Mi pacto con vos está escrito en las estrellas, es más fuerte que la distancia y el tiempo, es un pacto que vence al destino.

jueves, 28 de marzo de 2013

Capitulo 32


Lali abrió uno de los paquetitos y se lo puso. Él se apretó contra ella y la penetró suavemente.
Al final, todas sus discusiones terminaban del mismo modo. Pero Lali estaba tan encantada, que casi le agradaban las discusiones. Peter se ganaba siempre el perdón de la mejor forma posible.



Peter echó un vistazo al catálogo de juguetitos sexuales.
—¿Sabes una cosa? Empieza a divertirme esto de las visitas a la casa de los placeres de la doctora Esposito —bromeó—. Siempre se descubre algo nuevo.
—Pues deberías ver la biblioteca de la universidad. Tienen toda una sección dedicada a sexo.
—Mira esto… una muñeca hinchable de novecientos dólares. Es tan perfecta, que me pregunto para qué necesitamos a las mujeres de verdad —se burló—. ¿Por qué diablos guardas estas cosas? ¿También son para una investigación?
—No, es que quiero estar informada sobre las últimas tendencias del mercado. Así puedo hablar sobre ellas en la radio. Si hablara sobre algo que no conozco, perdería credibilidad.
—Comprendo. ¿Y qué me dices de esto? ¿Ropa interior de vinilo? ¿Quien se pone algo así?
Lali se encogió de hombros.
—Si tú quisieras que la usara, la usaría. Sólo es ropa interior. Hay gente que disfruta con esas cosas. El vinilo es muy erótico. Como una segunda piel.
Lali siguió trabajando y él la observó desde el otro lado del despacho. Le encantaba la caída de su pelo, la forma en que mordía el bolígrafo cuando leía.
—¿Hay algo de lo que no te atrevas a hablar? —preguntó.
—Vamos, Peter, es mi trabajo. Para mí no es nada especial. La gente me llama para pedirme consejo, y si me mostrara avergonzada, creerían que los juzgo —dijo.
En realidad, Peter no lo había preguntado por su trabajo, sino por su relación. Quería saber lo que sentía por él y ella no había captado la indirecta.
—¿A qué hora tienes que ir a tus sesiones de terapia?
—Tengo que salir en quince minutos. Pero puedes dejarme allí y marcharte. No pasará nada. El edificio es muy seguro.
—No. Iré contigo.
Lali lo miró.
—Si te quedas sentado en la sala de espera, asustarás a mis pacientes.
—No me voy a quedar en la sala de espera. Entraré contigo.
—Eso no puede ser. Son sesiones privadas.
—Bueno, fingiré que soy uno de tus pacientes.
—No es posible —insistió ella—. Es gente con problemas sexuales muy específicos. Y tú no tienes ninguno… salvo que te pasas las veinticuatro horas del día pensando en sexo.
—Veintitrés. La otra la dedico a comer.
—Está bien, veintitrés. Pero notarán que estás sano.
—¿Y qué tipo de problemas tiene esa gente? ¿Son pervertidos o algo así?
—Pervertido no es un término médico adecuado.
—Bueno, llámalo como quieras. Ya sabes lo que quiero decir.
—El primero de los grupos es de hombres que están cerca de los treinta años y nunca han salido con nadie. El segundo son los adictos al sexo; la mayoría son divorciados que estropearon sus matrimonios por culpa de su enfermedad. Y luego tengo a un grupo combinado de hombres y mujeres que… se sienten atraídos por personas que se disfrazan de animales.
—¿Y en qué grupo está Janice Krandall?
—Dedúcelo tú mismo. No voy a decírtelo.
—Lali, ¿por qué no olvidamos nuestras diferencias hasta que detengamos a esa mujer?
—No puedo decirte nada más, Peter.
—Como quieras. Pero te acompañaré de todas formas.
—Imposible. El código deontológico lo impide. A no ser que…
—¿A no ser qué…?
—Que les digas la verdad y les pidas permiso para unirte al grupo. Si te lo conceden, podrás quedarte.
—Pero eso no serviría de nada. Alertaría a los posibles sospechosos.
Lali se encogió de hombros.
—Lo tomas o lo dejas.
—Está bien, supongo que no me dejas otra opción. Pero si no me dejan, me quedaré en la puerta hasta que termines.
—Pues entonces vámonos. De todas formas no puedo trabajar si no dejas de interrumpirme…
Peter se levantó y Lali agarró su bolso. Cuando abrieron la puerta del despacho, Lali se llevó una sorpresa al ver que Simón estaba muy cerca, como si hubiera estado escuchando a hurtadillas.
—Me voy, Simón. Te llamaré esta tarde para ver si han dejado algún mensaje.
Simón sonrió con inseguridad.
—Pensaba que ibas a ayudarme con mi artículo para la prensa. Ya tengo preparadas las citas.
—No te preocupes, tenemos tiempo de sobra —dijo—. No hay que presentarlo hasta septiembre —dijo.
—Pero ya sabes que al final del curso se acumula mucho trabajo. Sería mejor que lo hiciéramos ahora que tenemos tiempo libre.
—Está bien. ¿Te parece bien mañana por la mañana? Vendré a las nueve.
Cuando salieron del edificio, Peter le comentó:
—No me gusta cómo te mira ese tipo. Es posible que tu amigo Ellsworth tenga razón. Puede que esté enamorado de ti.
—No seas tonto. Simón no arriesgaría su trabajo.
—No sé… me da mala espina. Oculta algo.
—¿Es que tienes que sospechar de todo el mundo?
—Sólo de los individuos extraños que intentan dirigir tu vida.
Era un día de verano precioso y soplaba una brisa fresca del Atlántico. Caminaron hasta el coche de Peter, que estaba aparcado junto al de Lali.
No le había contado lo del paquete que se había recibido en la emisora. Durante los últimos días, Lali había empezado a tranquilizarse otra vez y no quería preocuparla. Y no se trataba únicamente de su trabajo, sino de la relación que mantenían. Creía que podía convertirse en algo serio, duradero, y estaba decidido a hacer todo lo que estuviera en su mano por protegerla.
Le abrió la portezuela y ella entró y le sonrió. Justo entonces, en ese preciso momento, Peter lo supo.
—Oh, Dios mío —murmuró.
Se había enamorado de Lali. Había estado tan preocupado con los distintos problemas, que no se había dado cuenta. La amaba.
Se sentó al volante, todavía confundido por el descubrimiento, y arrancó. Lali se dio cuenta de que le pasaba algo extraño y frunció el ceño.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, claro, perfectamente.
—Pues no lo pareces. Estás un poco pálido. ¿Seguro que estás bien?
Peter asintió.
—Es que tengo hambre, nada más.
—Podemos parar a tomar algo. Tengo que estar con los grupos de terapia hasta las dos y no tendré tiempo para comer nada.
—Es igual, no tiene importancia.
—Últimamente hemos dormido muy poco. Espero que no hayas enfermado…

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11 comentarios:

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