Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

lunes, 18 de marzo de 2013

Capitulo 9

—Está bien. Pero no voy a acatar órdenes así como así. Sólo te pido que me expliques tus decisiones para que comprenda tu intención.
Peter la miró.
—Me temo que a veces no podré darte explicaciones. Y tienes que prometerme que harás exactamente lo que te diga, sea cual sea la situación, sin protestar.
—Somos adultos y podemos solucionar cualquier problema con una simple conversación. Pero no adelantaremos nada si te pones mandón.

—No soy mandón —dijo él.
Los ojos verdes de Peter se clavaron en ella, frustrados. Abrió la boca para decir algo, pero se mantuvo en silencio y apretó los puños a ambos lados de su cuerpo. Lali se preguntó si lo habría presionado en exceso. Era probable que no hubiera dormido bien la noche anterior y que vérselas con una bruja protestona fuera lo último que necesitara. Pero si estaba condenada a compartir su vida con aquel hombre, quería averiguar de qué madera estaba hecho.
La puerta del ascensor se abrió. Lali y Peter entraron y de repente, sin saber cómo, se encontraron abrazados. Él la miró y la apretó contra el panel del fondo.
—Bésame —murmuró él.
Lali soltó un gemido, sorprendida.
—¿Es una orden? ¿O una petición?
—Una orden —respondió.
Peter le miraba los labios como si estuviera calculando la mejor forma de ataque. Lali perdió temporalmente la capacidad de respirar, pero no necesitaba oxígeno para decir lo que deseaba.
—De acuerdo —murmuró.
Un segundo después, se besaron. Lali se aferró a las solapas de su chaqueta porque tuvo la impresión de que sus piernas no eran capaces de sostenerla.
Aquel beso no había sido precisamente una sorpresa, pero Lali no imaginaba que Peter elegiría ese momento para dar rienda suelta al deseo, ni que lo haría en forma de orden. Estaba decidida a mantener el control de la situación y sin embargo había capitulado a la primera de cambio. Si le hubiera ordenado que se desnudara y bailara en el ascensor, probablemente lo habría hecho entre saltos de alegría.
Pasó los brazos alrededor de su cuello y lo besó apasionadamente. Hacía tiempo que no besaba a ningún hombre, pero no recordaba que ninguno de los besos anteriores hubiera sido tan excitante.
Siempre había sentido interés por el trasfondo físico y psicológico de las relaciones entre sexos, desde el coqueteo básico hasta las técnicas de besar pasando por las estrategias de seducción. Pero no sintió la necesidad de diseccionar aquel beso. Sólo quería disfrutar.
Peter pasó las manos por encima de su cuerpo. La tela del vestido era tan fina, que podía sentir el calor de sus manos, y la sensación era tan increíblemente excitante que suspiró.
Por desgracia, Peter se apartó enseguida.
—Eso está mejor —dijo—. Y ahora que nos hemos quitado ese problema de encima, podremos concentrarnos en el trabajo.
—¿En el trabajo? —preguntó ella, con voz temblorosa.
—Eres una cliente. Tengo que concentrarme en tu seguridad.
—¿Y qué pasará si vuelves a perder la concentración? —preguntó—. ¿Volverás a besarme?
Él consideró la cuestión durante unos segundos y frunció el ceño. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró y soltó una maldición en voz baja.
—En realidad, yo no soy tu cliente —puntualizó Lali—. Tu cliente es Trevor Ross. Él es quien paga tu sueldo.
Peter la miró a los ojos y la abrazó otra vez.
—Tienes razón.
Se besaron de nuevo y siguieron besándose hasta que el ascensor llegó al garaje. No los interrumpió nadie. Lali se estaba divirtiendo tanto, que de buena gana habría pulsado el botón del piso más alto para alargar el beso. O con un poco de suerte, para dejarse de besos y pasar a algo más interesante. Pero el aparcacoches los estaba esperando con el vehículo.
Lali intentó sentarse al volante y Peter se lo impidió.
