Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

domingo, 24 de marzo de 2013

Capitulo 20


Cuando abrió los ojos a la mañana siguiente, Lali no supo dónde se encontraba. Había dormido de un tirón, sin interrupciones, y tardó bastante en recordar los acontecimientos de la noche anterior.
Cerró los ojos un momento y oyó la respiración de Peter. Sorprendentemente, estaba tumbado a su lado.
Lali se apartó lo suficiente para poder mirarlo. Estaba muy guapo cuando dormía. Parecía más joven y su expresión, normalmente seria y cautelosa, era tan relajada que resultaba fascinante.

Tenía una cara perfecta, de labios bien dibujados, nariz recta, mandíbula fuerte un lunar hermoso en la mejilla izquierda y unas pestañas que habrían despertado la envidia de bastantes mujeres. Pero lo más devastador de todo era, con gran diferencia, sus ojos verdes. Tan bellos, que se estremecía con solamente imaginarlos.
Admiró su cuerpo y su mirada se detuvo en su entrepierna. Tenía una erección que no pasaba desapercibida por debajo de sus calzoncillos.
Pensó en el placer que le había dado la noche anterior. Su lengua era increíble. Ya había imaginado que Peter tendría bastante experiencia con las mujeres, pero no sospechaba que fuera tan bueno. Aunque ella creía conocer el límite de sus propias respuestas físicas, Peter había roto todos los límites.
Decidió que podía devolverle el favor. Tiró de sus calzoncillos hacia bajo, suavemente, para no despertarlo, y acto seguido se introdujo el pene en la boca.
Al principio, Peter no se movió. Luego se revolvió en la cama, empezando a despertarse, y Lali siguió con el movimiento de su boca, dispuesta a ver hasta qué punto era inmune a su seducción.
—Oh, Dios mío —dijo él, cuando por fin despertó—. ¿Pero qué…? Oh, sí. Sigue, por favor…
Lali alzó la mirada un momento. Peter tenía el pelo revuelto y los ojos cerrados. Estaba más atractivo que nunca, y además estaba a su merced.
Siguió lamiendo y chupando, ansiosa por satisfacerlo, cambiando de ritmo. No tenía mucha experiencia con el sexo oral, pero no fue necesario. Sólo debía estar atenta a las reacciones de Peter.
—Oh, sí…
Ella aumentó el ritmo levemente y él gimió. Sabía que estaba a punto de llegar al clímax. Sin embargo, quería hacer con Peter lo mismo que él le había hecho a ella. Tomárselo con calma. Jugar. Llevarlo al borde y detenerse.
Desgraciadamente, no pudo hacerlo. Peter ya había sobrepasado el punto sin retorno y se deshizo en espasmos incontrolables mientras seguía lamiéndolo, sin parar.
Cuando terminó, él la abrazó.
—¿Qué me has hecho?
—No más que lo que me hiciste anoche.
—¿Es una devolución de favores?
—Se podría decir que sí —dijo, apretándose contra él—. ¿Te ha gustado?
Él rió con suavidad.
—Oh, sí, desde luego que sí. Es una forma maravillosa de empezar el día. Creo que me podría acostumbrar.
—Lo de anoche tampoco fue mala forma de terminar un día.
Él suspiró y jugueteó con su cabello.
—Pero me temo que tenemos que volver a Providence. Tengo que pasar por comisaría para hablar con ese chico.
—Pensaba que podríamos pasar el día juntos.
—Podemos estar juntos en Providence. Si queremos, claro…
—¿Y queremos? ¿Queremos estar juntos?
—No lo sé —respondió, frunciendo el ceño.
Ella no supo qué decir. Tenía miedo de contestar afirmativamente porque no quería correr el riesgo de llevarse una negativa.
—Bueno, ya veremos lo que sucede… —dijo—. En, fin, será mejor que vaya a hacer el equipaje.
Él le acarició en un brazo.
—No tenemos que marcharnos ahora mismo. Podemos seguir aquí un rato. Hasta podría devolverte el regalo de buenos días.
—No, quiero volver —mintió ella—. Tengo trabajo que hacer y quiero sacar las cosas del piso de Trevor y regresar a mi casa. Ahora podré volver a mi vida normal. Ya iba siendo hora.
Lali se levantó.
—Ve a darte una ducha si quieres —continuó ella—. Yo haré el equipaje.
Peter se puso los calzoncillos y caminó hasta ella. La besó en el cuello y la abrazó.
—¿Se puede saber en qué estás pensando?
—No lo sé. Estar aquí ha sido como un sueño. Pero ahora tenemos que volver al mundo real…
—¿Crees que el mundo real podrá cambiar lo que sentimos?
—Tampoco lo sé. Ya lo veremos.
Peter la besó otra vez y salió de la habitación. Ella lo miró un momento y luego se puso a recoger sus cosas. Cuando encontró su teléfono, lo activó y decidió llamar a su despacho.
—Despacho de la profesora Esposito. ¿Dígame?
Era Simón.
—Hola, soy yo, Lali.
—Lali… he intentado localizarte, pero no te encontraba.
—Es que tenía el teléfono desconectado.
—Daniel también ha intentado localizarte. Los de la revista han llamado para ver cuándo tendríais el artículo y Daniel no quiere enviárselo sin contar antes con tu visto bueno —explicó.
—Dile a Daniel que pasaré por el despacho esta tarde.
—De acuerdo.
Se despidió de Simón y cortó la comunicación. Después, siguió recogiendo la ropa. Cuando terminó la tarea, salió al pasillo. Peter salía en ese momento del cuarto de baño, con el pelo mojado y una toalla en la mano. Ni siquiera se había molestado en cubrirse con ella. Se detuvo en seco, asombrada ante su visión. Peter le quitó la maleta de las manos, la dejó en el suelo y luego la abrazó y la besó.
Su deseo era tan obvio y tan intenso, que Lali casi sintió miedo, pero se dejó llevar porque le encantaba. Era una sensación maravillosa. Debía de estar tan loco por ella que no podía dejar de tocarla.
La toalla cayó al suelo y el beso se hizo más profundo todavía. Peter devoró su boca durante segundos interminables, hasta que por fin se apartó, miró su pene erecto y le dedicó una sonrisa de enorme satisfacción.
—¿Alguna pregunta?
—No —respondió ella.
Él se volvió y se metió en su habitación.


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