería saber la verdad.
—No, no lo creo. Sólo quiere molestarte y llamar tu atención. De algún modo retorcido que no alcanzo a imaginar, piensa que todo esto servirá para atarte a él.
Lali se sumió en un profundo silencio.
—Eh, ¿sabes una cosa? —continuó Peter—. También tengo un enorme jacuzzi en el cuarto de baño. Podrías relajarte un poco cuando lleguemos a mi casa.
—Hum. No estaría mal.
Durante el resto del viaje no hablaron más. Peter quería animarla un poco, pero no podía abrazarla y besarla mientras conducía.
Diez minutos después, llegaron a la casa. Aparcó el coche en el garaje y se giró hacia Lali.
—Todo se arreglará, te lo prometo.
Ella se aferró a las solapas de su chaqueta.
—¿Estás bien?
Lali asintió.
Peter la ayudó a salir, recogió el equipaje y la acompañó a la entrada. La mujer de la limpieza había estado el día anterior, así que todo estaba más limpio y ordenado que de costumbre.
—La televisión está en el salón —dijo él.
—Me interesa bastante más el jacuzzi.
—Acompáñame.
Peter la llevó al piso superior.
—¿Por qué no te desnudas? Yo iré a prepararte el baño.
—No, quédate conmigo.
Peter carraspeó y asintió.
—Está bien.
Lali se quitó la ropa como si estuviera en trance, sin prestar ninguna atención a su presencia. Peter abrió el equipaje y vio que había guardado la bata que había llevado en la cabaña, así que se la dio.
Aunque estaba desnuda y la deseaba, en ese momento lo único que le importaba era su bienestar. Adoraba a aquella mujer. Y por si fuera poco, se sentía culpable por lo que había sucedido.
La llevó al cuarto de baño y le pidió que se sentara en el borde del jacuzzi mientras él lo llenaba. Cuando el agua llegó a la altura necesaria, se apartó.
—Aquí tienes el botón de los chorros de agua. Pero olvídate de las burbujas. Salen con tanta potencia, que no me extrañaría que salieras despedida de la bañera —bromeó.
—¿Por qué no te quedas conmigo? No quiero estar sola.
—De acuerdo.
—Puedes mirar si quieres —murmuró—. Muchas personas disfrutan con el voyeurismo…
Lali lo dijo con su habitual tono académico y Peter se preguntó si era consciente de lo que decía cuando hacía comentarios como ése.
Ella se quitó la bata y se metió en la bañera. Peter la miró y pensó que era increíblemente bella. En ese momento, le habría gustado tener una cámara a mano para capturar el momento, o ser capaz de pintar para transcribir en un lienzo cada una de las curvas de su cuerpo bajo la suave luz.
Por lo visto, tenía razón. Mirar podía ser muy excitante. Aunque por otra parte, y dadas las circunstancias, no tenía más remedio que contentarse con mirar.
Cuando estaba a su lado, todos sus pensamientos tenían carácter sexual. Eso lo hacía más consciente del poder que tenía sobre él.
Suspiró y cerró los ojos. Aquello era un verdadero tormento. Y le encantaba.


Lali cerró los ojos al introducirse en el agua y suspiró, contenta de poder aliviar su tensión.
Peter había acertado al sugerir que se bañara. Parecía saber lo que necesitaba en todo momento, y tenía la asombrosa capacidad de conseguir tranquilizarla en cualquier situación. Definitivamente, entre ellos no había un simple caso de atracción sexual, sino algo mucho más profundo.
En ese momento, y a pesar de tener los ojos cerrados, sabía que la estaba observando. Deseaba tocarla; no seducirla, sino asegurarse de que se encontraba bien. También lo había notado en el coche, pero le había alegrado que no lo hiciera porque estaba tan nerviosa, que habría sufrido una crisis de histeria.
Abrió los ojos y lo miró.
—¿Quieres compartir el baño conmigo?
Él parpadeó.
—¿Qué?
—Venga, entra. Es una bañera muy grande. Seguro que cabemos los dos.
—Nunca me he bañado con nadie en esa bañera. Tú serás la primera persona…
—Qué honor —bromeó—. Pero ya en serio, me gustaría que te bañaras conmigo.

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