—No, yo conduciré.
Ella no pudo discutir con él. Aquel beso la había dejado totalmente anonadada. Adoraba que la besara. Lo hacía de un modo tan intenso, invadiéndola suavemente con su lengua y mordiéndola en los labios, que la idea bastaba para estremecerla.
Por lo visto, su plan iba viento en popa. Peter parecía incapaz de contenerse cuando estaba con ella.
Cuando salieron a la calle, Peter la miró.
—No sé si el tipo que te amenaza te está vigilando. Pero cuando estemos en público, creo que sería mejor que nos comportáramos como si sólo fuéramos…
—¿Amigos?
Él negó con la cabeza.
—No. Más que amigos. Tiene que parecer que nos llevamos extraordinariamente bien. No quiero que sepa que soy tu guardaespaldas.
—¿Quieres que finja que eres mi amante? —preguntó, sorprendida.
—Sí, creo que sería lo mejor.
Bajaron por la calle Westminster y siguieron en paralelo al río hasta llegar a la universidad. El despacho de Lali se encontraba en el extremo sudoeste de la Universidad de Providence. Lali no era profesora titular, pero gozaba del aprecio y del respeto de sus compañeros del departamento de Antropología. El curso sobre sexualidad humana, que impartía en colaboración con el profesor Daniel Ellsworth, del departamento de Biología, era el más popular del campus. Además, había escrito varios artículos con Daniel y en verano iban a viajar a Suiza para presentar los resultados de una investigación.
—¿Cuántas personas están al tanto de tu doble vida?
—En la universidad, ninguna. Ni siquiera lo sabe mi ayudante, Simón —respondió—. En la emisora lo saben casi todos, pero nadie diría nada. Desde Jim, el director de la emisora, hasta Jerry, el becario, son encantadores.
Lali se preguntó si debía comentarle lo de Jerry, pero no le pareció importante. Aunque el chico se había encaprichado con ella, no dejaba de ser una situación bastante habitual que también se producía con algunos de sus alumnos. Era una mujer atractiva y además la consideraban una experta en materia de sexo. Demasiado apetecible para no alimentar las fantasías de los adolescentes.
—Una editorial intentó ponerse en contacto conmigo a través de la emisora —continuó—, pero le dije a Trevor que no estaba interesada en escribir un libro. Y en cuanto a mis pacientes, no saben nada de nada. Si tuvieran alguna sospecha al respecto, lo habrían dicho en las sesiones de terapia.
—Es curioso. El que te amenaza sabe dónde vives y sabe que trabajas en la emisora. Pero no ha enviado ninguna nota a la universidad…
Lali sintió un escalofrío.
—Es cierto, resulta bastante curioso. Ha enviado notas a la emisora e incluso ha dejado mensajes en el contestador. También los dejó en mi casa, antes de que me mudara al piso de Trevor… Es evidente que conoce mi nombre real.
—Indudablemente. Sólo tenía que investigar un poco por Internet. Y si conoce tu nombre, más tarde o más temprano te buscará en la universidad.
Lali sintió pánico.
—Tienes que detenerlo… Si no lo haces, todo el mundo sabrá que soy la mujer del programa de radio y será el fin de mi trayectoria profesional. Nadie me tomará en serio.
Peter la tomó de la mano y la besó en la muñeca. Curiosamente, el gesto la tranquilizó.
—No te preocupes. Lo atraparemos antes de que cause más daño —dijo mientras le acariciaba el cabello.
—¿Estás seguro?
—Por supuesto que sí.
Lali se recostó en el asiento y suspiró. Sabía que confiar en Peter era lo mejor que podía hacer. Si le pedía que abriera una ventana de su piso y se arrojara al vacío, lo haría. Si le ordenaba que comiera gusanos, los comería. Y si la arrastraba a la habitación y se empeñaba en que hiciera el amor con él, no tendría más remedio que ser obediente y cumplir sus deseos.
Por el momento, acataría sus órdenes sin rechistar.


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