—¿Estás insinuando que no soy capaz de seguir tu ritmo y que me enfermo?
—Por supuesto que no. Sólo digo que deberíamos dormir un poco más.
—Cariño, dormir es la última cosa que me apetece cuando estoy contigo en la cama —afirmó.
Lali negó con la cabeza.
—Eres incorregible.
Peter pensó que no era incorregible. Simplemente, se había enamorado. Y aunque todavía no estaba preparado para confesárselo, le alegraba saber que algún día, en algún momento, se lo diría.
—Voto por que se quede.
Lali sonrió a Debbie.
—¿Estás segura de eso?
—No, pero Kyle me ha pedido que lo haga.
—¿Le has dicho a Debbie cómo debe votar? —preguntó Lali.
—Es que no podía tomar una decisión —se excusó Kyle—. Si tuviéramos que esperar a que se decida, estaríamos aquí hasta mañana.
—¿Qué te parece lo que opina Kyle, Debbie? ¿Crees que…?
—¿Puedo interrumpir?
Todo el grupo se giró hacia Peter.
—No creo que sea conveniente —dijo Lali.
—No, no, deja que hable —dijo Debbie.
Evan alzó una mano y se levantó.
—No puede hablar hasta que votemos y decidamos si puede hablar.
—¡Por Dios, cállate de una vez! —protestó Dayrl—. La sesión sólo dura una hora. Si dedicamos media a discutir sobre la votación y otra media a votar, no tendrá ningún sentido.
—Es justo lo que iba a decir —comentó Peter—. ¿Qué os parece si en lugar de discutir votamos a mano alzada?
—¿No podría ser con voto secreto? —preguntó Debbie.
—Pero si ya has votado… —dijo Kyle.
—Veamos… Ya sé. Cerrad todos los ojos —ordenó Peter—. Y ahora, que levanten las manos los que quieran que me quede.
—¿Y cómo sabremos lo que pasa si cerramos los ojos? —preguntó Kyle.
—No te preocupes, no hará trampas —dijo Lali—. Alzad las manos.
Aquel era el tercer grupo de terapia, el grupo de los adictos a los disfraces de animales. Los dos anteriores habían permitido que Peter estuviera presente, pero Lali todavía se sentía incómoda con la situación.
—Bien, entonces, me quedo —dijo Peter tras contar los votos.
Lali carraspeó.
—En tal caso, ¿qué os parece si retomamos la conversación donde la dejamos la semana anterior?
—Tú serías un buen tigre —dijo Evan, señalando a Peter.
Peter parpadeó, sorprendido.
—¿Un tigre?
—Sí. Una vez vi un tigre y me gustó mucho —dijo Debbie—. Pude tocarle la cola. Fue muy erótico…
Peter frunció el ceño.
—Yo creo que Peter sería más bien un oso —comentó Lali—. Tiene mandíbula fuerte y pelo oscuro. Y gruñe.
—Si pudieras disfrazarte de animal, ¿qué animal elegirías?
Todos se volvieron hacia Janice Krandall. Hasta entonces había estado sentada junto a Lali sin decir nada.
—Eso, ¿de qué te disfrazarías? —preguntó Lali.
Peter consideró la pregunta durante unos momentos.
—No sé… creo que de caballo. Sí. De caballo negro.
Todos lo miraron con asombro.
—¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?
—No, es que la gente no suele disfrazarse de caballo —comentó Evan—. Para empezar, tienen cuatro patas y no pueden caminar a dos.
—Claro que pueden —dijo Janice—. Una vez vi un caballo y…
Se pusieron a discutir sobre animales, y la situación no mejoró durante el resto de la sesión. Lali tuvo que intervenir varias veces para evitar discusiones, pero al menos sirvió para algo: al final, Peter estaba tan convencido como ella de que la encantadora Janice Krandall no podía ser la persona que enviaba las amenazas.
Cuando todos se marcharon, Lali le preguntó:
—¿Satisfecho?
—Sí. He dicho la verdad. Me gustaría disfrazarme de caballo —bromeó.
Lali gimió.
—Me refería a lo de Janice.
—De acuerdo… tenías razón. Además, me ha contado que el fin de semana pasado estuvo en una convención de disfraces en Atlantic City. No pudo entrar en tu despacho.
—Me alegro —dijo ella—. Y ahora que ya has molestado a mis pacientes, ¿qué más piensas hacer?
Peter frunció el ceño.
—Ya lo veremos. Pero dime una cosa… ¿los pacientes de este grupo se dedican a disfrazarse de animales de verdad?
