Capitulo 30

Caminó hasta su coche, abrió el maletero y guardó el paquete dentro. No tenía intención de contárselo a Lali. No quería preocuparla más. Pero tenía que hablar con Jerry; cabía la posibilidad de que hubiera visto a la persona que había realizado la entrega.
Regresó al edificio y buscó al joven. Estaba en la cafetería, rellenando los azucareros.
—Necesito hablar contigo —dijo.


—¿He hecho algo malo?
—¿Dónde has encontrado el paquete que me has dado? No lleva sellos postales de ninguna clase.
—Lo trajo una mujer esta mañana.
—¿Lo entregó en mano?
Jerry asintió.
—Más o menos. Se acercó a mí cuando estaba a punto de empezar mi turno y me preguntó si se lo podía dar a la doctora Devine.
—¿Y no te pareció extraño? Sabes que ha recibido amenazas de muerte…
—Es verdad, pero era una mujer. Y se supone que la persona a quien buscan es un hombre.
—Eso no lo sabemos todavía —dijo Peter—. ¿Te acuerdas de ella? ¿Podrías describirla?
—No era ni muy vieja ni muy joven. Me parece que tenía cabello oscuro. Pero no pude verla bien porque llevaba gafas de sol y sombrero.
—¿Era alta? ¿Tan alta como la doctora? ¿Mayor? ¿Más joven?
—Algo mayor y más o menos de la misma altura. Y tenía un cuerpo precioso… me di cuenta cuando se alejaba.
—¿Viste si había llegado en coche?
—Sí, en un coche gris o tal vez azul claro. Un modelo de Sedán.
—¿No recuerdas qué modelo exactamente?
—No soy especialista en coches. Pero era un dos puertas más bien pequeño. Ahora que lo pienso, podía ser extranjero.
—¿Recuerdas algo más?
Jerry se encogió de hombros.
—Sólo puedo decir que fue muy educada conmigo.
—Bien. No quiero que hables de esto con nadie. Quedará entre nosotros. Le pediré a alguien de mi empresa que venga a hablar contigo y te enseñe fotografías por si reconoces el coche. Y es posible que necesite tu colaboración para hacer un retrato robot. ¿Te parece bien?
—Sí, pero sólo si me promete que le dará mi nota a la doctora Devine.
—Te lo prometo. Aunque antes tendré que leerla…
El joven se ruborizó.
—Bueno, sí… lo entiendo…
Peter llamó al investigador al que había asignado el caso de Lali y volvió a la sala de control. Lali seguía con el programa y en ese momento estaba hablando sobre las ventajas de la masturbación.
Por fin tenía una pista interesante. No estaban buscando a un hombre, sino a una mujer. Su amigo del FBI estaba en lo cierto desde el principio y ahora podrían reducir el número de sospechosos.
La mujer en cuestión le había enviado notas a la emisora, a la universidad y a su casa. Tenía que existir una conexión en alguna parte, una lógica. Pero había estado tan concentrado en su relación con Lali que no se había prestado atención suficiente al caso.
Lamentablemente, ahora no tenía más remedio que trabajar y cuidarla al mismo tiempo. Sin embargo, era optimista. Lali no podía conocer a tantas mujeres. Y entre ellas, habría muy pocas con motivos para querer vengarse de ella.
En cuanto la llevara a casa, se pondría manos a la obra. Y la interrogaría hasta estar completamente seguro de que sabía todo lo que había que saber.

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