–Jake es bombero y supongo que habrá invitado a sus compañeros del cuartel –le explicó Peter–. Y a sus antiguos compañeros del ejército también. Por no hablar de los compañeros de Brooke y sus familias. ¿Dónde están Jake y Brooke, mamá?
Grace señaló una esquina del salón, donde un fotógrafo estaba colocando a Brooke, guapísima con un vestido de noche blanco, al lado de dos rubias que se parecían la una a la otra.
Lali imaginó que el atractivo hombre de pelo corto que la miraba con cara de adoración debía de ser Jake.
–¿Es él?
Peter asintió con la cabeza.
–El único e irrepetible Jake McBride.
–Es guapo –comentó Lali, estudiándolo con curiosidad. Era una persona tan importante en la vida de Peter que se había preguntado muchas veces cómo sería.
–¿Es guapo?
–Tranquilo, no me gusta.
Peter hizo una mueca.
–Es posible que haya desarrollado un complejo por culpa de mi amigo.
–Por favor, Peter –intervino su madre– no hay nada menos atractivo que un hombre inseguro.
Lali inclinó a un lado la cabeza.
–Tú no podrías dejar de ser atractivo por mucho que quisieras –le dijo a Peter al oído.
–Eres buena para mí.
–Y pienso quedarme por aquí, no te preocupes.
Cuando finalmente les sirvieron las copas, Grace sacó la aceituna de su martini.
–Bueno, cuéntame cómo os conocisteis, Lali.
Lali hizo una mueca al recordar ese día. No era un recuerdo muy agradable, pero había algo liberador en saber que Peter la había visto en el peor momento y, sin embargo, le había gustado.
–En el trabajo –contestó él, mirándola como si pudiera leer sus pensamientos–. Lali me dejó una impresión imborrable.
Ella consideró la idea de darle un discreto pisotón.
–Debe de ser interesante trabajar con la persona con la que estás saliendo –comentó Grace–. ¿Cuánto tiempo estarás en la empresa, hijo?
La expresión de Peter se volvió inescrutable y Lali tuvo la impresión de que tomaba un trago de cerveza para ganar tiempo.
–Grace Lanzani, ¿eres tú? –una mujer con un fabuloso collar de diamantes y un color de pelo que no le había dado la Madre Naturaleza se acercó a ellos–. Hace siglos que no te veo. ¿Dónde has estado escondida?
Mientras las dos amigas charlaban, Peter llevó a Lali aparte.
–Ya hablaremos con mi madre más tarde. Por cierto, me ha preguntado si llevabas fotografías de los niños.
Lali se puso colorada.
–La verdad es que sí. Solo llevan dos meses conmigo y ya me he convertido en una de esas madres...
–¿Qué quieres decir?
–Que, a partir de ahora, mis amigos no podrán ir a visitarme sin tener que soportar los vídeos de Tanner jugando al fútbol y los de Nicole con diferentes vestiditos rosas. No dejes que me convierta en una pesada, por favor.
Peter soltó una risotada.
–No creo que pueda hacerlo. ¿Quién crees que estará haciendo las palomitas mientras tú enseñas los vídeos?
Lali rio también. Era tan fácil imaginarlo…
–Hablando de los niños, ¿te importa si salgo un momento para llamar a Eugenia? Es la primera vez que Tanner pasa la noche fuera de casa y quiero saber cómo está.
Peter le dio un beso en la frente.
–Salúdalo de mi parte. Te espero ahí –le dijo, señalando un grupo de hombres–. Son unos clientes con los que debería charlar un rato.
Lali se abrió paso entre las mesas, con flores tropicales y bolsitas de nueces de macadamia. Peter le había dicho que los novios se habían casado en Hawai y, aparentemente, intentaban hacer un homenaje a la isla.
El vestíbulo le pareció extrañamente silencioso después del ruido del salón de banquetes, pero se alegró al ver que había señal.
Eugenia respondió de inmediato, sin duda anticipando la llamada.
–Le ha encantado el vestido, ¿a que sí?
–Tenías razón –dijo Lali–. Y su madre no parecía escandalizada, así que no es demasiado corto.
–¿Y ha sido amable contigo o es una de esas que cree que ninguna mujer es lo bastante buena para su hijo?
–Ha sido muy amable –respondió Lali–. Me ha tratado como si fuera de la familia y hasta quiere ver fotos de los niños. Te lo juro, Eugenia, todo lo que tiene que ver con Peter es demasiado maravilloso como para ser cierto. Casi debería estar preocupada.
Cuando era niña, solía soñar que volaba. Era su fantasía favorita, pero siempre había sabido que era irrealizable y que tendría que despertar tarde o temprano.
–Entonces eres tonta –dijo Eugenia–. Vuelve a la fiesta, disfruta de la cena y pásalo en grande con ese hombre tan guapo que parece estar completamente loco por ti.
–Enseguida –le prometió ella–. ¿Puedo hablar con Tanner un momento?
Después de que su sobrino le asegurase que lo estaba pasando de maravilla, Lali le dio las buenas noches y volvió al salón, deteniéndose en la puerta para orientarse.
Peter estaba con el grupo de empresarios y, como si hubiera intuido su presencia, giró la cabeza de inmediato, recibiéndola con una sonrisa.
Uno de los camareros subió a la tarima y se colocó frente al micrófono para anunciar a los invitados que deberían ocupar sus asientos porque la cena sería servida de inmediato.
No llegaron a 10 pero les subo otro. +10