—Sí, bueno, les atraen los disfraces. Pero para ellos están normal como una atracción convencional.
—Pues a mí me parece un poco triste.
—No es triste. Simplemente, son así. Todo el mundo tiene sus rarezas y manías. Seguro que te encantaría que me vistiera de cabaretera, ¿verdad?
Peter rió.
—¿Quieres decir que te vestirías de chica de cabaret si te lo pidiera?
—Sólo digo que relacionas ese atuendo con algo sexy. Pues a ellos les pasa lo mismo con los disfraces de animales.
Peter se levantó y agarró su maletín.
—Todo el mundo es igual. Todos quieren amor y buscan a alguien que los ame —declaró ella—. Yo no juzgo a mis pacientes ni a nadie más. Siempre que no causen daño a nadie, sus manías me parecen perfectamente bien.
—Entonces, ¿por qué intentas convencerlos para que se olviden de los disfraces?
—No intento convencerlos de eso. Pretendo hacerles ver que pueden mantener relaciones emocionales sin disfraces.
Peter la acompañó a la salida.
—No sé cómo lo haces.
—¿A qué te refieres?
—A lo de no juzgar a la gente.
—Es que juzgar a la gente por sus inclinaciones emocionales es absolutamente ilógico. Si lo piensas bien, en cuestión de amor y de sexo, el viaje suele ser más importante que la estación de destino.
Lali lo miró. Sus ojos verdes brillaban de un modo tan extraño, que se preguntó si se habría enamorado de ella. Pero no dijo nada porque era posible que su imaginación le estuviera jugando una mala pasada.
—Bueno, creo que es hora de volver a casa —dijo ella.
—Perfecto, vámonos. En el frigorífico hay comida, así que puedo preparar algo.
—No. Yo me refería a volver a mi casa.
Peter se detuvo.
—No me parece buena idea.
—Me da lo mismo. Quiero tumbarme en mi cama, cerrar los ojos y convencerme de que las cosas van a volver a la normalidad. Además, si eres tan bueno como dices, puedes protegerme en cualquier parte. Por lo menos, durante unas horas.
—Está bien. Pero cuando te diga que nos marchemos, nos marcharemos.
Lali asintió y sonrió.
—Gracias.
Salieron del edificio y caminaron hasta el lugar donde Peter había aparcado el coche. Unos minutos después, cuando ya habían arrancado, él dijo:
—Creo que nos están siguiendo.
Ella quiso volverse, pero él se lo impidió.
—No mires. Haz como si no te hubieras dado cuenta.
—¿Crees que es ella?
—Podría ser. Vamos a ver lo que pasa.
Peter hizo un par de giros repentinos, cambiando de carril en el último momento y sin dejar de vigilar el retrovisor. Lali contuvo la respiración.
—¿Todavía nos sigue? —preguntó ella minutos después.
—Parece que no.
—Seguramente sólo era alguien que iba en la misma dirección.
—No, nada de eso. Estoy seguro de que nos seguía. Además, encaja con la descripción del coche que Jerry me dio.
—¿Jerry te dio una descripción?
—Sí, de un coche que había visto en el aparcamiento de la emisora —respondió—. No me gusta nada esto, Lali. Creo que no deberíamos quedarnos en tu casa.
—Está bien, como quieras. ¿Pero podríamos pasar de todas formas? Quiero recoger ropa y ese libro de cocina que te había comentado.
—Iremos esta noche, cuando la calle esté más tranquila. Te lo prometo.
—De acuerdo.
Peter se concentró entonces en la conducción. Lali lo odiaba cuando se ponía tan profesional, porque su humor, su encanto y su amabilidad desaparecían bajo una capa de frialdad. En esos momentos, le parecía un desconocido.
—¿Crees que estaría guapa vestida de cabaretera? —preguntó.
Peter sonrió y la sonrisa se convirtió en carcajada.
—Estarías preciosa.
+10
Nove subi mas
ResponderEliminarMaraton
sube massssss
ResponderEliminarsubeee mas :D
ResponderEliminarMaaaas
ResponderEliminarJsjaja estos terminan disfrazados
ResponderEliminarEntro a las tres sesiones.Quedaron todos maravillados con el.
ResponderEliminarMas,mas.Novela.
ResponderEliminarmaaaaaaasss
ResponderEliminarme gustaaaa
ResponderEliminarmaaaaas
ResponderEliminarMe gustaaaa
ResponderEliminarjaja maas porfii! me encanta :)
ResponderEliminarmass
ResponderEliminarq adiccion tengo con esta nove!!